Please Be Mine

275 4 0
                                    

//Narra Annie//

Eso era algo que mi mente de niña nunca concibió. Mis ingenuos pensamientos no habían vivido lo suficiente para ser capaces de imaginar el siquiera recibir el golpe de algún hombre, que no fuera mi padre reprendiéndome.

Aquella bofetada me encontró en el momento menos esperado, cuando yo sólo quería que una sonrisa se le dibujara en los labios a mi novio. En lugar de eso, todo lo que recibí, fue un golpe proveniente de un hombre herido en el orgullo, por la razón más injustificada.

* ¡No te estoy engañando! ¡Por favor, créeme!- supliqué desde el suelo, mientras las palabras se me ahogaban entre sollozos.

* ¿Y este ramo de rosas quién te lo envió? ¿Tu papá?-

* No tengo idea.- susurré casi sin fuerzas, pero en un tono lo suficientemente alto para que él oyera.

* ¡Perra traidora!- volvió a mascullar, crispado hasta lo más hondo de sus sentimientos.

Avanzó hacia mí otra vez, con la ira reflejada en sus antes tan hermosos ojos azules, pero se detuvo a los tres pasos. Pareció como si de pronto algo hubiera cambiado en él, de su mirada desapareció el aspecto endemoniado y su ceño se relajó. Se arrodilló a mi lado, nervioso y alterado. Sin que yo fuera capaz de comprender su errático comportamiento, me tomó las manos entre las suyas y me observó, visiblemente arrepentido.

* Perdóname, mi amor.- me suplicó con su mirada sincera- Sólo… me descontrolé… Entiéndeme, para mí eres TAN importante y vital, que no soportaría la idea de saber que otro te ronda… Soy un idiota. No volverá a pasar…- prometió.

No sé cómo, pero esas palabras consiguieron alejar de mí el dolor causado por el golpe desenfrenado que me plantó en la mejilla. Fue como si su promesa se grabara en una roca, de donde nadie podría borrarla nunca.

En mis labios se esbozó una sonrisa nerviosa, con las lágrimas aún recorriéndome el rostro adolorido. Me las quité rápidamente con una mano libre, la otra estaba en poder de Zac en estos momentos.

* Tienes razón.- dije, mientras él me ayudaba a poner de pie- Eres un idiota…- ambos reímos tontamente- pero idiota y todo, te amo tanto que no hay nada que no pudiera perdonarte…-

* Ven acá, princesa.- declaró, con su voz tan cálida como siempre, mientras me atraía con sus brazos fuertes hacia su tibio regazo.

Escondí mi rostro entre su pecho y aguanté el llanto, que mis impulsos me obligaban a liberar. ¡Diablos, Zac Watson, mi corazón te quiere a tal punto de ser capaz de olvidar cualquier herida o golpe, sin importar nada! Llevó una mano a mi mentón y lo elevó hasta estar a la altura de sus labios. Instintivamente me dejé llevar por mis emociones, y nos besamos, relegando al olvido, por pacto implícito, aquella tarde de descontrol.

Pensé que eso sería sólo un hecho aislado, pero poco a poco tornó a volverse cada vez más frecuente. Era común que cuando estábamos solos, a Zac se le crisparan los nervios por cualquier cosa, y uno de sus puños terminara en mi mejilla, y luego, con otro golpe, el suelo me recibiera, literalmente, con los brazos abiertos. Muchas veces mi piel sangraba abiertamente y me quedaban hematomas a los que debía buscar las más creíbles explicaciones, todo por ocultar el comportamiento cada vez menos comprensible de mi amado.

Y ese era justamente el problema: Yo lo amaba. Desde el primer momento que lo vi, desde aquella primera sonrisa que se le dibujó en los labios especialmente para mí, desde que sus palabras me acariciaban los oídos al hablar; desde entonces, no

había nada lo suficientemente fuerte como para forzarme a exiliar de mi corazón a Zac. Ningún golpe, ninguna bofetada, ningún arranque de celos injustificados; nada sería capaz de al menos hacerme dudar estar con él.

Debo reconocer que cada vez se volvía más difícil sostener este tipo de relación tan autodestructiva. Pero, considerando los hechos de manera imparcial, a mí me hacía más daño la sola idea de separarme un centímetro de él, que sus golpes, por fuertes y brutos que éstos fueran.

Por eso, por el amor sin límites imaginables que yo le tenía, no fue difícil acceder, contra mis propios deseos, a su petición, la que formuló de la manera más sutil (y casi idiota) que yo pudiera concebir; puedo confesar, muy a mi pesar, que prácticamente no noté sus intenciones.

* Te amo, princesa.- me susurró a los oídos una tarde cualquiera, sentados en el sofá de su casa, mientras me aferraba entre sus brazos musculoso, producto del ejercicio físico- Te amo como jamás creí amar a alguien.-

* Yo siento lo mismo por ti, Zac.- respondí en otro susurro, acurrucada en su tibio y protector regazo- Antes de conocerte, pensé que el amor era algo que nunca llegaría a mi vida.-

* Todos nos equivocamos.- me recordó al momento que esbozaba una sonrisa, la que yo interpreté por el leve movimiento que hizo su pecho al reír- Y doy gracias porque tú lo hayas hecho en cuanto a eso…- se detuvo y comenzó a acariciar mi cabeza antes de continuar, mucho más titubeante que antes-… ¿Sabes algo?... Creo que ya es momento de… hacer algo más…-

Me erguí derecha para observarlo. Realmente no entendía a qué se refería. Y me extrañaba aún más que estuviera tan ruborizado y nervioso al momento de dirigirse a mí. De hecho, la que casi siempre se sonrojaba con cualquier cosa, sin importar cuánta confianza nos teníamos, era yo.

* ¿Algo más?- repetí, con la confusión reinando en mi rostro y levantando una ceja- ¿A qué te refieres?-

* Es que… supongo… puedo estar equivocado… pero tal vez sea momento de… hacer otras cosas…-

* Sería más fácil de entender lo que quieres decir, si no te dieras tantas vueltas con las mismas palabras.- expliqué riendo, divertida al escucharlo. Zac se sonrojó aún más con eso y bajó la mirada- Amor, dime exactamente qué quieres, puedes confiar en mí.- aseguré sellando mi promesa con un tierno beso.

* Quiero hacerte mía, Annie.- confesó con el rostro serio y la mirada impasible- Quiero que descubramos juntos ese mundo de pasión que aún nos es ajeno.-

Another Day in the ParadiseWhere stories live. Discover now