3. 『Suncheon College』

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La escuela Suncheon College estaba en las afueras del pueblo, encaramada en lo alto de una cuesta. Desde cualquier punto del edificio disfrutabas de una espléndida vista, ya fuese de viñedos y verdes colinas, con alguna que otra vaca pastando, y de los abruptos acantilados de la Costa de los Naufragios, así llamada por el gran número de buques hundidos en sus aguas traicioneras a lo largo del siglo XIX.

La escuela, una mansión de piedra caliza con ventanas en arco, magníficos prados y un campanario, era uno de los edificios más originales del pueblo. Había servido una vez como convento antes de que se convirtiera en colegio en los años sesenta.

Una escalinata de piedra conducía a la doble puerta de la entrada principal, que se hallaba bajo la sombra de un gran arco cubierto por una enredadera. Adosada al colegio había una pequeña capilla de piedra donde se celebraban en ocasiones servicios religiosos; aunque, según nos dijeron, se había convertido para los alumnos en un lugar donde refugiarse cuando sentían necesidad de ello. Había un alto muro de piedra rodeando los jardines y unas verjas de hierro rematadas con puntas de lanza por las que se accedía con el coche al sendero de grava.

A pesar de su aire arcaico, Suncheon College tenía fama de ser un colegio adaptado a los nuevos tiempos. Era conocido por su atención a los problemas sociales y frecuentado por familias progresistas que no deseaban someter a sus hijos a ningún tipo de despotismo. Para la mayoría de los alumnos, el colegio formaba parte de una larga tradición familiar, pues sus padres e incluso sus abuelos habían asistido a sus clases.

SeokJin, Yoongi y yo nos quedamos frente a la reja observando cómo llegaba poco a poco la gente. Me concentré para tratar de apaciguar a las mariposas que me bailaban en el estómago. Era una sensación incómoda y, a la vez, extrañamente emocionante.

Aún me estaba acostumbrando a los efectos que las emociones tenían en el cuerpo humano. Curiosamente, el hecho de ser un ángel no me ayudaba ni poco ni mucho a superar los nervios del primer día cuando empezaba cualquier cosa. Aunque no fuera humano, sabía que las primeras impresiones podían ser decisivas a la hora de ser aceptado o quedar marginado. Había oído más de una vez las oraciones de los adolescentes y la mayoría se centraban en dos únicos deseos: ser admitidos en el grupo más «popular» y encontrar un novia sexy o un novio que jugase en el equipo de rugby. Por mi parte, me conformaba con hacer alguna amistad.

Los alumnos iban llegando en grupitos de tres o cuatro: los chicos vestidos igual que yo; las chicas con vestidos de un azul pálido, con la parte delantera plisada y cuello blanco estilo Peter Pan también llevaban calcetines de algodón hasta las rodillas, zapatos marrones con hebilla y la chaqueta azul marino con el escudo del colegio. A pesar del uniforme, de todos modos, no era difícil distinguir a los grupos característicos que ya había observado en el Reino.

En la pandilla de los aficionados a la música se veían chicos con el pelo hasta los hombros y greñas que casi les tapaban los ojos. Llevaban a cuestas estuches de instrumentos y lucían acordes musicales garabateados en los brazos. Caminaban arrastrando los pies y se dejaban la camisa por fuera de los pantalones.

Había una pequeña minoría de góticos que se distinguían por el maquillaje exagerado alrededor de los ojos y por sus peinados en punta. Me pregunté cómo se las arreglarían para salirse con la suya, porque seguro que todo aquello contravenía las normas de la escuela.

Los que se consideraban «artísticos» habían completado el uniforme con boinas, gorras y bufandas de colores. Algunas de las chicas se movían en manada, como un grupito de rubias platino que cruzaron la calle tomadas del brazo.

Los tipos más estudiosos eran fáciles de identificar: iban con el uniforme impecable, sin aditamentos de ninguna clase, y llevaban a la espalda la mochila oficial del colegio. Caminaban como misioneros llenos de fervor, deprisa y con la cabeza gacha, como si estuvieran ansiosos por llegar al recinto sagrado de la biblioteca.

Halo『KookTae』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora