Ojalá - Almaia

Capítulo 7 - Mucho peor

¡Hola bonic@s! Aquí os traigo el capítulo 7 en el que ya vamos conociendo un poco del pasado de Alfred. Espero que os guste y me encantaría leer vuestras teorías sobre el final jaja 

Quiero agradeceros (y nunca me cansaré de hacerlo) por cada lectura, cada voto y cada comentario que me hacéis porque de verdad que me dais la vida. Me alegra muchísimo leer que os gusta y que le dais una oportunidad a esta historia. Espero nunca decepcionaros.

1016 besos a todos, y ¡nos leemos pronto!

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Tal vez fuera la primera vez en su vida que al ver un semáforo en ámbar, en lugar de frenar, Alfred aceleró. Recorría con prisas los alrededores del restaurante, concentrado en la carretera pero con un ojo puesto en las calles, buscándola. Solo quería un minuto para explicarse. Y ya puestos para intentar entender por qué se había enfadado tanto.

Al salir del restaurante Aitana empezó a andar en dirección al metro más cercano para volver a casa pero cuando estuvo a punto de entrar en la boca de la estación se acordó del interrogatorio que la esperaba al cruzar la puerta del piso. No iba a ser capaz de fingir una tranquilidad que no sentía para poder hablar calmadamente con Amaia. Sin duda debía calmarse ella antes. Se dio la vuelta y decidió que una caminata por el puerto con la brisa del mar como compañera era una buena idea para tranquilizarse.

Anduvo por el paseo marítimo, dándole vueltas a la conversación que acababa de tener con el que consideraba su hermano de otra madre, mientras notaba como el enfado desaparecía dejando paso a la decepción. Le dolía en el alma saber cuanto sabía del sufrimiento de Amaia y ver cómo se comportaba Alfred, con esa indiferencia casi arrogante. Lo que más le preocupaba era cómo demonios iba a poder decirle a Amaia que Alfred había vuelto sí, pero con otra, y que además pretendía meterla en su piso. No había forma en el mundo de que esa noticia no la volviera arrojar al pozo del que tanto esfuerzo le había costado salir. Aún a día de hoy pagaba las consecuencias, incluidas llamadas semanales de su psicóloga para chequear que todo sigue bien, durante las que Amaia se limita a hablar con monosílabos, poner los ojos en blanco y hacer carantoñas al teléfono que las hacen morir de risa a ambas.

El sonido estridente de un claxon retumbó en sus oídos haciéndola saltar del susto y llevarse la mano al pecho. Se giró para ver como un Alfred desesperado dejaba el coche en segunda fila con las luces de emergencia y ganándose un par de insultos de los coches que venían detrás. Tenía el ceño fruncido y la frente perlada de sudor a pesar de que al lado del mar y en esta época del año no hacía ni pizca de calor. Corrió más que andar hacía ella.

-¿Te subes y hablamos por favor?

Su otra opción era volver a casa y enfrentarse a Amaia así que Aitana echó a andar hacía el coche y se subió en el asiento del copiloto. Para cuando Alfred entró en el del conductor, ella ya tenía el cinturón puesto y le estaba mandando un mensaje a Amaia para decirle que tardaría más de la cuenta. Podía imaginarla gritando impaciente por toda la casa.

Alfred arrancó y no recorrió más de 500 metros hasta que encontró un aparcamiento. Respiró hondo antes de tomar la palabra.

-Lo siento. De verdad, Aitana – Alfred la miró pero no parecía que fuese a hablar.

Hubo un silencio, demasiado largo para gusto de ambos pero ninguno sabía bien qué decir. Aitana podía imaginar que para Alfred su reacción no tuviese ni pies ni cabeza, al fin y al cabo no tenía ni idea de lo que había sucedido en su ausencia. Seguramente, a su juicio, su enfado era exagerado, pero tampoco le correspondía a ella explicarle las razones. Se peinó el flequillo como hacía siempre que estaba nerviosa y Alfred sonrió reconociendo aquel dulce gesto. Aitana se cruzó de brazos, ocupando el mínimo espacio posible en el coche, queriendo hacerle ver con su postura que no quería estar allí.