Capítulo 8 - Ni se te ocurra

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¡Buenas cuquit@s! Aquí estoy con un nuevo capítulo. 

Hoy es un día raro, será el último concierto de OT, pero extrañamente tengo la certeza de que no será la última vez que veamos a Amaia y a Alfred juntos encima de un escenario haciendo maravillas. Aún así pienso disfrutar como una niña de esos últimos City of Stars y Tu Canción. 

Para amenizar un poco la tarde, espero que vosotros disfrutéis de esta historia. Gracias por los comentarios y el amor virtual que me dais. Sois oro puro. 

¡Nos leemos pronto!

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Aitana lo miraba, con los ojos brillantes por las lágrimas reprimidas, rezando en silencio porque su amigo aceptara aquel improvisado trato. Había jugado la última carta que sentía que podía jugar. No podía decirle directamente la verdad, no podía meterse en la vida de sus dos amigos y decidir por Amaia, pero si podía dirigir una reconciliación desde las sombras. Se veía capaz de intentarlo con la firme certeza de que lo que necesitaban era hablar, contarse las verdades a la cara, destapar el pastel de una vez.

-Aitana, no quiero verla – Alfred habló despacio como si cada palabra pesara toneladas y con la voz más fría que le había escuchado nunca.

-Pero es que si hablarais... De verdad Alfred...

-No. Y no insistas más – Fue una súplica más que una orden.

Seguidamente Alfred arrancó, tiró marcha a atrás y se alejó del mar. Aitana reconoció el recorrido: la estaba llevando de vuelta a casa. Mientras se esforzaba en encontrar la manera de convencerlo, Alfred hervía en su interior enfrascado en sus pensamientos. ¿Cómo había podido pensar que volver a Barcelona no estaría acompañado del fantasma de Amaia? En sus más utópicos sueños, Amaia se había vuelto a Pamplona, lo había olvidado y le importaba tres pimientos que él se instalara en su piso con quien quisiera, de la misma manera que le había importado su vida hasta ahora. Y entonces él viviría tranquilo, sin sobresaltos y sin riesgos a salir destrozado, con Helena. Porque muy en el fondo, Alfred sabía que Helena nunca podría destrozarlo como lo había hecho Amaia, que había aprendido a controlar lo que daba de sí mismo, ahora solo él tenía las llaves de la habitación que encerraba a su desgastado corazón. Y estaban sepultadas, a miles de metros bajo tierra y custodiadas por un dragón. No volvería a permitirse ser débil por amor.

Ese pensamiento le volvió a llevar a las llaves que se suponía que debía conseguir esta tarde si no quería volver a escuchar las preguntas incómodas de Helena, que no entendía por qué no podía hablar con su ex. Decidió que la única manera de que Aitana dejara de insistir era abrirse a ella. Tenía que entender las razones por las que rechazaba volver a verla.

-Aitana – esta última se giró hacía él, con los ojos bien abiertos y con la esperanza brillando en ellos – no tienes ni idea lo que me costó olvidarla –Alfred hablaba bajito, casi era un murmullo para sí mismo – Creo que puedes llegar a imaginar lo que me destrozó saber que no me quería cuando yo hubiera hasta renunciado a aquel contrato por ella.

Aitana abrió la boca para decirle que por eso mismo Amaia había decidido mentirle, pero se arrepintió y en su lugar apoyó su mano contra la mano derecha de Alfred que descansaba sobre el cambio de marchas. Alfred miró un segundo sus manos y sonrió, con una sonrisa tan débil como su voz.

-Siento muchísimo no haber estado ahí.

Alfred supo que era lo más sincero que le había dicho nunca y una oleada de calidez le recorrió el pecho y le nubló la vista. Parpadeó varias veces, en ese gesto tan suyo cuando estaba emocionado. Un semáforo en rojo le permitió girarse a mirarla.

Ojalá - AlmaiaWhere stories live. Discover now