El cajero atractivo

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Tick, tick, tick, teclas presionándose, tick, tick, un quejido de incorformidad, tick, tick.


El código de barras recorrió el sensor y el irritable sonido causó un gran eco en sus orejas. Tick, tick. Abrió la boca ligeramente para proporcionarle al cliente la cantidad exacta de su cuenta. La caja registradora se abrió en un lento movimiento, depositó los billetes y entregó las monedas junto con su ticket final.


Soltó el aire contenido en sus pulmones e inhaló con cansancio nuevamente cuando la mercancía lo alcanzó deslizándose por la barra del mostrador. Los días de quincena eran los más pesados en el establecimiento, una gran masa llenaba cada uno de los pasillos del centro comercial y su expresión inmutable de día con día, era sustituida con una pequeña arruga en la frente a causa de su gesto más común.


Neji Hyuga no era grosero, altanero ni prepotente, tal vez miraba con fastidio la interminable columna de individuos y por desgracia olvidaba la frase de recibimiento que su supervisor le repetía cansadamente al atisbarlo con su inalterable rostro, en cada oportunidad o, recientemente por su gran capacidad de expresión a través de sus redondos ojos. No manifestaba sus sonoros pensamientos negativos de frente ante los clientes especiales y de lento entendimiento al notificarles o aclararles exhaustivamente que no aceptaban American express, que no realizaba recargas pasadas las diez de la noche o que la firma electrónica no era suficiente, debían firmar en el voucher. Realizaba un esfuerzo inverosímil para silenciar su juicio y evitar reírse en la cara de los clientes, esfuerzos que no eran galardonados. Era un completo caballero con una paciencia infinita.


Dejó salir una exhalación con fastidio al observar el corredor que dirigía a las personas a su caja, vacío. Contempló el reloj digital en el monitor. Ocho de la noche, dos horas y podría largarse de ese lugar que detestaba más al paso de los días y que estaba obligado a pertenecer por motivos monetarios al tener que solventar su último año en la carrera, aunque estaba adelantado por dos años al ser proclamado por genio y aprobar con excelencia las materias de tronco común de la universidad, dejándole en la recta final junto con su interesante tesis que se transcribía con empeño y dedicación cada que contaba con un tiempo libre, y de igual forma al ser el afortunado de sustentar a sus dos primas, que meses antes, quedaron en abandono al perder a sus padres en un accidente automovilístico. De igual forma lograba suprimir muchos pensamientos al razonar que era un trabajo flexible.


―Repite conmigo Neji "Bienvenidos sean, estoy a su servicio"―escuchó una fuerte y cercana voz susurrarle a su oído izquierdo, creándole un desagradable temblor al sentir el aliento del hombre que no conocía el significado de espacio personal.


Frunció el ceño. Tenía una memoria excelente tanto auditiva y la visual era fotográfica, pero él solía seleccionar las cosas que poseían un grado alto de relevancia. Decidió pasarse por alto tan desagradable saludo al entender que no lo despedirían, el personal en el supermercado era remplazado con frecuencia además que eran demasiado incompetentes. Él era un empleado capaz, valioso, y que por su excesiva cordialidad no expresaba su malestar en diversos factores en cuando al manejo, funcionamiento y estructura del lugar; la única queja que podrían atribuirle es su falta de amabilidad o eso solían repetirle con esmero.


El hombre que supervisaba a los empleados sabía que él no lo escuchaba. Aunque se esforzará día tras día, no lo hacía franquear pero no perdía las esperanzas.

Antología NejitenWhere stories live. Discover now