Capítulo 7.

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Antes.



Frederick.



- Quieres por favor quitar esa cara de mustio. Haces que cumplir años sea aún más deprimente de lo que ya es - me he quedado embobado en el nombre del vino; Vega Sicilia.


- Tienes razón, lo lamento - deja el tenedor en la mesa con gesto preocupado.


- ¡Vaya! Esto sí que es serio ¿va todo bien Frederick? - lo miro confundido.


- Todo va genial ¿por qué lo preguntas? - y dale con la burra al trigo. Estoy bien, qué les habrá entrado a todos con joderme la existencia estos días.


- Porque tengo delante a la versión más triste, desaliñada y tétrica de mí amigo Erick - frunzo el ceño ¿desaliñado?


- Gracias, supongo - no sé qué pretende que responda a eso.


- En menos de un mes es la tercera vez que vienes a Madrid y aunque mi compañía es la mejor del mundo, estoy seguro de que no es a mí al que vienes a visitar -


- Tu también no, por favor, ya tengo suficiente con mi abuela y mis hermanas. Estoy bien, de verdad - se le borra la sonrisa por completo.


- Sinceramente, deberías ponerte frente un espejo y repetir ese "estoy bien" para que puedas ver con tus propios ojos lo ridículo y lo falso que suena. Y más teniendo en cuenta tu aspecto - miro mi traje negro, está impecable.


- ¿Tienes algún problema con Armani? -


- Solo digo que a lo mejor deberías plantearte empezar a usar antiojeras - coge el tenedor y sigue cenando como si nada. No puedo evitar bufar. Me acabo la copa bajo la atenta mirada de mi "gran" amigo Lars - cambiando un poco de tema, necesito la ayuda de una mujer culta, inteligente y con los pies en la tierra -  enarco una deja - me explico, necesito el número de Laura - me atraganto con el Vega Sicilia - tranquilo fiera, sigo siendo gay. Es que hace unos días me mandó mi hermana un libro ridículo con una ilustre dedicatoria en la que me pide que espabile, que quiere tener sobrinos, y yo como buen hermano debo responder con un buen libro que alguien de su edad pueda apreciar.


- ¿Y quieres que le pida a Laura que te haga una lista? ¿A mi hermana, Laura? - Este asiente solemne - de acuerdo, esta noche le mandaré un mensaje - sí que se le ha subido el vino a la cabeza, es decir, no es que Laura no sea inteligente, es más, todo lo contrario, pero su hermana y la mía son totalmente opuestas; una estudia medicina y tiene el pelo gris y rosa, y la otra tiene dieciséis años y está en un internado para ricos en Escocia.


- ¿Y tú, qué me vas a regalar? - sonrío y le doy la bolsa del regalo que le compré en Tegel. Intento contener la risa pero no me sale tan bien como hubiera querido. Saca el libro de la bolsa y enarca una ceja.


- ¿Te has puesto de acuerdo con Klaudia? - ya no me contengo más.


- Puede ser - su hermana me mandó una foto del libro y lo compré antes de salir - Abre el libro anda - dentro había una nota escrita por mi "prometo acompañarte este año al orgullo en Madrid". Empieza a aplaudir histérico


- ¡Al fin! Después de tres años haciéndote de rogar. Te prometo que te lo vas a pasar en genial, estos españoles con la fiesta son, otro nivel -


Soy una persona muy responsable y sin embargo, aquí estoy, otra vez en Madrid, sin motivo aparente, esperando para comer con una niña, porque es prácticamente una niña, a la que he visto tres veces contadas, y da igual que sea martes y que debería estar en la oficina trabajando y no, estoy en sitio de comida rápida en el centro. No siento nada por ella, no me atrae físicamente, dios, es que no me inspira nada pero aun así no puedo dejar de mirarla; como se pone roja cada cinco segundos porque se le nota que quiere observar bien como son realmente mis ojos pero no lo pide porque es demasiado tímida, como se pica. Creo que estoy perdiendo la cabeza, tal vez Siegrid tenía razón cuando me sugirió ver a un especialista.


Por cuarta vez suena el teléfono, es mi abuela, sé de lo que quiere hablarme y me niego a cogerle el teléfono para que me hable de alguna maravillosa nieta de alguna de sus amigas, de lo simpáticas y graciosas que son, de lo millonarias y poco interesadas que son. Cualquier día de estos entre Oma y Hannah me vuelven loco de remate


- Puedes responder eh, por mí no te preocupes - sonrío y respondo, para mi sorpresa en vez de mi abuela es Candace, en menos de treinta segundos se acaba la conversación - ves que fácil ha sido - agita su teléfono y lo coloca boca bajo.


Es raro, tenemos una dinámica de críos de quince años y aun así se siente como lo correcto, aunque hay una idea que no deja de rondarme la mente desde que cené con Lars por su cumpleaños y el maldito libro de la bromita. El solo hecho de planteármelo ya me hace cuestionarme seriamente mi salud mental y aun así no puedo dejar de pensar en ello, de darle vueltas una y otra vez. Para ser sincero conmigo mismo, cada vez veo la luz al final del túnel más cerca y aunque suene mal y propio de una mala persona, sé que ella, con su ingenuidad y su inocencia o estupidez, eso da igual, es la persona adecuada para llevar a cabo ésta locura.


Aunque antes tengo que meditarlo y planearlo todo muy bien o podría ser la mayor cagada de la historia.


- Al parecer yo no soy la única que se queda embobada - en las pocas veces que nos hemos visto he observado que apenas sonríe.

LIES.Where stories live. Discover now