3. Segundas oportunidades II

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Atraída por el azul del cielo en su mirada se permitió observarlo en silencio, atenta a sus palabras. Matthew le comentaba lo maravilloso que era para él estar allí, apoyado al muelle mientras admiraba todo a su alrededor. 

Admitió que, pese a ser siempre un lugar ruidoso, era su lugar perfecto para pensar y además de encontrarlo atractivo por toda su belleza, aceptó que también era emocionante el prestarle atención a cosas tan simples como las risas de las personas, así como la alegría en las expresiones de los extraños que disfrutaban del ambiente.

Incluso le confesó que cuando deseaba encontrar la calma y alejar los pensamientos poco alentadores aquel lugar era perfecto.

—Es como si los problemas desaparecieran — murmuró él sin dejar de mirarla — No tienes tiempo de pensar en ello porque disfrutas de estar rodeado de un montón de extraños emocionados. Luego aprendes a deleitarte de la magia del lugar, de cada atardecer, de la brisa fresca y del sonido característico de las olas.

Piper sonrió asintiendo.

—¿Sabes qué otra cosa es realmente refrescante? — habló por primera vez luego de varios minutos. Matthew la observó atento, descartando la posibilidad de que su parloteo le haya resultado poco agradable y sintiéndose aliviado le regaló una sonrisa que ella correspondió — Sentarte a la orilla de la playa para ver el amanecer. Justo allí, en ese instante, no hay tiempo para pensar en problemas. Una vez comienzas a presenciar dicha maravilla los problemas se vuelven insignificantes. Sientes paz, deleite de ser parte de algo tan lejano a ti, pero al mismo tiempo es tanta la calidez que no puedes evitar sentirte liviano.

Matthew sonrió antes de susurrar: — Estoy totalmente de acuerdo contigo.

Un pequeño silencio agradable se instaló entre ambo. En el fondo se escuchaba el ruidoso parque de diversiones, la música a todo volumen y los gritos emocionados de las personas, todo a su alrededor transmitía mucha energía.

—Iré por una malteada, ¿deseas una? — cuestionó él.

Piper le regaló una sonrisa declinando su invitación. — No, gracias.

—Okay, entonces, vuelvo en unos minutos... — anunció mientras revisaba su billetera.

—Te acompaño, creo que mi hermano se encuentra por esos lados.

Caminaron el uno al lado de otro a una distancia prudente. Mientras Matthew zigzagueaba entre las personas hasta llegar puesto de comidas y comprar la malteada de chocolate que su madre tanto le había recomendado, Piper se alejó solo un poco en busca de su hermano en los siguientes puestos de comida y de entretenimiento.

"¿Dónde estás?". Envió el mensaje sin dejar de recorrer el lugar con dificultad. El muelle estaba a punto de reventar por tantas personas, era tan difícil caminar que fue arrastrada por la multitud, alejándola del lugar en donde debería estar.

Suspiró peinando su cabello hacia atrás.

Oh, no.

Perdió a su compañero.

Con dificultad y suma lentitud esquivó a las personas sin dejar de avanzar al lugar en donde creía que lo había dejado. Una vez ubicó el puesto de malteadas, se detuvo frente a el con la esperanza de encontrarlo. Había tantas personas en el lugar que comenzó a sentirse asfixiada, no podía moverse sin pisar a alguien y recibir alguna queja o insulto, incluso alguien casi derrama su malteada de cereza en su cabello al intentar alejarse de las filas.

Suspiró alejándose a tropiezos. No había rastro de él a su alrededor y no quería perder una agradable compañía mientras esperaba a su hermano.

Recorrió el lugar por diez minutos con la esperanza de encontrarse con sus ojos azules, pero ¿a quién quería engañar? buscarlo en aquel lugar sería como buscar una aguja en un pajar. Pasearse por allí era un total desafío, las personas te empujaban, pisaban, algunas eran amables y se disculpaban, otras se enfurecían y otros solo pasaban sin importarles nada, justo como el chico que acaba de pisarle el pie derecho para luego darle un empujó acompañado de un gruñido.

|Deseos a la luna| BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora