Capítulo 18.

11 1 0
                                    

Hace un día maravilloso para una fiesta, el cielo está despejado, el sol brilla radiante, sin embargo, el termómetro no sube de los 3º centígrados.

Un octubre bastante más frío de lo que me esperaba, aunque me atrevería a decir la gente a mi alrededor parece estar más que acostumbrada e incluso aliviada. El calor por fin ha desaparecido, sería una hipócrita si no admito que yo también estoy encantada con el cambio de temperatura.

Hoy, quince de octubre, me hallo en la embajada de México en Berlín, junto con mi cuñada Laura y su tía Effi, en un desayuno organizado por la señora embajadora, Isabel de Castro Óprea, con la intención de dar a conocer un poco más de la cultura de su país entre las élites berlinesas. Apenas hemos intercambiado un par de frases y ya me atrevería a decir que es una mujer realmente encantadora y con una aura inmensamente arrolladora y poderosa. Sin embargo, este sigue sin ser mi ambiente.

Effi ha sido enviada por una revista con la que colabora para realizar un reportaje fotográfico del evento por tanto debe quedarse en todo momento cerca de la embajadora. Y después de dar un paseo por las dos estancias, hacernos una foto y tomarnos varios chupitos de mezcal, Laura se va al baño, y yo opto por salir al jardín trasero a que me de un poco el aire.

Tal vez los últimos dos chupitos no han sido la mejor idea que he tenido hoy.

Me quito el abrigo de los hombros y me lo pongo ya que el frío es bastante. Que daría en este momento por tener entre mis labios un cigarro. Por desgracia en mi contrato decía claramente que tengo terminante prohibido fumar en mis horas de trabajo y mucho menos en los eventos, así que no me queda más remedio que quedarme con las ganas, al menos hasta llegar a casa.

Se oye una voz chillona y llorosa repetir una palabra con gran insistencia, mamá. Miro a mi alrededor en busca del quejido y veo a un bebé correr hacia mí, echo un mar de lágrimas y se coloca detrás de mí. Me giro y me pongo a su altura, no debe tener más de dos añitos.

      - ¿Cómo te llamas pequeño? – empieza a llorar aún más así que lo tomo entre mis brazos.

Entramos en la sala y empiezo a mirar a los invitados en busca de alguien que pueda estar buscando un bebé o que al menos reconozca al niño. Para más inri no veo a Laura por ninguna parte y tampoco a Effi. Entro en el salón principal y me quedo en una esquina al lado de la entrada con el niño en brazos e intentando distraerle para que no llore más.

Lo menos que hubiera esperado cuando subí esta mañana en el Panamera de Laura era que acabaría de niñera de un bebé que no conozco.

Al cabo de unos diez minutos la cabellera rosa de mi cuñada entra en el gran salón.

      - ¿De quién es este bebé? – me encojo de hombros. Eso me gustaría saber a mí, más que nada para devolvérselo a sus padres.

      - Después de que te fueras al cuarto de baño salí un momento al jardín de atrás a tomar el aire y de repente apareció corriendo hacia mí. He estado mirando a mi alrededor e incluso me he dado una vuelta por las dos salas, pero no me ha parado nadie –

      - Fantástico, sencillamente fantástico. Voy a buscar a la señora embajadora para que su equipo lo anuncie y busquen a sus padres.

Al irse Laura el bebé empezó otra vez a llorar, así que no me quedó más remedio que empezar a mecerlo, jugar al avión y hacerle cosquillitas.

Pasado un tiempo apareció otra vez mi cuñada, esta vez acompañada de su tía.

      - No he estado tanto tiempo hablando con la embajadora como para que pase esto – señala al niño - ¿de dónde lo has sacado?

LIES.Où les histoires vivent. Découvrez maintenant