De vuelta y media

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Deshaciendo el bloqueo poco a poco. Aunque he tardado, disculpas por ello. Muchas gracias por todos los comentarios que he recibido tras el parón, sois geniales! Y bueno, a toda la gente que me ha escrito diciéndome que le gustaría escribir algo para Agosto, mil gracias! Se hará seguro.

Quizá este capítulo es un poco light y bastante corto, en los próximos vamos a poner a poner su mundo un poco patas arriba, no? :)

Nos leemos @agostofanfic

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- No me gustan

- Pruébatelos, por fi Luis

Efecto Aitana. No sabía que era, pero era. Y se los iba a probar. Lo sabía. Y lo peor de todo es que sabía que esos pantalones que no eran ni tejanos ni de color negro (sacrilegio!) pasarían por caja y al menos se los pondría una vez aunque después los relegara al fondo del armario.

Se los pondría en uno de sus conciertos compartidos donde en una jugada bastante buena proveniente de la discográfica y la cadena de radio le invitaron a invitarla.

Gente lista.

"Queremos de ti, queremos tu música pero si Aitana sale al escenario será muy especial para todos"

Ya tenían la rutina de la canción, ya estaban hechos el uno al otro encima del escenario, ya sabían como dirigir la situación. Ya habían confirmado su relación. Ya no debería ser extraño que se besaran entre bambalinas. Que se abrazaran entre bafles. No debería.

O sí.

Luis llevaba días con las pilas puestas para sacar la canción a guitarra y era algo complicado cuando alguien te quitaba la guitarra de las manos y encajaba su cuerpo entre tus brazos.

- Aitana, la tengo que sacar, quedan tres días para el concierto

- Me gustan tus pantalones

No solo le había quitado aquel objeto de cuerda de entre las manos y se había erguido frente a él cual obelisco, además estaba provocándole con aquellos pantalones que habían comprado esa misma mañana y que para salir a comer ya le había obligado a ponerse. Obligado. Hablemos con propiedad. Además de todo eso le había dirigido las manos a su trasero - "Búscate la vida, Luis, para controlarlas"- parecía decir Aitana con su sonrisa. Definitivamente no podía buscar nada cuando sus manos estaban posadas en aquella parte del cuerpo de la chica.

La acariciaba por encima de su tejano claro mientras dejaba pequeños besos en su tripa descubierta.

- A mí no.

- No habértelos comprado. Nadie te ha obligado.

Exageradamente descarada.

Aitana tardó cinco segundos en verse estirada en el sofá teniendo el cuerpo repleto de cosquillas y suplicando una piedad que no estaba teniendo Luis. Ni tenía intención de tenerla, no al menos durante los próximos veinte segundos.

- Por favor, para

Intentaba poner algo de seriedad en su voz en medio de aquella risita histérica que no podía controlar.

- Paro, pero vas a pagar por esto

- Pero si no he hecho nada! - Su voz entre respiraciones entrecortadas era aún más infantil de lo habitual-

- Me has obligado a comprarme estos pantalones y te estás haciendo la loca.

- Pero Luis que son muy bonitos, de verdad, no volveré a decir que no te he obligado, es verdad, lo siento. Te he obligado.

- Bien, el primer paso es reconocerlo

El segundo tampoco tardó mucho en descubrir cual era. Aitana estiró su brazo para posarlo sobre el cuello de Luis y ejercer un poco de presión hacia ella misma para que el chico cayera sobre su cuerpo. Su labios se posaron sobre su oreja.

- Vale, si no te gustan estos pantalones te los voy a quitar. Así como quién no quiere la cosa, te los quito y los guardamos y ya si eso te los pones en un concierto. Solo tienes que levantarte y ya que he sido yo la que te ha obligado a comprarlos, yo misma te los quitaré y haré que te sientas mejor. Te parece bien?

Acabó la frase y le regaló suaves besos en el lóbulo que hicieron que la piel de él se estremeciera. Al mismo tiempo estaba estirando de su camiseta que fue la primera en abandonar la piel de Luis.

Sus piernas se enroscaron en su cintura y sus brazos en su cuello. Si Luis se levantaba en ese mismo momento la tendría colgada cual mono.

Pero lejos de levantarse se hundió más en su cuerpo haciendo presión cadera con cadera dejando que Aitana disfrutara de aquella sensación que una vez (creía recordar que en la cuarta planta de un hotel valenciano) le confesó era de sus favoritas. Ir notando como poco a poco (o rápido rápido) la entrepierna de Luis despertaba. Sentirla apretada contra su tripa hasta que se endurecía completamente era de lo que más la excitaba.

Mientras él dejaba besos por toda su cara ella buscaba constantemente su boca y al segundo de atraparla buscaba su lengua. Rápido. Porque sabía que volvería a escapar para besarla de nuevo la cara en ese juego en el que de momento iba perdiendo.

Contra todo pronóstico no hizo nada por remontar. No siguió buscando a la desesperada. No siguió pasando sus finas manos por todo el ancho y largo de su espalda, no siguió subiendo la temperatura de su cuerpo y haciendo arder el suyo propio, no atrapó sus labios para sonreír mientras los tenía apresados ni tampoco deslizó sus pantalones a su suerte.

Se impulsó hacia arriba poniendo una
mueca extraña en la cara de Luis que tan solo se limitó a dejarse guiar para acabar sentado con ella encima. Ella que tan solo lo abrazó tan fuerte como su musculatura le permitía. Agazapada en su regazo, como una pequeña cría herida. Apretaba la mandíbula haciendo chirriar sus dientes. No había necesidad de preguntar nada. Estaba a nada de soltarlo todo.

Ese nada se tradujo, sin embargo, en 20 minutos en los que el frío que no hacía se caló en sus huesos. En los de ambos. Tanto que hasta Luis tiritó un par de veces al tiempo que su piel se cubría de pequeños puntos formando piel de gallina.

- Tengo miedo

- De qué?

Visto desde fuera quizá no era el momento idóneo para hablar.

O si.

Sabía Luis que algo rondaba en esa pequeña cabeza que un día iba a volver loca a Aitana. Ella tenía esas cosas. Se empeñaba en enloquecer ante las situaciones que creía no podía poder controlar. Ante los imprevistos de la vida. Pero tan solo la personal.

Pensaba quizá que enloquecer otorgaba a sus actos una inocencia irreprochable y siempre perdonable y se aferraba a ello como a un clavo ardiendo porque nadie puede reprochar nada a alguien que no sabe lo que hace, al que la vida le ha llevado por el camino de la locura.

Luis sabía de esas estrategias tanto que incluso les había dedicado alguna frase en alguna canción. Estaba de vuelta con ella.

De vuelta y media.

Tan solo tenía que esperar.

Y Aitana por fin habló.

- Quizá no deberíamos vivir juntos.

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⏰ Last updated: Sep 05, 2018 ⏰

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