Capítulo nueve

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Soltó una maldición entre dientes al darse cuenta de lo poco que había dormido.

Era común para él dormir escasas horas, pero le sorprendió el hecho de que esta vez no fuera la excepción. Tras tener sexo con Hanji había quedado totalmente agotado, y las caricias que ella le daba habían sido de ayuda para hacerlo caer dormido. Pero de todos modos había despertado temprano, hasta para el sol quien ni siquiera se dignaba a salir aún.

Frustrado se pasó una mano por el rostro.

Ya no estaba sobre el pecho de la castaña, ahora esta le daba la espalda. No tenía idea en que momento había dejado de estar acurrucado contra ella, pero bueno, no le molestaba.

Estaba frustrado con él mismo, nunca podía dormir las malditas horas que tenía que dormir. Antes no le disgustaba para nada, permanecer despierto era mucho mejor que ver la muerte de sus amigos una y otra vez en su subconsciente, o mucho mejor que sentir como la oscuridad lo aplastaba.

Acomodó la almohada tras su espalda después de incorporarse lo suficiente. Recorrió con la mirada la habitación escasamente iluminada, había ropa tirada por todos lados. Tanto de Hanji como de él.

Con una sombra de sonrisa, fijó su mirada en el desnudo bulto a su lado. La sabana cubría solo hasta su zona lumbar, así que el resto de su espalda era totalmente visible para el sargento. Al igual que esa quemadura en forma de rectángulo que se quedó a vivir entre sus omoplatos.

Alargó su mano para acariciarla, tal y como ella lo había hecho con sus cicatrices delanteras, pero se detuvo al notar como la castaña se removía entre las sabanas, encogiéndose de frío. Tomó la sabana que limitadamente la cubría y se la extendió por sobre los hombros. Hanji pareció agradecerle con un sonido de garganta.

La quedó mirando un par de minutos, su mente seguía sorprendida a causa de toda esa locura que estaban viviendo. Y es que diablos, él nunca llegó a pensar algo así, jamás pensó que la olorosa científica estaría durmiendo desnuda en su cama, o que ambos hayan tenido sexo. ¡Y lo que era más loco! ¡Él diciéndole cosas melifluas!

Inhaló y exhaló suavemente.

Hanji no era normal y, estaba seguro, nunca lo había sido. La recordó molestando a Flagol durante sus primeras practicas con el equipo tridimensional, o cuando este mismo la aventó al lago cercano al cuartel para que no pudiera ir a la expedición fuera del muro; misma expedición donde Flagol, Isabel, Farlan e incontables soldados rasos perdieron la vida.

Pero hubo un recuerdo que llegó para quedarse; la primera vez que la vio molesta. Esa había sido la primera vez que vio a una mujer defenderse a golpes de un hombre. En el subterráneo las mujeres carecían de fuerza, tanto física como de voluntad, así que era extraño ver como una de ellas se alzaba por sobre un hombre para reclamar sus derechos.

Fue interesante, y hasta Isabel le dejó un comentario que él, en ese momento, ignoró. Cerró los ojos para hacer más vívido el recuerdo, si tenía suerte quizá el sueño llegaba a él nuevamente.

Hanji acababa de entablar una conversación con él y sus amigos. Recordaba haberla recibido con indiferencia y mal humor, no quería tener que hacer que una vida, que no fueran las de sus amigos, dependiera de él. Y aunque fue tratada con desanimo por su parte, ella logró ganarse la confianza de Isabel.

En ese momento casi no entendía nada del comportamiento extraño de esa mujer, pero le causaba desagrado que ella estuviera cerca. Siempre actuaba exageradamente, alzaba los brazos por sobre su cabeza, gritaba demasiado, su cabello era un asco y ni hablar de su rostro en las mañanas.

Esa misma mujer se alejó de ellos para llegar a donde se encontraba Mike, en su rostro iba dibujada una sonrisa. Levi pensó que su cuerpo y esa mueca de felicidad era lo único bueno que tenía esa chica extraña.

Dirty Hands // LeviHan [DH#1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora