Capítulo 10.

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Antes.


¿Qué son dos años comparando con toda una vida?


Desde el mismo instante en que puse un pie en casa ese martes 27 todo sabía a despedida. Último cumpleaños de mis hermanas, última noche vieja todos juntos, últimos reyes en el IV's, supongo que por eso acepté ir a todos los planes, porque serían los últimos en mucho tiempo, por eso ahora mismo estoy aquí en el bar, mirado desde una esquina a mis amigas cual voyeur mientras bailan y se ríen, muchas veces no las soporto, pero en estos momentos me hace sentir tan miserable saber que esto se acaba, ellas y yo, yo y ellas.


No puedo evitar salir lo más rápido que me permite toda la gente que hay en el local, me estaba ahogando ahí dentro.


Esto tipo de cosas solo pasan en las películas y en los libros, no en la vida real. En el mundo real no se presenta alguien, de la nada y te hace ese tipo de propuestas porque no es normal, y a pesar de ello, aquí me hayo, sentada en la acera a las tres de la mañana tiritando de frío intentado cortar el llanto y hacer un poco menos profundo y doloroso ese agujero negro de la boca de estómago que ya empieza a consumirme.


Bailé y reí como si no hubiera un mañana y volví a llorar y a beber hasta que llegó la hora del cierre y el dueño nos echó del local. Al llegar a casa solo me quité las botas y la chaqueta y a continuación me lance a la cama a dormir.


La vida hubiera sido más generosa conmigo si anoche me hubiera pasado un camión por encima, por suerte no me duele la cabeza sino sería la guinda del pastel. Con todo el dolor del alma por tener que levantarme de la cama me voy a la ducha, a las cuatro de la tarde tengo que estar en la estación de Atocha, ya que me estará esperando allí Frederick, no tengo ni la más mínima intención de moverme un solo metro, me duele hasta la raíz del pelo. Hoy no tengo ganas de maquillarme así que opto por darles la tarde libre a las gafas de ver, y me pongo las lentillas y aunque no hace sol, también cojo las gafas de sol, habrá que camuflar de alguna manera mi cara de pocos amigos y resacosa.


A diferencia de él, yo no me he equivocado al decirle la dirección, lo veo desde la distancia y por primera vez en los casi dos meses que llevo conociéndole, no lleva traje, pero aun así siempre elegante, con un jersey verde oscuro y unos vaqueros claritos, eso sí, nunca jamás sin un chaquetón negro.


- Hallo – hoy me noto poco receptiva, me limito a escrutarle con la mirada.


- Hola – voy a la otra puerta del taxi y me subo. Hoy no tengo ganas de ser amable y mucho menos de fingir serlo, incluso añadiría que estoy un poco susceptible. Además, mis ojeras y el resto de la cara no son exhibibles.


Tampoco es que conozco mucho la capital, pero definitivamente no tengo ni idea de dónde estamos yendo, dese luego a la Gran Vía no.


El taxi frena, estamos en un barrio residencial, Frederick sale del coche y yo le sigo - ¿qué hacemos aquí? – miro a mi alrededor, estamos en pleno barrio de Salamanca.


- No voy a pasarme todo el año viniendo a hoteles - << ¿en serio te has comprado una casa aquí?>> parece que yo soy lo único que está comprando estos días.


Entramos en el portal número doce y empieza a subir escaleras y a subir y a seguir subiendo.


- ¿A dónde estamos yendo? – estoy jadeando. Se gira y me mira interrogante, como si no entendiera el porqué de mi pregunta.


- Es el ático, en el séptimo piso – creo que mi expresión en estos instantes bien podría calificarse de poema.


- ¿De verdad tenía que ser un séptimo sin ascensor? – me ignora y sigue subiendo como si nada. Si antes tenía mala cara no quiero ni imaginarme ahora, y él tan pancho, con una sonrisa de oreja a oreja.


Entro después de él, dejo el abrigo y los zapatos en el armario de la entrada, está todo abierto así que voy directa al enorme sofá blanco en forma de ele, que está en medio del salón comedor.


- ¿Quieres algo de beber? – niego, no tengo sed.


- ¿Pagaste la hipoteca de mis padres para condicionar mi respuesta? – obviamente la respuesta está muy clara y yo ya la sé, pero quiero oírselo decir.


- ¿Sinceramente? Esperaba que fuera una muestra de que mi oferta es seria no para obligarte a hacer nada –


- ¿Y lo de mis vecinos, eso para qué fue? – sonríe. <<Si tan solo me hiciera a mí también la mitad de gracia que parece causarte a ti>>


- Hubiera sido muy extraño si de la noche a la mañana solo tus padres se despiertan con una llamada del banco y la deuda saldada – se encoje de hombros – no quería levantar más sospechas de las necesarias ¿y tú, por qué estás aquí? –


- Creo que es obvio – me sostiene la mirada sin tan siquiera pestañear. Me niego a admitirlo en voz alta, aún no estoy preparada. Me levanto y voy hacia la botella de vino que hay en el minibar – tengo muchas condiciones y peros, y preguntas sin cuya respuesta no voy a poner un pie fuera de Madrid –


- Bien, yo también – faltaría más.

LIES.Where stories live. Discover now