Un demonio más.

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Julio Loaiza nace un 23 de Agosto del año 1997 en un hospital de Caracas. Es el primer hijo del matrimonio de Claudia Martínez y Jorge Loaiza, ambos profesionales, orgullosos de que la primera vez que su hijo conoce la luz, es en Venezuela, un país lleno de colores, paisajes y oportunidades.

Julio, siempre tuvo una educación formidable, le inculcaron valores, lo alejaron de los malos caminos, le daban todo lo que necesitaba, era amante de la literatura, quería ser músico, tener una familia hermosa y estabilidad económica, un ser ejemplar, y claro que podía lograrlo, no necesitaba pensar en nada más que tener buenas notas, quitarse el uniforme al llegar del colegio, y organizar un futuro seguramente fenomenal. A los 15 años de edad conoce a Sofía, que se convierte en el amor de su vida al instante, era una jovencita de piel tostada, cabello largo, agraciada, excelente en los estudios y colaboradora en su hogar. A los tres meses se hacen novios, tienen una relación de esas que en la calle andan rebosando amor y creándole envidia a los infelices. A los 16 años de edad recibe la noticia que tendrá una hermana menor, y ya había perdido la virginidad junto con Sofía, que también le entregó la de ella. A los 18 años ya se habían graduado de bachilleres y Julio había obtenido su primer trabajo en una tienda de ropa. Todo transcurría a la normalidad, sus padres seguían juntos, un poco viejos, y su hermanita es una preciosidad, ya la tienen tildada de modelo, todo como debería ser...

Fue el día que Sofía se tuvo que ir del país por temor de su futuro cuando a Julio se le perdió el brillo en la mirada, se puso opaca, emanaba desgano, desmotivación, es que un amor fracturado por la imposición de la distancia, es un amor que se acaba injustamente. Desde ese día, todo empezó a perder su color, ya no veía esos paisajes aromáticos llenos de arte y vida en todos los rincones, sino un montón de escalas de grises, ya no reconocía a las personas, solo los apreciaba como sombras que se pegan a ti cuando te descuidas para absorberte. El dólar empieza a aumentar, el cierne de la escasez se escucha en las emisoras y en la televisión, aumenta la inseguridad, los robos, los asesinatos, la falta de valores. La realidad le golpea la cara una, otra y otra vez, sin embargo, aún le alcanzaba para comprar su ropa, comida, y salir a distraerse. Una noche se encuentra la familia sentada en la mesa, comiendo una harina que no es del color habitual, es harina de maíz molido, ya la harina pan se empieza a convertir en un tesoro nacional, y con ella todos los demás productos siguieron el camino, hasta estar metidos todos en un cofre que esconden los del dictamen, apenas empiezan a acostumbrarse a los rotundos cambios que se avecinan, la moneda se devalúa y los precios aumentan cada tiempo, sin que se suba el salario.

Ya Julio tiene 20 años, se le ve delgado, no ha tenido tiempo ni dinero para conseguir otra compañera, debe velar por la mirada hambrienta de su hermana menor, y por la estabilidad de sus padres que sufren. Saca sus cuentas mensual, si esta quincena un cartón de huevo está en 400.000bsf, para la quincena que viene debe estar en 600.000bsf, le pagan 1.700.000 mensual, ya esa cuenta lo atormenta, ha tenido que caminar del trabajo desde hace dos meses para ahorrar los 4.000 de pasaje, el dinero en efectivo es bastante difícil de obtener, y al comprar con efectivo las cosas salen más económicas (un cartón de huevo en 400.000 por punto de venta, pero en 270.000 en efectivo, si vas al banco a sacar dinero sólo te dará 20.000 bolívares, con suerte); piensa en pedir prestado, pero sabe que nadie presta dinero ahorita, en el infierno no existen los favores ni los préstamos. Julio debe buscar comida para cuatro bocas, se pasa las manos sobre su cabeza varias veces, está estresado, no le va a alcanzar el dinero para esta semana, decide dormir. Despierta al día siguiente, con ánimos de que conseguirá soluciones, prende la emisora y escucha que los huevos aumentaron a 1.000.000 el cartón, y así una nueva lista enorme de aumentos exabruptos, en tan solo unas horas de sueño, perplejo, dirige su mirada hacia la de su padre, que con dolor le dice que ya deberán dejar de comer huevos también, a Julio no le duele tanto lo de dejar de comer huevos, sino el "también"... Huevos, queso, pollo, carne, salsas, condimentos, pastas, comidas de un restaurante, golosinas, salidas familiares planeadas, en Venezuela, ya se había perdido eso de hacer planes a futuro, sino vivir el día a día y sobrevivir mientras se puede. El llanto de su hermana lo saca del pensamiento, tiene hambre, pero en la nevera solo hay agua fría y luz, decide salir a comprarle una empanada, están en 40.000bsf. Cuando llega al sitio, observa un papel con mala letra "Empanadas a 80bs", se maldice, ya aumentaron 40.000bsf más, ahora él no podrá desayunar, y la caminata hacia el trabajo es larga. Caminando a casa con el desayuno de su hermana, se detiene en una banca, la frustración era abrumadora, posa sus manos en su rostro y las lágrimas toman confianza para escaparse, su respiración es trabada, nadie sabe qué es lo que le toca vivir, naces en un país lleno de vida y amor, ingenuo del porvenir, y luego te encuentras en medio de un coliseo social, donde todos andan armados de insultos, mal humor, y cualquiera te da una puñalada en la espalda cuando menos te lo esperas, si te detienes a pensar eres un demonio más, todo te obliga a ser un defensor de tus pertenencias y valores, a no poder confiar. Mientras Julio llora, tres niños se acercan a pedirle un pedazo de empanada, eso le parte el alma, pero no puede darles, su hermana está por encima de todo, así que los rechaza, se seca la cara, aprieta los puños y sigue caminando, observa como una chica camina apresurada sujetando su cartera, luego escucha unos gritos, ella empieza a correr, pero unos chicos de la panadería que está cerca la interceptan, estaba robándose unos panes. Llega a su casa y logra darle desayuno, hoy sí.

Después de tomar un baño de agua helada, sale a trabajar sin ganas de hacer nada, se encuentra de muy mal humor y se va sin despedirse de su familia. En el metro hacia Los Dos Caminos —la estación donde empieza su caminata— su humor empeora, el calor es de sauna sudoroso, maloliente, todos se empujan para poder encontrar espacio, unas señoras se pusieron a discutir todo el viaje, pulsaron el botón de alarma varias veces en otro vagón, un ciudadano se lanzó a los rieles, hay fuerte retraso y abundan los comentarios ofensivos hacia el presidente Nicolás Maduro y su pandilla. Julio casi logra salir del metro porque todos lo volvían a empujar hacia adentro con cada paso, exasperado, por fin sale a caminar hasta el trabajo, es un trayecto concurrido al principio y algo desolado casi al llegar, todos los días se sabe de un inocente víctima de la delicuencia, y es que sí, diario en esa zona robaban mínimo a dos personas.

Ya es de noche y el día miserable de Julio está por terminar, no deja de pensar en la expresión de su hermana que espera algo de comida en la casa y él no tiene nada que llevar hoy, lo único que ha comido su hermana es aquella empanada en 56 horas, sus padres no han comido, él tampoco, sale del trabajo, camina rápido, hay tres tipos de mal aspecto en la esquina, lo van a robar, piensa, así que cruza a la otra acera disimuladamente, nota que uno de ellos se le queda viendo, se pone frío, pero pasa a salvo, luego escucha una moto que viene de frente, vuelve a sentir el frío en su frente, pero solo era una moto con un señor detrás. Llega al metro, después de tanto pensar, decide pedir dinero en los vagones para la comida, un acto de extrema humillación para él, pero no tiene alternativas. A las 10:45pm sale de su jornada agobiante como pedigüeño, logró recolectar efectivo suficiente como para comprar dos hamburguesas, estaba feliz, de ahí podían comer todos. Se dirige a su casa con una sonrisa, no sabe bien si de felicidad por obtener el dinero para la comida, no debería llegar a esas circunstancias teniendo un trabajo fijo. Son las 11:20pm, los padres de Julio están preocupados, es raro que llegue a casa tan tarde. Julio se encuentra en una de las esquinas de donde vive conversando con dos hombres de mal aspecto, planean un robo, el último de la noche para ellos, Julio jamás había rodabo, pero la oferta era tentadora, con lo que podía ganar iba a darles de comer a su familia por lo menos 2 meses. Le dan una pistola a Julio, el miedo se le denota con la palidez de su cara, le obligan a inhalar perico, uno, dos, tres pases que queman el orificio de su nariz, se siente inmortal, salen a ganar.

A la 1:30am terminó de hacer el robo, todo salió bien, robaron a 3 señoras que iban entrando a su edificio, tenían prendas de oro y dinero en efectivo. Julio ya va camino a su casa, de nuevo, no es el mismo niño inocente que nació en un país lleno de colores y oportunidades, en el mismo país ha sido destruido y lo que menos hay son oportunidades y colores. Un país que te arrebata los sueños, las esperanzas, te extermina el amor, te pisotea y te hace convierte en un ser que va de mas a menos cada día, infame, un demonio más del infierno. Julio antes de poder abrir la puerta de su casa recibe 9 disparos en la espalda y 2 en la cabeza, le despojan todo lo que había robado, los mismos que habían salido con él a robar, y su hermana y padres quedan en el escepticismo de qué, o por qué sucedió. Tanto sacrificio para terminar siendo un dígito más en la cifra de muertos del periódico en la mañana. 

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