Wattpad Original
Te quedan 83 partes más de forma gratuita

6. Atrapada en un castillo lúgubre

64.1K 6.5K 864
                                    

Era él.

Era el hombre que encontré en el bosque Kejo.

Inclinó su cabeza a un lado y me miró, mostrándome la misma sonrisa cálida y bonita. Me daba la impresión de que era parte de su ser regalar ese tipo de gestos sin esfuerzo, sin guardar intenciones malévolas. Dejó lo que hacía para encontrarme a mitad del recorrido.

—Señorita —comentó con dulzura—. Es bueno verla tan pronto.

Asentí con la cabeza.

—La acompañaré de ahora en adelante —se dirigió al guardia, dándole una mirada llena de autoridad. Luego me observó con detenimiento, suavizando su expresión—. Como es de noche, un recorrido por nuestro territorio no es para nada adecuado, pero deje que la guíe a su nueva habitación. ¿Le parece justo? Imagino que debe estar cansada por todo este ajetreo y la caminata.

Estaba lejos de estar cansada, más bien, andaba ansiosa y un tanto nerviosa por todos los cambios al que comenzaba a someterme en tan poco tiempo. Me limité a mover la cabeza en asentimiento, accediendo a sus mandatos.

—Mañana será un gran día —añadió él, soltando un suspiro—. ¿Está ansiosa por conocer a su prometido?

—Mucho.

Él sonrió.

Ambos nos dirigimos por un pequeño camino de piedras, que dividía varias partes del castillo en construcciones separadas, pero que se unían como uno solo por encima de nuestras cabezas. No podía admirar tanto la belleza arquitectónica del castillo como me gustaría debido a la oscuridad, seguramente mañana tendría más posibilidades de contemplar detalles que ahora escapa de mi vista.

—¿Lo conoceré hoy? —pregunté.

—No, señorita —dijo él—. Quizá lo conozca mañana o algún otro día cercano.

—Entonces no será pronto.

—No puedo asegurarle nada. Él espera que usted se adapte primero a su nuevo hogar. Lo que me parece comprensible.

Tras pronunciar esas palabras su tonó cambió ligeramente. Fue algo leve y poco perceptible, pero no existía duda de que percibí vacilación y un poco de temor. ¿A qué se debería?

Quise decirle que para mí era todo lo contrario. Tenía la esperanza de que presentarme esta noche me permitiría conocerlo finalmente, quería saber qué tipo de hombre era. El trato amable que este extraño me mostraba elevaba mis expectativas, tanto que ansiaba acabar con la incertidumbre que carcomía mi mente por saber todo lo referente a mi prometido.

Admitía que me decepcionaba un poco no conocerlo de inmediato, mataba mis ilusiones al decir que podría no verlo tan pronto como esperé.

—¿Cómo es él? —insistí.

—¿A qué se refiere? —Sus pasos se detuvieron, mirándome con una expresión que me dejó desconcertada—. ¿Se refiere a cómo se ve físicamente? —cuestionó, tajante.

Di un paso en reversa, noté el cambio de su voz y el semblante sombrío que adquirió su rostro.

—No precisamente. —Me apresuré a decir. Para evadir su intensa mirada, opté por mirar el cielo estrellado antes de agregar algo más—. Me gustaría saber todo de él.

Regresé mi atención hacia el hombre.

—No creo que sea la persona adecuada para decirlo —musitó.

—¿Por qué no?

—Es una historia sin sentido, podría abrumarla.

Desvié la mirada otra vez, seguimos nuestro recorrido sin saber a qué parte del castillo me trasladaba. La inmensidad del lugar era lo único abrumador aquí. Al estar bajo la protección de las paredes del castillo, el calor me invadió casi al instante. Había candelabros colgando del techo, pegados a la pared y en cada rincón del corredor para no dejar punto sin luz. Mi acompañante me guio hacia las gradas que llevaban a un segundo piso, donde él me guio hacia dos puertas enormes que contrastaban el uno con el otro, ambos situados a mitad del corredor enorme.

El hombre abrió la puerta que se situaba a la izquierda.

—Este es su aposento, señorita, y la puerta del frente, es la de su prometido. —Me sonrió—. Y no, no compartirán cama —añadió.

Solté un suspiro. Le dirigí una mirada molesta. Antes de agradecerle siquiera el breve recorrido, él me avisó que la cena, solo por hoy, se serviría a mi habitación.

—Tenga una linda noche —le dije.

Sabía que él iba a decirme algo más, lo noté por la ansiedad que cubría sus ojos mientras me miraba. Cuando cerré la puerta detrás de mí, una sensación extraña me invadió al instante, quizá era emoción o decepción. Realmente había creído que todo iba a ser diferente, que podría ser parte de algo más que una familia con reglas y reprensión de emociones. Había esperado con ansias este día solo para cenar sola en una inmensa habitación repleto de lujos que no quería.

Tal como el extraño mencionó, la cena llegó en bandejas de plata por cinco doncellas vestidas con uniformes un tanto peculiares. Ninguna me miró, todas actuaban cual marionetas que eran manipuladas por un ente invisible.

Ni mencionaría los siguientes días que trascurrieron tras mi primera noche. Me convertí en una muchacha encerrada en el aposento de un castillo extraño y lúgubre. Sin prometido, sin compañía, con tiempo de sobra e incontables sirvientes que no hablaban. Contrario a lo que creí, nadie parecía a gusto conmigo.

Ni siquiera el extraño caballero volvió a presentarse. Debería haberlo preguntado. Había pasado tanto tiempo desde que cuestioné el nombre de alguien, algo tan simple debería ser fácil, normal y evidente de preguntar. Debería ser natural querer saberlo.

Todo mi mundo se limitó a Mika. Aunque vi muchos rostros, mi doncella muerta fue la única que tuvo un nombre en mi mente. Lo demás era irrelevante, no se me permitió conocerlos.

Bueno, la próxima vez que viera al extraño intentaría preguntar su nombre. Tal vez por ser un simple sirviente no le era permitido visitarme, sí, eso explicaría su repentina ausencia.

Solo no quería que mi estadía en el castillo se convirtiera algo horrible... y solitario. 


Facebook: Lectores de Bermardita (grupo)

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Facebook: Lectores de Bermardita (grupo)


Princesa de un castillo de monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora