Prólogo

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Supongo que no puedo decir que estoy sorprendida por cómo ha acabado esto, aunque en realidad sí lo estoy. No me esperaba un final de este calibre, sin embargo aquí me encuentro recogiendo mis cosas y con una desazón y una tristeza que no sería capaz de explicar. Cualquiera que me pregunte sobre mi estado de ánimo me diría, y con razón ¿qué te sorprende? Tú sabias a lo que venías, tú sabías que había un punto y final y aun así tienes esa cara de mustia. Sí, supongo que no soy tan fuerte como pensaba, juum, quién lo diría.

Termino de ponerle el celo a la caja y a continuación la pongo encima de las otras dos. Por suerte, sí, se podría decir que por suerte he conseguido apilar todas mis cosas en tres cajas y dos maletas, todo un logro he de decir. Lo que ha quedado fuera, nunca fue mío y en este momento sigue sin serlo, así que aquí se queda. Echo un último vistazo a la habitación, sonreiría, de verdad que sí, lo haría, pero no me sale. Esta habitación ha sido como una prisión, como mi celda personal y puedo afirmar sin hesitar que estoy feliz de perder de vista estas cuatro paredes. Cierro la puerta a mis espaldas y bajo las malditas escaleras, que puedo decir de estas maravillosas escaleras aparte de que les tengo un vértigo espantoso y dar gracias al karma de que nuestra relación no fuera más íntima de lo que por desgracia llegó a ser, las bajo despacio sujetando bien mi maleta en una mano y con la otra enganchándome a la barandilla como si la vida me fuera en ello. Cuando llego abajo me decanto por llevar la maleta en la mano y no arrastrarla por el suelo, no pesa tanto y el numerito de arrastrar la maleta otorgándole a este momento un dramatismo de culebrón de la hora de la siesta, totalmente innecesario, no procede, me niego a hacerlo.

Dejo la maleta en la puerta del despacho y abro sin llamar, no estoy en estos momentos para ser educada. Me quedo en la puerta.

- Ya he dejado todo listo, solo han quedado dos maletas y un par de cajas – asiente sin tan siquiera levantar la vista de la pantalla del portátil, como no, qué más se podía esperar de nuestro querido y adorado Frederick – el teléfono y las llaves están encima de la mesilla de noche – a continuación cierro la puerta y vuelvo a coger la maleta.

En la puerta me están esperando Heidi y la señora Schmidt, ésta última supongo para asegurarse de que verdaderamente me voy. Para mi sorpresa abre los brazos y me aprieta con más fuerza de la que cabría esperar teniendo en cuenta nuestra relación, sin embargo y por educación, la correspondo a la par que pongo mi maleta en el suelo. No hay palabras ni frases absurdas de despedida que ambas sabemos que no son verdad, mejor así, nos separamos. En el momento que mis ojos se cruzan con los de Heidi sé que voy a llorar y lo sé porque ya estoy notando como las lágrimas me nublan la vista. Dios como la voy echar de menos, nos abrazamos con tanta fuerza que por un momento parece que nos vayamos a fundir la una con la otra y convertirnos en una sola, no separamos y yo no soy capaz de volver a subir la vista y mirarla, así que opto por abrir la puerta y salir de la maldita casa de una vez por todas.

- See you soon Viktor - no puedo ni tan siquiera mirarle así que opto por seguir mi camino hacia la puerta de entrada de la propiedad.

Por suerte el taxi ya está en la puerta, la señora coloca la maleta en el maletero, me subo y nos vamos. Aunque sé que en un mes y medio volveré a venir a por el resto de mis cosas no puedo evitar abrir la ventanilla de mi lado y sacar la cara por ella, necesito verlo todo bien; el color de las casas, las aceras, los nombres de los comercios. Supongo que me lo merezco pero eso no lo hace menos doloroso.

Mi vuelo no salía hasta las 4 de la tarde y yo he llegado al aeropuerto a las 8 de la mañana, casi ocho horas antes del check in, pero cuál era la alternativa ¿quedarme ahí, en su casa después de todo lo que había pasado, después de suplicarle a la vida por activa y por pasiva que llegara este día, el día en el que volvía a casa, el día que recuperaba mi libertad? No, prefiero mil veces estar tirada en el aeropuerto. Volvería a casa, volvería a Madrid, ni yo misma lo creo todavía, después de soñar tantas veces con este día tengo que reconocer que estoy decepcionada. Sí, tengo lo que llevo queriendo desde que puse un pie en esta ciudad ¿y qué? Nadie sabe que me voy, nadie sabe que vuelvo. No habrá nadie esperando en el aeropuerto.

Y cuando me encuentre con mi familia qué les diré. << Mamá papá lo siento, me equivoqué>> Ni loca. La alternativa sería seguir mintiendo, es más a estas alturas tengo que asumir que esta mentira en concreto, Frederick y yo, tengo que llevarla hasta el final, hasta pasar página, hasta quemar el libro. 

LIES.Where stories live. Discover now