Wattpad Original
Te quedan 67 partes más de forma gratuita

22. Pretendiente inesperado

40.1K 4.7K 619
                                    

Ese día, estábamos desayunando Lorenzia, Florentino y yo en una mesa de madera desgastada, contando anécdotas divertidas a las que tímidamente participaba. Comíamos la comida que sobraba del desayuno de esa mañana nublada.

Los tiempos de comida siempre eran alegres. Tenía cierta inclinación por las cenas porque no teníamos que apresurarnos, nos tomábamos el tiempo suficiente para degustar de nuestra escasa comida y hablar de nuestro día sin interrupciones.

Pero a mitad a del desayuno de ese día en particular, cuando creí que las cosas marchaban bien, la voz escandalosa de la señorita Rosseta llegó a mis oídos. Casi perdí la paciencia, no porque impedía que comiera de forma tranquila, sino por hacer que la historia interesante y divertida que contaba don Florentino quedara inconclusa.

—¡Rías! —gritó eufórica—. Deja de holgazanear y ocúpate de mí.

Solté un suspiro, reprimiendo las ganas de responderle. Pude haber dependido de muchas personas durante mucho tiempo, pero jamás fui tan egocéntrica —o me gustaría creer—.

—Enseguida, señorita, ¿desea algo?

—Obvio —respondió, como si hubiese dicho algo absurdo. Ella acompañó su comentario revoloteando los ojos de forma exagerada.

Limpié la comisura de mis labios con una servilleta, disculpándome en silencio con Lorenzia y su marido, que asintieron en compresión.

—¿En qué necesita que la ayude? —pregunté con fingida amabilidad, gesto que a ella le pasó inadvertido al quedar sumergida en un mundo fantasioso.

—Tendremos visitas esta tarde, debes arreglarme porque mi futuro esposo estará presente. Tendrás la culpa si no le parezco lo suficientemente atractiva para ser su esposa.

Cuando ella me dio la espalda, abrí los ojos, observando su cuerpo diminuto con horror. No sabía la razón, pero me parecía imposible crear algún milagro cuando ella no se esmeraba en ser alguien más refinada. Si algo me preguntaba casi de forma constante era la falta de modales que tenía la señorita Rosseta, era casi imposible asumir que su madre no tenía suficiente dinero para contratar a una institutriz y dejar que se ocupara de la educación de su hija.

Seguí a la señorita en su habitación en la segunda planta de la casa, deseando poder cumplir sus expectativas. Al menos le daría unos consejos, le repetiría las mismas palabras que mi padre me decía cada vez que llevaba un hombre a casa para conocerlo o escuchar su propuesta de matrimonio. Después de todo, conocía esa ansiedad que se creaba por conocer a alguien. Esperaba que sus ilusiones no fuesen tan altas, así cuando el hombre la decepcionara, el golpe no sería tan doloroso.

Solté un suspiro exasperado mientras veía a Rosseta hacer un mohín con los labios.

—Nunca me has hecho un vestido. —Ella me miró mal.

—Lo siento.

—Te ordeno que para mañana me tengas uno listo, no quiero usar más de dos veces el mismo vestido, ¡y más cuando un hombre quiere desposarme! ¿Qué se supone que usaré ahora?

—Seguro habrá algo lindo en su armario, señorita. Deje que le eche una mirada.

—¡Ay, no! —Exclamó, horrorizada. Me sobresalté ante su griterío—. No te atrevas a tocar mis vestidos, podrías estropearlos.

—Entonces sugiero que escoja su vestido que yo la peinaré y maquillaré antes de que el afortunado se presente.

Mis palabras salieron a rastras de mis labios, dejándole traslucir mi apatía por su comentario anterior. Por supuesto que ella no se percató de mi tono hostil. Suspiré, rendida.

Princesa de un castillo de monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora