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10. Verdaderos monstruos

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—¿Se encuentra bien? —cuestionó.

—En el cielo hay un monstruo —balbuceé aterrorizada.

—Si llega hasta ahí debe ser más grande de lo que imaginé.

Realmente no lo llegué a pensar. Algo en este hombre se sentía especial y nostálgico, no entendía bien qué era o a qué venía el sentimiento. Tenía la certeza de hallarme segura en sus brazos. Pero, también era normal hacerme preguntas. ¿Y si me alejaba de todos para hacerme algún mal? ¿Y si...?

—Jamás le haría daño —me aseguró.

Me atreví a alzar la mirada, temiendo ver de reojo indicios del monstruo que observaba con impaciencia desde la altura, pero él no me miraba o físicamente no parecía hacerlo. Mantenía los ojos vendados, con su rostro inclinado y volteado en mi dirección.

Tampoco le pregunté cómo había adivinado la raíz de mis pensamientos. Opté por hacerle otra pregunta.

—Usted es mi prometido, ¿no?

—Prometido... —musitó, soltando un suspiro cansino.

—¿Lo es?

—Puede ser —contestó sin más.

No insistí al respecto. Su sonó distante, sin emoción alguna. Guardé silencio, no me gustaba insistir, sus gestos hablan por él. Él se detuvo de pronto, dio un leve brinco y logró colocarse sobre unas enormes rocas, a unos pasos de un gigantesco árbol. Cuando me dejó al suelo, descubrí un paisaje mucho más impresionante y muy diferente al que tenía al abrir las ventanas de mi habitación.

Era una vista impresionante que mostraba lo imperiosa y magnifica que era el castillo en una faceta. Me enfrasqué tanto en el rostro bello de mi acompañante que olvidé admirar mi entorno. Debí haberlo grabado y guardado bonitas imágenes en mi cabeza. Aunque, teniendo en cuenta la situación extraña que envolvía al castillo en estos momentos, no era extraño olvidar algo tan simple.

La distancia del castillo entre nosotros era muy amplia. No recordaba haber pasado por un peñasco pronunciado, ese valle de rocas que sostenía el castillo en lo alto jamás lo habría imaginado de esta manera. Parecía un mundo diferente y ajeno al resto.

Sin embargo, a pesar de la extraña naturaleza y las incongruencias que no conseguía explicar en mi cabeza, no podía negar que la imagen que tenía adelante era maravillosa. Las flores de los todos los árboles cubrían el césped y las rocas con sus pétalos, haciendo que todo alrededor fuese como estar flotando sobre nubes de flores. Él me invitó a sentarme con cuidado sobre una roca en forma de silla.

Cuando creí que se marcharía para ayudar y librarse del monstruo que acechaba al castillo, él se desplomó a mí a lado, en una postura relajada y satisfecha.

—Es hermoso, ¿no cree, señorita?

La vista era espectacular y su compañía me resultaba muy grato e interesante. Fijé mis ojos a la construcción que se alzaba hacia el cielo, viendo la belleza arquitectónica con la que fue moldeada a la perfección. ¿Cómo sería estar aquí en este sitio en una noche de luna llena?

Se miraría tétrico, misterios y hermoso. Podía imaginar la luz de la luna iluminando los ángulos del castillo.

Lo terrible del paisaje era la posición del mirador. Un mal paso me haría caer directo al abismo, llevándome a una muerte instantánea.

—El castillo es impresionante —expresé.

La fantasía y la magia se espantaron tan pronto una sacudida hizo temblar la tierra y las rocas con violencia.

Princesa de un castillo de monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora