capitulo 11

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Resollando y sudando, Camila se esforzaba por seguir el paso de Lauren mientras corrían por una pista que rodeaba el lago y que habían tomado cerca de su cabaña. Lauren se había despertado bien pronto y había levantado a Camila para hacer un poco de jogging. Tras la escenita con Hailee, varias clientas del bar habían insistido en invitarla a copas así que, cuando por fin regresaron a la cabaña, Lauren tuvo que sujetarle dulcemente la cabeza mientras Camila expulsaba en la taza del váter lo que le quedaba de cena. Si bien Lauren había dejado de beber unas cuantas horas antes que Camila, ambas mujeres se despertaron resacosas. Lauren aseguró entonces que la mejor cura consistía en sudar todo el alcohol y beber mucha agua; aunque la única manera de convencer a Camila fue prometiéndole un potente desayuno a base de grasa tras la carrera. La teoría de Camila era que la grasa absorbía el alcohol, aunque eso no parecía convencer mucho a Lauren. No obstante, acordó con Camila ir al restaurante a desayunar, pero corriendo. Lo que «olvidó» mencionar era que se hallaba a unos cinco kilómetros de distancia, por un terreno lleno de subidas y repechos. Cuando Camila se dio cuenta del engaño, intentó acercarse a Lauren para estrangularla, pero la traidora lograba siempre escapar de sus garras.

—¡Cariño... si lo hago por tu bien! Hace tiempo que no hacemos un poco de deporte. Más tarde, me lo agradecerás._ Entre jadeos y resoplidos, Camila logró replicar:

—¡Oh, sí, claro... que te lo voy a agradecer!... Estoy pensando... formas de agradecértelo que... incluyen dolorosos... castigos corporales... Si te pararas un poco... te lo podría agradecer... ahora mismito... cielo...

Mmm, ¿con que dolorosos castigos corporales? ¡Promesas, siempre promesas, cariñito! Venga, que ya no queda tanto. Recuerda el fabuloso desayuno que te vas a pedir; ¡todo lo que tu tóxico cuerpecillo desee! ¡No te pares!_ Reprimiendo sus urgentes deseos de pararse y volver a vomitar bajo el pino más cercano, Camila siguió moviendo de forma mecánica las piernas.

Al cabo de un rato comenzó a sentirse algo mejor, aunque, por supuesto, no estaba dispuesta a admitirlo.

—¿Cielito? ¿Exactamente..., a qué te refieres con eso de... «que ya no queda tanto»? Es para ajustar bien... mi ritmo, ¿sabes?_ Lauren se giró y siguió corriendo de espaldas, sin esfuerzo aparente.

—¡Oh!, pues un par de kilómetros o así. Justo después de esa colina que ves en el horizonte. Poca cosa ya, capullito de alelí... _ Le dedicó una cándida sonrisa, se giró y aceleró su ritmo. Camila contempló las hermosas y musculosas piernas de Lauren alejándose con rapidez; hubiera querido gritar, pero no tenía fuerzas para ello.

Anoche, Lauren se había librado de las últimas rondas porque le tocaba conducir de vuelta.

—¡Mi-er-da! —exclamó—. Nunca más... ¡Esto me pasa... por dármelas... de heroína! ¡Así... me lo agradecen!_ Lanzó el último comentario hacia Lauren, aunque esta no debió ni de oírlo, pues acababa de desaparecer tras una curva.

Era tan pronto que no se habían cruzado con ningún otro corredor; esa era otra de las quejas de Camila. «¡Menudas horas intempestivas para ponerse a sudar!» Al doblar la curva, dos fuertes brazos la tomaron en volandas entre risas, dándole un buen vaivén hasta que la depositaron suavemente en el suelo.

—¡Siempre serás mi heroína, cariño! No lo olvides. Siempre._ Lauren besó la frente de Camila, que jadeaba y se colgaba de ella.

—¿Significa eso... que ya... no puedo... estrangularte?

—Puedes hacerme lo que quieras; soy toda tuya._ Camila resopló:

Vale..., pues descartamos el estrangulamiento. Vayamos a comer algo... Tú guías... melocotoncito..._ Lauren la soltó y esprintó, gritando:

Operación furor de tormenta (Camren) Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora