25. Inna, tiene razón

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El timbre del recreo suena y yo sigo sosteniendo mi mano en mi cuello, intentando pensar como tapar el chupón antes de que termine el día y mi tía lo vea. Alzo la vista viendo a Inna que fuma uno de esos cigarrillos y luego me observa sentada en su banco. Su forma de vestir con esos pantalones cortados y ese cabello Violeta, es tan llamativo, me encantaría preguntarle muchas cosas.

Se da cuenta que la miro, mientras exhala el humo de su boca y sonríe. Acto seguido, agarra algo de su mochila y camina hasta mí.

—¿Quieres un chicle?

—¿Un chicle? —exclamo confundida.

—Sí, una golosina —agrega —pero que no se traga —luego opina —. Muy conservadores tus padres ¿no? —Enciende otro cigarrillo, tirando el que se le gasto y apoyándolo en su boca —. Toma —Me da el chicle —viene con sorpresa.

Me río.

—¿Con sorpresa?

—Sí, un tatuaje, sticker que se disuelve —Señala su cuello y me percato, así que me emociono.

—Gracias —Me pongo tímida —eres alguien intimidante, pero me caes bien, no eres mala persona.

Rápido se saca el cigarrillo de la boca para poder reírse.

—Que gran definición, me recuerdas un poco a mí, el año pasado —Mueve la mano con el cigarrillo entre sus dedos —no tan al extremo como tú, pero sí, sin saber que es lo que los idiotas hacen —Observa en dirección a dónde está Byron, Mark y Alen.

—¿Por qué? —pregunto curiosa y abro la envoltura del chicle, mientras sigo las instrucciones, de cómo pegar el sticker.

—Cosas del pasado, sin importancia. Yo que tú, me alejo de los idiotas.

Frunzo el ceño.

—Byron no es idiota.

—Cierto, es un imbécil, que es peor, aunque me pidió disculpas, como siempre tarde.

—¿Qué hizo? —Ladeo la cabeza.

Ahora me dió más curiosidad.

—Wow cuánta conversación hemos sacado, mejor terminemosla aquí.

—¿Por qué? —Hago puchero —Podemos ser amigas —afirmo.

—Solo quería arruinarle el juego al niño ignorante, no es de mala, pero me gusta estar en mi propio mundo —Se ríe y me guiña el ojo —. Si Byron te molesta, llámame y lo pongo en su lugar —Apoya el cigarrillo nuevamente en su boca y camina en dirección, fuera del aula.

—Pero...

—Yo que tú le hago caso —opina Ángel que continúa con su libro —. Está loca, pero tiene razón.

Inocencia AisladaWhere stories live. Discover now