Another Day In The Paradise

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//Narra Nick//

Las horas pasaron frente a mis ojos empañados con una lentitud abismante. Sentía deseos de entregarme en cuerpo y alma a un llanto desgarrador que me estremecía; quería arrancarme el corazón con las manos y lanzarlo por un precipicio. Lo tenía herido, y desprenderlo de mí era la única solución que parecía ofrecerme algo de paz. Por enésima vez llevé las manos a mis mejillas y removí los rastros de una lágrima que recientemente había dejado allí su huella salada. Al hacerlo, el nudo de mi gargante tomó fuerzas, consiguiendo estremeserme el cuerpo entero.

Me había quedado hasta estas horas sentado en mi banco en la sala de clases. Eran las seis de la tarde y yo seguía inmóvil, sin ser capaz de mover ni un miserable músculo para cambiar de posición y marcharme a mi casa. Miraba mi escritorio vacío cuando Jeremy ingresó a la sala. Éramos las únicas dos almas en aquella aula gigantesca donde se habría llevado a cado el examen, de no ser por… Mi corazón pareció ser víctima de un choque de camiones, ya que lo sentí oprimido por una fuerza desconocida.

* ¿Hasta cuándo vas a estar aquí?- quiso saber Jeremy, tomando una silla y sentándose a un lado mío, con las piernas abrazando el respaldo- Ya es tarde.-

* Lo sé.- mascullé por lo bajo, con un tono que no sabría distinguir si fue de pena o frustración.

Desvíe mi mirada de los ojos casi inexpresivos de Jeremy, y la concentré en la pared, tratando de encontrar los más insignificantes errores que ésta pudiera tener. ¡Qué ironía! Hasta liberar un mísero suspiro me quebraba el alma en miles de trozos, que jamás podría recomponer. Había alejado de mi mente el pensamiento de ella, esa chica cuyos recuerdos tanto me atormentaban ahora.

La veía todos los días en la Privada, aunque sea al menos una fracción de segundo. Su simple sonrisa parecía iluminarlo todo; ella era la niña más alegre, más optimista, más espontánea que yo había conocido. Era ingenua y madura a la vez; encantadora hasta la más pura esencia; soñadora como todos los inocentes; ella era el grácil ángel que le había dado sentido a mi vida cuando yo quise matarme… Le debía tanto… Y lo peor de todo es que nunca podría devolverle el favor.

* ¿Estabas llorando?- volvió a preguntarme Jeremy, con su voz insegura.

Noté que había estado contemplándome mientras yo veía la pared con aire ausente. Por un segundo sentí vergüenza al sentirme invadido en un momento tan privado; pero luego concordé en que eso era lo menos importante.

* Llorar no arreglará nada… -me dijo antes que yo pudiera responder. Me sentí aliviado ya que no tenía ánimos de hablar- … Las lágrimas no le devolverán la vida… -terminó, dedicándome un vistazo.

Un silencio incómodo se dejó caer entre nosotros, y por ratos parecía ahogarnos con su muda opresión. Ninguno de los dos hablaba, yo al menos no tenía intenciones. De pronto, cualquier intento de hacerlo fracasaba en mis labios inertes por el dolor. Me sentía patético en esa situación, con los ojos rojos, cubiertos de lágrimas; y aquel nudo traicionero ahogándome en mi garganta. Hacía tiempo el sufrimiento no se manifestaba así en mi vida. Antes, las cosas podían haber marchado mal, pero siempre había una luz al final del túnel, un atisbo de esperanza del cual aferrarme y por el cual luchar. En cambio ahora las cartas ya estaban echadas, y yo me había quedado sin opciones de hacer algo. El juego estaba perdido antes de comenzar.

* Nick, era sólo una chica…-volvió a hablar Jeremy, tratando de despegar de mí el aura de dolor que me había cubierto- … La gente muere todos los días, esto es sólo otro día en el Paraíso… DEBES acostumbrarte a cosas como estas, porque así es la vida…-

Las palabras de Jeremy me daban vueltas en la cabeza cuando tomé el autobús; sin embargo, no me dirigía precisamente a mi casa. Huir siempre era mi opción, la que tomaba cual cobarde criminal. Escapar de los problemas apenas las cosas se tornaban difíciles; no hacer ningún intento para solucionarlo… Ese parecía ser mi lema; de hecho, eso estaba haciendo cuando la conocí. El día que Annie llegó a mi vida, yo estaba por terminar con la mía. De no ser por ella, quizás yo ahora estaría muerto… Como ella ahora… Aún a mi mente se le hace difícil concebirlo… ¡¿Cómo puede estar muerta ahora?! ¡¿Quién?! ¡¿Quién fue el maldito que le cortó las alas?! ¡¿Quién?!... Juro que si lo encuentro, lo mato.

Another Day in the ParadiseWhere stories live. Discover now