Capítulo 11 - Helena

1.1K 82 167
                                    


¡Hola! 

Hoy aparezco de madrugada (porque es la hora en la que más inspirada estoy siempre) para traeros un nuevo capítulo. Soy consciente de que va a arder Troya.... Sólo espero que se entienda que este personaje esta enamorado y bueno, todos hemos hecho algunas tonterías por amor....

Como siempre, espero que os guste, que disfrutéis leyendo y que no os defraude :)

¡Nos leemos pronto!

______________________________________________________________________________

Al día siguiente Aitana le envió un mensaje al móvil:

Hola Alfred, ¿cómo estás?

Ayer hablé con Amaia... Te dará las llaves pero dice que le debes un favor.

Y a mí me debes otro bien gordo, que lo sepas.

No pudo evitar la sonrisa ancha que se le dibujó en la cara. Y más cuando justo después Aitana se ofreció a llevárselas al hotel y dejarlas en recepción. Era lo más cómodo para ambos, así Alfred no se arriesgaba a cruzarse con Amaia y de todas formas el hotel le quedaba de paso a Aitana para ir a la discográfica.

Así que esa misma tarde Helena recogió las maletas de ambos y se dirigió hasta la dirección que Alfred le había dado.

Olía a cerrado y parecía que hubiera vivido allí un grupo de estudiantes vagos y caóticos de primer año de Universidad. Todo estaba revuelto, el sofá-cama presidía el salón, abierto en el mismo centro y con las sábanas deshechas. Las persianas, tanto de la terraza como de las ventanas, estaban medio bajadas dando una sensación lúgubre a la estancia, y había discos y libros tirados por el suelo. No era lo que se había esperado, pero Helena podía ver más allá: una vez recogido y limpio parecía que era un piso encantador.

Avanzó por el salón hasta una gran isla de mármol que separaba la zona de la cocina del salón. Resultaba casi imposible admirar la belleza de aquella cocina en mármol crudo y madera clara bajo la montaña de trastos, vasos, sartenes, botellas y cajas vacías que lo invadían todo. Aquella casa necesitaba con urgencia una limpieza a fondo.

Recorrió el pasillo y encontró lo que parecía ser el vestidor con una enorme maleta en el centro, que había que intuir debajo de una gran montaña de ropa amontonada. ¿Cómo podía alguien tratar así su ropa? Helena negó con la cabeza mientras se daba la vuelta para seguir con su visita. Se topó con una pequeña sala que hacía las veces de gimnasio y que no tenía pinta de haber sido usada en años. Entró en el baño y el olor a humedad le hizo arrugar la nariz. Le extrañó ver el espejo tapado con una gran toalla pero lo peor fueron las que estaban abandonadas en un rincón en un estado que le hizo pensar que irían derechas al cubo de la basura.

Al fondo del pasillo, entre el vestidor y el baño, encontró una puerta cerrada y al abrirla se llevó la mano a la boca en un acto reflejo.

Helena esperaba el mismo desorden que veía en todo el piso pero aquella habitación no tenía nada que envidiarle a la de cualquier hotel de 5 estrellas. La cama con un precioso cabecero de madera, se erguía, en el centro de la habitación, sobre una plataforma del mismo parquet que el resto de la casa haciéndola irresistible. A Helena le pareció imposible que alguien entrara en aquella habitación y no tuviera ganas de lanzarse a esa cama. Era inmensa y estaba recubierta con una colcha blanca y decorada con tres cojines negros. Si no hubiera conocido a Alfred tal vez no habría visto el símil, pero lo conocía y supo enseguida que aquello era un piano.

La suave luz proveniente de tres grandes ventanales alumbraba la estancia. Helena no dudó en asomarse a aquella pequeña terraza y admirar las vistas al mar. En aquel momento, rodeada por unas pobres plantas deshidratadas, Helena se sintió poderosa. Aquel era su lugar y nadie la haría cambiar de idea.

Ojalá - AlmaiaWhere stories live. Discover now