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51. Cambios bruscos

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Cuando desperté al siguiente día, lo primero que vi al abrir los ojos fue a Naseen de pie a la par de mi cama con una taza humeante en las manos. Me levanté de sopetón ante la impresión de tenerlo ahí. Sentí las mejillas colorearse por la vergüenza, y pronto un leve mareo me sofocó ante el movimiento repentino.

—Sauto me mandó a preguntarle si usted estaba dispuesta a acompañarlo a cierto lugar.

—¿En este momento? —pregunté con la voz todavía adormilada.

—Después del desayuno —aclaró—, y después de que se vista y se arregle.

Mi cabeza se sentía pesada y adolorida, contuve las ganas de quedarme en mi cama todo el día. Incluso mis doncellas, que estaban observando la escena, se sorprendieron ante mi falta de voluntad para levantarme, pues era la primera vez que adoptaba esa actitud holgazana ante ellas. No sabría definir cómo me sentía esta mañana, si avergonzada o como una persona que se había quitado un peso encima. Quizá más lo segundo. Aun con los recuerdos de la noche anterior con Sauto rondando por mi cabeza, más que sentirme cohibida, me sentía algo relajada y tranquila. Y libre.

Solté una risa nerviosa. Froté los ojos despacio, luego me acomodé sobre la cama. Esperaba que Naseen se marchara tras darme el aviso, pero él solo se quedó de pie en su lugar. Solo lo miré, sin decir nada, y hacerlo me permitió notar la expresión entristecida de su rostro con más claridad. Algo en sus ojos me llamó la atención, había mucha nostalgia en ellos.

—Tengo otra razón de haber venido aquí —comenzó a decir, mientras arrastraba la silla más cercana y desplomarse con dureza sobre ella. No aparté la mirada de él, esperando. Él hizo un gesto con las manos, avisando a mis doncellas que nos dejaran solos—. Quería preguntarle sobre Sauto —agregó después.

—¿Él está bien? —me atreví a preguntar.

—Sí, sí, está bien. Bueno, eso creo. —Parecía no estar muy convencido. Soltó un suspiro profundo antes de añadir—: Ya no confía en nosotros.

—¿Pasó algo? —quise saber.

—Para serle sincero, eso quiero averiguar.

—No entiendo.

Las comisuras de los labios de Naseen se curvaron en una media sonrisa.

—Probablemente Sauto confía únicamente en mis hermanos mayores ahora. No comprendo el cambio que tiene, es demasiado brusco. Es como si fuera otra persona —aclaró, pensativo. Luego de una breve pausa, él sacudió la cabeza en negativa—. No, es como si hubiera vuelto a ser el mismo —agregó—. Es poco probable, pero no imposible.

Seguí viéndolo sin pronunciar nada. Me parecía fascinante esa faceta preocupada de Naseen, casi podía decir que era otra persona el que tenía sentado delante de mí. Nunca lo había visto con una expresión triste, a Naseen lo había tachado como alguien grosero, travieso y burlón; pero ahora, solo era un hombre confundido.

Pero, luego estaba en que no comprendía su actitud al venir conmigo a contarme todo eso. Sabía de los cambios de Sauto, pero las palabras de él al respecto parecían guardar secretos que estaban a punto de ser descubiertos.

—Debe apreciar mucho a Sauto —le dije, sonriendo.

Él asintió y sus ojos adquirieron cierto brillo.

—Siempre me consideré muy cercano a él, al menos, de entre todas las personas que están aquí. Siempre me buscaba a mí cuando quería divertirse, cuando se sentía cansado o cuando necesitaba algo —comenzó a decir con nostalgia, como si esos recuerdos fueran distantes ahora—. Probablemente solo soy alguien sin valor para él, alguien que puede desechar, pero eso no me importaba y sigue sin importarme. Es suficiente para mí solo estar a su lado.

Princesa de un castillo de monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora