Antoine [you never learn about all the stars in your lungs]

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Las aves escapan de entre almas jóvenes
y lastimadas,
se pueden romper cielos dejando más que grietas
en el océano
hay heridas cuyas cicatrices se sienten como humo, sobre ellas crecen flores
que van desapareciendo antes de llegar la primavera.

Jamás vuelves a ser la misma persona,
los susurros del viento se convierten en gritos
vives en recuerdos y eso no es suficiente
porque cuando el sol olvida
las olas nunca rompen ni se decoloran los lamentos,
añoras sentir algo,
destrozar toda sensación enviada hacia la taciturna luz de juventudes muertas,
lágrimas resplandecientes cual diamantes
frágiles e imposibles,
tan vacías al esconderse tras espinas florecientes
que no dejan ver.
Pero a través de sus indeseadas existencias
el mundo arrastra respiros, está prohibido derrumbarse
mas cada día los lugares de pálidas noches
y horizontes inalcanzables
se vuelven iguales
con sus sordas palabras.
Sordas e inútiles palabras intentando renacer sin convertirse en cenizas,
cálidos rostros desconocidos pintados frente a paredes blancas, las tormentas solían salpicar de vida al abismo;
ahora se oyen trágicos relojes acercándose
carcomiendo a las mentiras
y a las pinturas,
y a los poemas.
Matando lentamente aquellos fantasmas
de melancolía
que rondan en las estrellas,
es imposible alcanzarlos si bajo sórdidos techos imaginamos derrocar muros;
en realidad son espejos.
Espejos intrascendentes.
Espejos con miradas apagadas,
miradas inconcebibles
párpados escapando, ocultándose junto al sonido de corazones rotos y trastornadas
mentes deshechas
queriendo quitar la sublevación de sus marchitos futuros sin dejar de escuchar a las manecillas girar.
No puedes salvarte para siempre. 

Caes sin aferrarte a oraciones para auroras
ni colores vívidos adornando ficciones grises,
rosas plásticas alabando la inmortalidad
aunque ellas representen falsa esperanza
entrando por venas secas
durante la mañana cuando la oscuridad fallece
y el mundo pretende estar bien.
Y no lo está.

Los pensamientos se hunden, las sombras callan
buscando sentido alguno al caminar por el borde de los sueños,
diciendo poder pensar al parpadear.

Odias sentir amor hacia la vida,
abrazar con escuálidos brazos al caos;
éste suele transformarse en el aleteo de alguna mariposa de efímeros vuelos, su eco eléctrico ilumina personas solitarias,
solitarias de la misma forma que calles durante las madrugadas.
Pero nadie puede aceptar no poder reemplazar esa pieza extraviada al intentar dormir eternamente
hasta convertirse en alguna constelación perdida,
una cadena de soledad; imposible de observar, aunque sigue allí
riendo con apatía.

El existir se vuelve una vorágine,
derrama sollozos frente a aviones de papel
y tumbas de nombres ignorados. 

 
La desesperación no se despide,
ya no encuentras insensibilidad tras momentos que forman parte del pasado 
junto a la estela de cuerpos celestes,
a su lado están los latidos de invierno,
no es algo extraño descubrirlos
al haber desaparecido;
en las mentes prevalece ese pensamiento desgraciado del tiempo,
esperando que saltes desde las galaxias hacia la negrura.
Pero hay algo de incomprensible libertad en las garras de la muerte, se sienten como plumas en la brisa del verano,
despojándote de toda razón.   

Morir es desvanecerse mientras ojos mecánicos toman fotografías para volverlas invisibles
revistiéndolas con versos retorcidos dormidos en costillas rotas.

A veces puedes olvidar la presencia de las nubes, sus matices desgastados, hambrientas de atención
a pesar de su entrañable condición, dejándolas ser y no ser ante imaginaciones [in]mortales.

Naufragios sufriendo; cómo juntar las partes pertenecientes a hundidos navíos
si al tratar de hallar las danzas del cosmos y el mar puedes convertir baladas en augurios,
dejar al aire chocar clavando su deseo de ser necesario hasta que los secretos despojen quien eres. 

Solamente queda observar la belleza de estar sin ser más que un atisbo de alegría olvidada, vislumbrar en aquel silencio hecho de versos
el fuego de inviernos longevos,
descongelarse vociferando ser más fuerte que cualquier promesa.
Disparar antes de envolverse en ruinas irrelevantes.

Hay pesadillas en las que vuelas hasta el reino desolado construyendo las esperanzas con tulipanes y soles lejanos.
Los deseos se vuelven eso al saber que nunca sucede nada, esclavizándote a las expectativas.


Olvidarse es perder el destino,
nunca existió uno para ti realmente.

Broken PeopleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora