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70. Gael

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Espero lo disfruten.

***

A los pocos días, por órdenes de Sauto, debía empezar a comer en el gran salón junto al resto. Él me sugirió llevar un velo sobre el rostro si no me sentía segura con mi apariencia. Aunque no era realmente necesario, se aseguró de ordenarles a mis doncellas que encontraran la formar de hacer que el velo se viera elegante y acorde a mi atuendo, siempre que yo estuviera de acuerdo.

Si bien les había dicho a mis doncellas que no me siguieran cuidando, Sauto no lo permitió.

—Solo a ellas podría confiarle su bienestar por ahora —había dicho él ante mi negativa—, el resto son torpes.

No le di una respuesta. Mis pensamientos seguían dispersos desde mi plática con Queen, dejándome inexplicablemente dolida y enfadada. Tenía el extraño presentimiento de haber perdido algo significativo; la sensación de haber olvidado algo en algún lugar se hacía abría a pasos agigantados en mi alma.

Mis doncellas trabajaron duro y en silencio tras recibir las indicaciones de Sauto. Me ayudaron a darme un baño, peinaron mi cabello, me maquillaron y vistieron como era ya costumbre. Me dejé tratar cual muñeca perdida y vacía. Al terminar y quedar bella parcialmente gracias al maquillaje, las joyas y el vestido, un velo que combinaba con mi atuendo, cayendo como cascada frente a mi rostro.

Tras la llegada de las prometidas de Sauto, esta iba a ser la primera vez que nos encontraríamos en el salón, razón por la que accedí cubrirme de pies a la cabeza.

Instantes después me encontré con la vista de dos de mis doncellas abriendo la gran puerta del gran salón. Tragué saliva. Apreté con fuerza mi vestido y deseé que la situación no fuese tan dura ni cruel conmigo en esta ocasión, me repetí incontables veces que sucediera lo que sucediese nada importaría. Estaba acostumbrada a los malos tratos y a no ser bien recibida, me limitaría a aceptar las reacciones. Uno de mis terribles errores era tener altas expectativas hacia los monstruos y hacia Sauto.

Finalmente, las puertas se abrieron de par en par.

Varios pares de ojos se posaron sobre nosotras tan pronto llegamos al salón. Sin ser consiente en su totalidad, busqué a Sauto con la mirada, restándole importancia al resto, en especial a las mujeres desconocidas que habían dejado de comer para observar mi entrada. No fue difícil encontrar a Sauto, lo encontré al otro extremo de la sala: permanecía sentando en un sitio destacado, con una expresión aburrida y hastiada. Su cara la mantenía apoyada sobre una mano y tenía los ojos cerrados, sin venda alguna; solo pudo moverse luego de que un hombre le susurrara algo al oído.

Despacio ladeó la cabeza en mi dirección y, de la misma manera, abrió los parpados, dejando ver un par de ojos negros. No cuencas vacías, sino ojos obscuros, que le proporcionaban un aspecto gentil pero peligroso. Sostuve con más fuerza mi vestido y apreté los labios, pensando que él era el último hombre a quien deseaba ver este día.

Seguía sin aclarar mis ideas y tener a Sauto tras de mí no ayudaba mucho.

—La llevaré a su asiento, señorita —habló una de mis doncellas, tocando escasamente mi espalda.

—Que sea lejos de Sauto. —Tragué saliva tras pronunciar esas palabras.

—Pero...

No esperé más. Por iniciativa propia busqué un sitio donde no tuviera contacto tanto visual como física con Sauto, por mi paz mental y emocional, debía marcar distancia. Al menos, por ahora.

Princesa de un castillo de monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora