¡Me Duele Mi País!

Martes nuevo, martes soberano.

Hoy es martes de... Volver a toda nuestra realidad, mientras seguimos refugiando y alojando a un criminal mundial en nuestro país. Hoy es martes de volver a llenar la desolada calle de un fin de semana que me hizo entender que la locura y el desespero llegan al límite que ellos decidan con tan solo decir una palabra. Hoy es martes, y somos más pobres que ayer, soberana metida de guevo nos dieron y con o sin ceros resolveremos. Hoy martes comienza un nuevo capítulo -increíblemente- en nuestra marcada historia viviendo la época del narcogobierno dictador, un capítulo​ dónde se puede ver entre líneas, la angustia agobiante que se apodera de la expresión de los jóvenes aspirantes, donde más niños sufren hambruna, donde comes hoy y no sabes si mañana podrás. Hoy es martes donde nuestro Robespierre sigue cortando cabezas a aquel que se oponga a esta Revolución​ Francesa/Venezolana. Qué indigno es despertar sin querer hacerlo, y que tus ojos se encuentren nublados y perdidos, tu cuerpo empieza a reaccionar con el piloto automático​ y odias verte al espejo porque tú mísero reflejo se encarga de cuestionarte, y detrás se halla el verdugo lastimando la espalda con latigazos certeros. Cicatrices internas que perduran no solo en tu memoria, sino en la memoria de esta Venezuela histórica, y de la Venezuela que esté en el porvenir hasta el fin de los días. Hoy es martes y sé que es jodidamente difícil salir a calle con la frente en alto, ya estás vestido, ya te pusiste las cadenas en todas las extremidades y aunque no estás listo para enfrentar un día menos, debes salir, y te ruego que vayas con una sonrisa, quizás de casualidad, entre tantas escalas de grises y paisajes manchados de rojo, podamos cruzarnos y se me contagie esa fingida sonrisa para poder regalarla a alguien más, comparte lo poco que tienes que quizás, viéndote como te enfrentas con un buen gesto a esta jornada de sadismo, contagies a alguien más para que comparta lo que nos queda de buena gente. Hoy es martes y la esperanza se ve dispersa y difuminada desde la ventana del autobús, con la frente pegada al vidrio de la ventana, los huecos de las calles se encargan de darte un buen golpe de realidad con cada brinco, y quizás, viéndote hacer una buena acción y con la frente en alto, a más de uno le esboces la esparanza, esa que no se ve, sino que se lleva y se transmite en cada uno de nosotros. No te derrumbes, que soy tu hermano venezolano y puedes contar con mi mano para levantarte, con mi hombro para apoyarte, y con mi carisma para alegrarte, aunque los músculos se crispen, hasta mi último suspiro, vas a contar conmigo y sé que voy a contar contigo para recobrar las fuerzas en medio de la guerra psicológica y el día a día. Hoy no es un día más, sino un día menos, no te consumas y ayuda al que se está consumiendo, todo está en nuestras manos.