Capítulo 5.

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¿Sabes de esas veces que en el fondo de tus entrañas presientes que estás cometiendo un error garrafal pero aun así sigues adelante, aun sin ser capaz de atisbar el final del abismo al cual estás a punto de arrojarte de lleno sin remordimientos?


Y te tiras.


Te dejas engullir y despedazar.


Supongo que forma parte de la naturaleza humana, esa constante necesidad de adrenalina, de estar siempre al filo de la navaja suplicando a algún dios que todo salga bien, salir intacto, sin embargo, uno nunca sale ileso. Cuando te adentras en un pozo sin fondo siempre, siempre sales cubierto de fango, porque en el fondo del pozo, siempre hay tierra y agua.


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Antes.



Desde que tengo uso de razón mi madre me ha dicho, y continúa repitiendo a día de hoy, que sea cuidadosa y que no vaya con desconocidos. Como si tuviera cinco años otra vez, sin embargo, resulta hasta chistosa lo irónica que es la vida. Cuando tenía cinco años ni se me hubiera pasado por la cabeza irme con alguien que no conocía. A diferencia de ahora, que tengo veinte años y estoy sentada a la mesa con un señor al cual no conozco de nada y aunque me instinto me grita a pleno pulmón que me levante y me vaya, no lo hago. No me muevo ni un solo ápice de la silla. Dicen que la curiosidad mató al gato, pues a ésta minina la están despedazando en estos instantes.


- ¿En que está pensando? – intento enfocar mi mirada en el conjunto de su cara.


- Lo siento, me he despistado – no sé ni que decir <<si serás estúpida>>


- Supongo que la estoy aburriendo – la expresión que baña su rostro es tan seria que no puedo descifrar si está de coña o si lo dice totalmente en serio, mira que yo soy seria. Sacarme una sonrisa verdadera, si no eres de mi círculo íntimo, es complicado pero el señor König me supera años luz.


- No, de verdad – me disculpo – ha sido un día muy largo y soy de naturaleza distraída, no se lo tome como algo personal – su mirada me incomoda. Se siente como si pudiera ver a través de mí, como si todos mis secretos estuvieran a su disposición y no hubiera nada que yo pueda hacer para cambiarlo.


- ¿Qué le ha parecido la exposición? ¿A merecido la pena venir desde Berlín para verla?


- Todo lo que sea arte merece cualquier tipo de esfuerzo y/o sacrificio – que sea tan tajante solo es más desconcertante aun.


- ¿Siempre hablas tan tajante? – frunce el ceño, aunque no sabría decir si lo hace por la pregunta o porqué me cabo de dirigir a él de tu.


- ¿A qué se refiere? -


- Tiene una manera muy tajante de decir las cosas, como si usted fuera conocedor de la verdad absoluta – su cara es todo un poema, no parece que le haya echo tanta gracia mi comentario.


- ¿Le supone un problema la forma en la que me expreso? – ahora soy yo la que no puede evitar reflejar mi sorpresa.


- Yo no he dicho eso – aclaro – simplemente he preguntado si siempre hablas como si fuera el único en la sala con la suficiente autoridad como para hablar - <<valee, creo que te acabas de pasar un par de pueblos Natalia>> aun así no puedo evitar mirarle fijamente a la cara esperando a ver que tiene que decir en su defensa.


- Solo soy tajante cuando sé que tengo razón - <<en algo coincidimos>> - siendo sincero no me esperaba encontrármela aquí – no puedo evitar arrugar el ceño << ¿por qué?>>


- No veo por qué no iba a aprovechar la oportunidad de asistir a una exposición y más teniendo en cuenta cual ha sido el tema de las fotos –


- ¿Ya han decidido que van a tomar? – por primera vez desde que me he sentado a la mesa abro la carta, que tengo a mi derecha. Por poco y se me salen los ojos de las orbitas al ver los precios de cada planto, rezo mentalmente por llevar la tarjeta de crédito en el monedero, de lo contrario no puedo pagar ni una sola y triste ración de pan.


- ¿Qué nos recomendaría? – pregunta sin apartar la mirada de la carta, no parece del todo satisfecho con lo que está viendo.


- El solomillo con la salsa de pistacho acompañado de un Vega Sicilia, es ciertamente lo más sublime de la carta – éste cierra su carta y me quita la que tengo entre las manos sin tan siquiera darme la oportunidad de protestar y la camarera desparece.


La señora de mediana edad también se ha quedado tan embobada como yo mirándole los ojos, debo confesar que ahora ya no me siento tan estúpida.


- Debe resultar incómodo que todo el mundo se quede mirando tus ojos de esa forma tan descarada– sonríe, wow, por primera vez en toda la noche, sonríe de verdad.


- Ya estoy más que acostumbrado, aunque debo reconocer que aquí en España sois un poco más obvios y tenéis menos pudor –


- Sí, lo siento por la parte que me toca – sonrío también – pero en mi defensa diré que son demasiado raros y es normal sentir curiosidad – y sin poder evitarla tardo un par de segundos más en apartar mi mirada de la suya.


Se ríe. 

LIES.Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin