22. El sabor de sus besos

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Una vez mencionó que marcharse siempre fue su primera solución a los problemas. Las primeras veces fueron aterradoras, principalmente porque, aunque lo intentara, no lograba escapar de ellas, al contrario, por muchos años permaneció encerrada en el recuerdo de ambas.

Debía admitir que le encantaba recordarla, pero sus principales recuerdos estaban rodeados de días aterradores llenos de promesas y mentiras que se obligó a creer. Odiaba las mentiras, pero también se habían convertido en parte de su rutina.

En los últimos días había mentido solo un poco. Mintió al decir que solamente había perdido el sueño, también al decir que todo se encontraba bien y que el recuerdo de ambas no se distorsionaba en sus sueños.

No estaba bien, ¿o sí?

Recordarla de esa manera no estaba bien.

—Es solo una pesadilla, un mal sueño, no es real — una parte sí lo era, la recordaba a la perfección.

Acarició su pecho en busca de consuelo, obligándose a mantener la calma.

No podía ceder ante ellas, no se permitiría llorar una vez más. Solo debía encontrar el balance, lo había logrado una vez, podía hacerlo nuevamente.

Acompañada por la tranquilidad de la madrugada lavó su rostro, cepilló sus dientes y realizó su rutina facial con el objetivo de mejorar su apariencia. Una vez frente al espejo, se repitió una y otra vez que solo era una pesadilla, que podría lidiar con ellas; sin embargo, cuando aquella imagen que siempre se repetía en su memoria saltó en sus recuerdos, su pecho volvió a doler.

No quería recordarla de esa forma, entonces ¿por qué aquel momento se repetía en su memoria?

La había perdido, lo entendía a la perfección.

Las siguientes tres horas admiró la fotografía de los tres, trayendo consigo aquel recuerdo que tanto amaba y anhelaba volver a repetir. Accedió a recordarla, su memoria revivió el sonido de su risa; su nombre saliendo de sus labios; los abrazos que prometió darle cada noche antes de ir a dormir en caso de despertar y encontrar que ya se había marchado. Recordó a la perfección su última charla juntas, las promesas incumplidas y los reclamos, todo lo que sucedió aquel día lo catalogó como injusto e inhumano.

Suspiró dejando a un lado la foto.

¿Estaba bien sentirse miserable solo por un día?

Solo necesitaba un día, tal vez unas cuantas horas para drenar sus pensamientos y con ellos todas las lágrimas retenidas.

Desayunaría y regresaría a la cama porque eso era lo que necesitaba.

Al ingresar a la cocina Morgan la saludó con una gran sonrisa a pesar de su rostro cansado, de inmediato sirvió leche en un vaso para luego ponerlo en la isla frente a ella, incitándole a comer para empezar el día.

¿Estás bien? — aquella pregunta brotó de sus labios al mismo tiempo, ambas sonrieron la una a la otra.

—¿Qué haces despierta tan temprano, cariño? — cuestionó con voz dulce, estiró su cuerpo, bebió una gran dosis de café y merodeó por la cocina pensativa.

—Se me esfumó el sueño — sonrió encantada por el sabor de las galletas — ¿trabajarás hoy?

—Sí, también quería pedirte un favor — mencionó sin dejar de moverse de un lado a otro — ¿podrías cuidar a Nick mientras no estamos? No se me hace buena idea llevarlo con nosotros, quiero mantenerlo lo más alejado posible de esta situación.

|Deseos a la luna| BORRADORWhere stories live. Discover now