What happened to perfect?

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A penas eran las 22 p.m. en cuanto comienzo a guardar mis cosas dentro del bolso olvidado que tenía en una de las cajas sobre el armario. Soy consciente de que tendría que haberlo hecho antes, pero tenía la leve esperanza de que llegara temprano a casa, justo como lo hacía antes. Sabía que era muy iluso de mi parte, porque a pesar de que las cosas entre nosotros estaban mal, no fue hasta hace casi dos meses que él empezó a llegar cada vez más tarde del trabajo, a prácticamente ignorarme siempre que podía, a pasar todo el tiempo que estaba en la casa con su celular... ni siquiera existía la posibilidad de hablar las cosas, no era estúpido, sabía que me estaba engañando. Y ya no había arreglo, ya no cabía duda de que nuestra relación se rompió y no existía forma de arreglarla. Ni siquiera sabía a donde iba, donde estaba; había veces en las que ni siquiera volvía a casa, u otras en las que a penas y podía caminar por sí sólo de lo borracho que estaba.

Una parte de mí, lo seguía queriendo, demasiado, pero la otra también se amaba a sí misma... me quería lo suficiente para salir de esa relación que nada me estaba trayendo. Me iría sin mirar atrás, me iría sin pedir explicaciones que solo me lastimarían aún más, me iría sin llorar y me iría con la cabeza en alto. Sufriría un par de días, más tarde me repondría y seguiría mi vida de la mejor forma posible.

 ¿Qué haces?—me sobresalté al escuchar su voz detrás de mí. Me giré y allí estaba él, con su porte regio y seguro, con su saco en el brazo izquierdo, sosteniendo su celular con la mano contraria, y sus ojos negros como la misma noche me observaban con curiosidad, arrugando la nariz un poco como siempre hacía cuando algo lo desconcertaba. Traté de captar esa imagen, guardándola en lo más profundo de mi consciencia, al saber que sería la última vez que lo vería así de... normal, a mi lado.

—  ¿No es obvio? —pregunté sarcástico—. Guardo mis cosas.

— Eso lo sé, lo estoy viendo. Pero ¿por qué? —me detuve a mitad de camino hacia el armario, lo miré a los ojos y levanté una ceja. ¿De verdad estaba preguntando?

—Eso también es obvio —conteste, tratando de que mi voz sonara lo más indiferente posible; no quería que viera que en realidad la situación me afectaba cuando a él seguramente le daba igual.

— No para mí —acotó, acercándose a mí con el ceño fruncido luego de dejar el saco en la cama y el celular en la mesa de noche.

—Me voy, Nico. No creí que fuera necesario explicarlo.

—¿Qué? —mis ojos conectaron con los suyos en el momento en que soltó la pregunta. La forma en que sus hermosos orbes oscuros se mostraron dolidos y confusos, hizo que mi corazón latiera con fuerza, que un rayo de esperanza surgiera tan rápido como yo aparté la mirada y cualquier sentimiento parecido.

—No entiendo porque te sorprende tanto —espete, más duro de lo que pretendía—. Ambos sabíamos que en algún momento pasaría. No iba ni voy a soportar tu indiferencia e infidelidades —Nico suspiró con fuerza, ni siquiera intentó negar lo acotado y logrando que pusiera mi atención en él durante unos segundos. Tenía sus ojos clavados en algún punto muerto entre la pared y la cama, apretaba con fuerza las manos, tanto que sus nudillos estaban blancos. Tomé mis últimas pertenencias y las guardé en la mochila.

—Lo siento —murmuró, y yo reí, sin gracia.

—No, Nico. No es cierto —ambos nos miramos, y en ese momento, supe que debía irme, al encontrarme con su mirada fría y vacía en vez de aquella llena de amor y admiración que alguna vez me regaló—. ¿Sabes? Sólo tenías que decirme lo que sea que tuvieras que decirme, y las cosas pudieron haber terminado mejor que... esto.

—Yo... —él pareció que iba a decir algo, pero luego cerró la boca y miró hacia otro lado; su celular vibró en ese momento. Y en cuanto la frialdad de sus ojos se suavizo al ver la pantalla, el dolor en mi pecho creció a niveles que no creía posible. Me alejé de ahí inmediatamente.

Solangelo One ShotsOù les histoires vivent. Découvrez maintenant