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Mi sueño era ser actriz.

Cuando tenía 5 años obligaba a mis familiares a sentarse en el living y mirar mis obras de teatro.

Cuando tenía 7 años me enojaba con mi familia porque todos mis hermanos preferían mirar partidos de fútbol en la televisión que ver mis novelas favoritas. Me encerraba en el baño y actúaba en frente del espejo. Ese fue el año en el que mi hermano Federico debutó en River, toda la atención estaba en él. Nadie me llevaba a los castings.

Después fue Gonzalo el que debutó en River, y luego en el Real Madrid a los 18 años. El hijo estrella.

Mi padre futbolista, mi abuelo boxeador y mis hermanos casi todos habían querido ser futbolistas también. A Lautaro le gustaba más la música y a mí el teatro, pero a nuestros hermanos siempre les dieron más bola.

Yo había hecho un par de castings para algunas novelas argentinas pero no quedé en ninguna y así me dí por vencida. Cuando terminé el secundario empecé la carrera de veterinaria en la Universidad de Buenos Aires. Me gustaba, más o menos, pero terminé dejándola a finales del 2017. Mis padres se enojaron bastante, sobre todo mi mamá, pero les dije que no sentía una conexión con la carrera.

Entonces mi papá me había dicho "Seguís pensando en la actuación vos ¿no?". Yo admití que sí, que seguía soñando con eso, él me respondió que me ponga las pilas con esos si eso era lo que quería pero que haga algo con mi vida porque no pensaba mantenerme para siempre.

Y entonces ahí estaba, en Italia un 2 de abril del 2018, tomando un helado pensando en que todavía no había conseguido hacer lo que mi papá me había pedido. Todavía era una mantenida.

Tenía que hacer algo al respecto. El año recién empezaba hace unos pocos meses, decidí que cuando volviera a Argentina empezaría unas clases de actuación. Tal vez podía conseguir un título y volver a ir a castings de novelas y películas, o del teatro. A lo mejor mi sueño se cumplía, pero todavía me quedaba mucho por hacer para que eso pasara.

Tenía 23 años, era jóven, pero el tiempo pasaba rápido.

El sol de Italia se escondía por detrás de los árboles del parque en el que me encontraba, era hora de volver al hotel.

Cuando volví entré a la habitación que compartía con Paloma, ella era fotógrafa y le venía bien el viaje para sacar fotos de los paisajes y la hermosa ciudad de Turín. Pero lo que más le servía era sacarles fotos a los futbolistas de la Juventus durantes los partidos y los entrenamientos. Esas las podía vender bien y ganar bastante dinero, por eso había podido ir a Europa. Obvio que ella quería hacerlo por Gonzalo, pero en Argentina su trabajo son las sesiones de fotos que le hace a la gente y dejarlo todo para verlo no hubiera sido fácil de otra manera.

— ¿Por dónde andabas? — me preguntó mi hermana.

— Pasé por el centro y tomé un gelato — sonreí yo —. ¿Vos que hiciste?

— No podes pronunciar tan para el orto.

— Ay boluda, dije gelato nada más cuántas maneras de pronunciar gelato puede haber.

— Igual te salió para el orto — se rió — ¿Mañana querés ir al entrenamiento de la Juve?

— Eh, no sé — respondí yo.

— ¿Cómo que no sabes?

— Es que seguro va a estar Dybala y bueno no, que vergüenza — ella se rió.

— No se debe ni acordar de vos, y además ni que le fueras a hablar, solo tenés que quedarte sentada en las gradas mientras yo saco fotos.

— Que maldita, yo le puedo hablar si quiero — respondí ofendida.

— Pero no lo vas a hacer porque te da vergüenza — dijo ella —. Dale porfa, acompañame.

— Bueno, está bien.

Así que al día siguiente nos levantamos temprano y después de desayunar partimos para el entrenamiento de la Juve.

Sabía que lo había jodido a mi hermano millones de veces para que me presentara a Dybala, pero ahora que ya me lo había presentado lo que más deseaba era que no se acordara de mí.

Cuando llegamos los chicos ya estaban entrenando, la práctica era cerrada pero Gonzalo había avisado que nos dejen pasar a Palo y a mí.

— Bueno quedate sentada si queres yo me voy a acercar a sacar fotos — me dijo mi hermana.

Yo me quedé sentada un rato viendo como entrenaban. Matuidi había metido un golazo, y mi hermano metía algún que otro gol, pero el mejor sin dudas era la joya Dybala.

Veía todo bastante bien desde donde estaba, pero quería ver mejor. Así que me fui acercando hasta que quede a unos pocos metros de la cancha.

Cuadrado se estaba acercando con la pelota al arco el cual estaba a unos pocos metros de mí, lo vi patear pero lo que no sabía era que la pelota iba a venir directo a mi cara.

PUM!!

Y cómo dolía. Me di vuelta y llevé mis manos a mi cara inmediatamente. Seguro me iba a quedar un chichón.

Sabía que mi hermano iba a venir a preguntarme si estaba bien, y escuchaba a mi hermana a mi lado diciendo mi nombre una y otra vez. Pero todo se sentía bastante confuso.

— ¿Estás bien? — escuché a alguien decir atrás de mí. Me di vuelta con un brazo levantado, mi otra mano pegada a mi cara, y al darme vuelta sentí que le pegaba un codazo a alguien bastante fuerte.

Le había pegado un codazo a Dybala.

— AY PERDÓN — le dije, le había pegado justo en el ojo.

— Está todo bien — me respondió. Al lado de él Gonzalo estaba TENTADO, el hijo de su madre.

— Perdón te juro que fue sin querer — le dije.

— Vinimos a fijarnos si vos estabas bien y terminaste lastimando a alguien, sos de terror — se reía Gonza.

— Fue sin querer — me hice la ofendida —, y sí, estoy bien.

— Alto chichón te quedó — me sonrió Dybala.

— Y vos todavía no podes abrir el ojo — me reí yo.

El entrenador empezó a gritarles a mi hermano y a Dybala que vuelvan al entrenamiento. Mi hermano volvió a este trotando enseguida. Pero el otro se quedó parado en frente de mí un momento.

— Me gusta tu remera — me dijo, yo sonreí, no podía creer lo que estaba pasando —, mi novia tiene una igual — y dejé de sonreír.

Entonces volvió rapidamente a la práctica.

— Se te caía la baba hija de puta — me dijo Palo tentada.

— Callate vos, que vergüenza boluda, le pegué un codazo Y ME VINO A HABLAR DE LA NOVIA, con lo lindo que es — respondí.

— Ay no te lo tomes tan en serio — me dijo ella abrazándome —. Ni se va a acordar de vos dentro de dos horas.

— No sé si estás tratando de consolarme o de hacerme sentir peor — la miré mal —. Ay ¿viste que se vino a fijar si estaba bien? — me mordí el labio inferior sonriendo —, más bueno.

Pasamos el resto de la mañana ahí y después salimos con mis hermanos a almorzar por el centro de Turín.

No volví a ver a Paulo Dybala hasta el día del partido de la Champions League contra el gran Real Madrid.

QUISIERA ALEJARME. {Paulo Dybala}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora