Inevitable

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Ella transformó su gesto neutro a una ligera sonrisa ante su reflejo en el probador de la tienda de ropa, era el vestido perfecto. A él le gustaba el rojo y este lo volvería loco. Era desmesurado, el corte de estable dejaba a la vista un gran escote y en la parte inferior el vestido ocultaba la mayor parte de sus piernas, sin embargo en la parte derecha su pierna destacaba por una abertura.

Se dirigió hacia la caja, entregándole una tarjeta a la cajera y con las ideas revoloteando en su cabeza. Todo tenía que salir perfecto, era su tercer aniversario. Las cosas de desde hace unos meses estaban mal, su esposo estaba más distante de lo normal, si, ella no podría darle el calificativo de expresivo ni hablador a él y mucho menos amoroso, ese no era Neji Hyuga.

La fémina colocó algunos platos en la mesa de roble que se encontraba en el comedor y corrió hacia la cocina, para revisar que la lasaña estuviera en su punto antes de retirarla del horno. Era su comida favorita. Apagó el horno y se dirigió a su tocador para colocarse unas joyas que estuvieran a juego de su vestido, claro, un juego de aretes y cadena que el Hyuga le había regalado en su anterior aniversario. Se observó por última vez en el espejo y se sonrojó al notar aquella mirada que su reflejo le devolvió, de una enamorada empedernida. Suspiró intentando reprimir que su músculo cardiaco latiera desembocado y ambivalentemente se detuviera por una punzada dolosa constante.

Él era tan difícil de descifrar, a pesar de conocerlo hace años y estar casados hace tres, ella aún no lo comprendía del todo. No sabía ver cuando estaba enojado, triste, preocupado, abrumado, perturbado, aunque con el tiempo ella notó algunos indicios para suponer su estado de ánimo, Neji siempre se esforzaba en reprimirlo y mantenerlo solo para él. Aquella cuestión siempre fue un golpe bajo para ella, porque tal vez él no le tenía confianza, cuando de forma contraría todo era opuesto.

Aunque debía admitir que cuando se casaron, no lo amaba, sentía algo por él que aún no se había terminado de desarrollar ni mucho menos había descifrado, pero estaba dolida, porque Sasuke Uchiha la dejó, como muchas otras veces había sucedido, pero en esa ocasión se hundió en un sitio oscuro sin retorno y cuando él apareció, con aquellos orbes malva exóticos, se sostuvo de él como si vida dependiera de eso y es que fue así. Si, lo había utilizado, pero se esforzó y puso todas las ganas posibles, aunque jamás fue necesario, él la atrapó y antes de tener la oportunidad de notarlo, estaba perdidamente enamorada del Hyuga.

Era un completo caballero, aquella pequeña curva en su rostro resultaba en su cuerpo como un toque eléctrico que alcanzaba cada célula de su cuerpo y su corazón latía dolorosamente, por el amor abrumador que habitaba en su cuerpo. Así que cuando él se tornó distante, algo doloroso comenzó a cobrar viva en la boca de su estómago. El temor del mínima indicio del fracaso de su matrimonio la obligaron a esforzarse en ese día y ella tenía grandes esperanzas de que resultará bien, que todo eso conllevará a poder sentirlo tan cerca de nuevo, Neji hace unos meses que no la buscaba por deseo carnal y aquello le daba un plus a la ansiedad de la fémina. Ella lo necesitaba.

Encendió las velas que le brindaban un toque íntimo al ambiente y sonrió satisfecha mientras sus orbes se centraban en el gran reloj que adornaban la pared blanca de la sala. El Hyuga pronto llegaría.

Diez, quince, treinta y cinco, sesenta minutos, ciento veinte minutos. Un nudo en la garganta le impedía respirar adecuadamente. Contrólate, contrólate, esas palabras se repetían una y otra vez en la cabeza de la Haruno. ¿Acaso lo habrá olvidado? Sakura quiso sorprenderlo a su llegada con un banquete, pero la idea de que podría olvidarlo jamás cruzó su cabeza. Aunque la idea era clara, las lágrimas amenazaban por deslizarse en cualquier segundo, se estropeó cualquier intento del mejor aniversario.

Antología NejitenWhere stories live. Discover now