Promesas Rotas

275 4 0
                                    

//Narra Annie//

Esa era la voz que tanto pedí escuchar durante todo este tiempo. Parecía que al fin Dios había hecho caso de mis ruegos, y había traído a mi tan adorado ángel de regreso a mi vida. Después de semanas de ausencia autoimpuesta, Zac Watson volvía a dirigirme la palabra.

Nerviosa como nunca antes lo había estado, levanté la vista y me encontré de frente con los ojos azules de Zac, clavándose en los míos con desesperación. Una extraña emoción los embargaba, permitiendo que se vieran vidriosos. Ambos bajo el marco de mi puerta, nos mirábamos en silencio, para luego bajar los ojos y clavarlos en el suelo tímidamente. Por más que buscara en mi memoria, no encontraba las palabras correctas para decirle.

* Zac, yo… - alcancé a susurrar tontamente, pero él puso un dedo en mis labios y no me dejó continuar.

Supongo que las palabras acudieron a nuestras bocas al mismo tiempo. Decidí callar.

* Shhh, soy yo el que tiene que hablar… Tengo que terminar de decir algo muy importante.- explicó, ruborizándose- No me importan las consecuencias, no me importa si me odias o si lo que diré cambiará nuestra amistad… Annie, a mí ya no me basta con decirte amiga, esa no es la palabra correcta para referirme a ti… Quiero que seamos más que eso. ¿Recuerdas esa vez, en el salón de las Olimpiadas?- yo asentí en silencio mientras él se atropellaba al hablar- Esa vez debí haber confesado todo, pero creía que era algo apresurado. ¿Hace cuánto nos conocíamos? Sólo algunos pocos días, nadie se enamora en días; pero créeme que a mí me bastaron segundos para que mi corazón se encaprichara contigo.- ambos estábamos uno junto al otro, tan cerca que podíamos respirar nuestros cálidos alientos- Por favor, permíteme terminar lo que comencé.- pidió y se me acercó

más. Tomó mi cara entre sus manos, obligándome a mirarlo- Permítele a mi corazón amarte.- terminó.

El tiempo se detuvo de pronto para estas dos almas condenadas.

Mi corazón dejó de latir por un instante. Por un fugaz momento cedió en su marcha desesperada dentro de mi pecho, para luego reemprender con locura sus palpitaciones. Mis ojos se inundaron de emoción mientras las manos me temblaban, sin que yo pudiera hacer nada para impedirlo. Era como si ya no fuera dueña de mi propio cuerpo, pues ya no tenía la capacidad de calmarlo.

Zac se aproximó de a poco hacia mí, acabando con la escasa distancia que nos separaba, y aún manteniendo sus manos tibias firmes en mi rostro. En un arrebato de pasión incontrolable, se dejó llevar por el deseo y me besó en los labios. La euforia se apoderó de mí mientras sentía los besos por ratos suaves y tiernos, y a veces fieros y salvajes de Zac. Sus labios dulces, el placer culpable más tentador que había probado en mi vida, se movían entre los míos como en una danza ancestral, a la que ni el Tiempo pondría final. De pronto y toda mi vida tenía sentido, como si ambos hubiéramos estado destinados a vivir este momento.

Con ternura dejó de besarme, dejándome con la respiración entrecortada y las palpitaciones al borde del colapso. Me observó de nuevo con sus ojos penetrantes, a través de los cuales podía ver su alma inocente, pero luego reincidió en su juego con sabor a amor. Otra vez estábamos fundidos en un ósculo interminable, entregándonos todo lo que teníamos a través de ese vínculo.

Sus manos liberaron mi rostro ruborizado y bajaron hasta mi espalda, donde me presionaron contra él y su pecho tibio, dentro del cual latía un corazón casi tan agitado como el mío. Yo hice lo propio con mis brazos, casi inconscientemente y sin poder de decisión, los crucé detrás de su cuello, obligándolo a inclinar su cabeza para estar a mi altura. Nos separamos una vez más, sólo para cumplir con la ahora prácticamente innecesaria tarea de respirar. No necesitaba nada más que sus besos para vivir.

Another Day in the ParadiseWhere stories live. Discover now