Capítulo 15.

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Antes.



Soy de las últimas en bajarme del avión. Quiero alargar el momento lo más posible. Tengo mucho miedo y estoy muy arrepentida de haberme prestado a participar en toda esta farsa y, a cada paso que doy tengo más claro que estoy cometiendo un error y, sin embargo, no puedo parar de caminar en busca de mis maletas. Es demasiado tarde para echarse atrás y volver a Madrid.


Después de recoger las maletas de la cinta con ayuda de un amable señor miro a mi alrededor en busca de un aseo. No quiero imaginarme la cara que tengo en estos momentos y necesito lavarme la cara porque durante casi la mitad del viaje no he dejado de llorar y supongo que tendré los ojos rojos. Y en efecto, podía pasar perfectamente por la novia cadáver: las orejas me llegan hasta la mandíbula, tengo las mejillas hundidas y mi rostro tiene un tono descolorido. Que puedo decir, la belleza encarnada.


Me echo un poco de suero salino en los ojos, me lavo la cara en repetidas ocasiones con agua fría, me recoloco el pelo y la ropa, me echo un poco de perfume y empiezo a mascar un chicle, vaselina en los labios y dos pellizquitos en cada mejilla. Es más que obvio que ninguna de estas medidas me ha hecho parecer más humana, pero al menos no se nota tanto lo mucho que necesito tumbarme en una camilla de hospital, y eso creerme es un enorme avance.


Como puedo, es decir, con mucha dificultad arrastro las tres maletas, recuerdo que dos de ellas de cincuenta kilogramos, hasta la puerta que da acceso a la salida del aeropuerto. No he necesitado buscar mucho ya que solo hay cuatro pequeños grupitos de dos o tres personas y en medio, pegado a la cinta que separa a los que esperan de los que salimos, el armario empotrado de Viktor, el guardaespaldas de Frederick, a quien por cierto no veo por ninguna parte.


          - Hola, espero que no lleves mucho tiempo esperándome - dejo las maletas y nos damos la mano.


          - No se preocupe, bienvenida a Berlín - me esfuerzo por sonreírle. Apenas hemos intercambiado un par de frases, pero me parece que nos vamos a llevar muy bien. Fue a coger las cuatro maletas a la vez, pero me adelanto y cojo la maleta de mano - no hace falta que la lleve usted, yo puedo con ella -


            - Nadie ha puesto en duda eso, pero pesan un cojón y medio, además, llevo todo el día arrastrándolas por llevarlas cien metros más no se me van a caer las manos - no parece muy contento con la idea, pero aun así no le queda más remedio que dejarme hacer.


Nada más salir del edificio y cruzar el paso de cebra y entrar en el área de aparcamiento Viktor se para detrás de un Range Rover negro, abre el maletero y empieza a meter mis cosas dentro.


           - ¿Podemos comprar un helado antes de ir directamente hacia casa de Frederick? - este cierra el maletero y me abre la puerta que está detrás del asiento del copiloto.


          - El señor König la está esperando para mostrarle su futura residencia y ayudarla a acomodarse - sonrío.


           - Tengo los próximos dos años para acomodarme y conocer la casa, además, ya que el señor König no ha tenido la deferencia de venir a recogerme no creo que le suponga un problema que nos desviemos unos minutos para comprar un misero helado, de todas formas también puede ser un secreto entre usted y yo - deduzco por su cara que va a haber muy pocos secretos y confidencias entre nosotros - oiga si no quiere llevarme, dígalo abiertamente al fin y al cabo estamos en aeropuerto - señalo a mi alrededor - no creo que tenga grandes dificultades encontrando un taxi que me lleve - me escruta con la mirada de pies a cabeza.

LIES.Where stories live. Discover now