XX

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Habían transcurrido cinco días desde el incidente en el club Lujuria y yo seguía mirando mi celular, esperando una llamada que no llegaría y que no tenía por qué llegar. Matías había desaparecido de la faz de la tierra y también de mi vida, con la misma rapidez con la que había llegado. No daba señales de vida por ningún medio, y tampoco iba a disculparse por lo que había hecho. Por muy preocupado que yo pudiese estar, mi orgullo era más grande como para rendirme y llamarlo.

La vida tenía que seguir. Lo que no me dejaba dormir por las noches era la estúpida idea de que Matías se había vuelto a cortarse las muñecas y que esta vez no se había salvado. Pero yo no era su padre como para cuidarlo de sobremanera. Los dos éramos lo suficientemente grandes como para saber lo que estaba bien y lo que estaba mal.

En mi casa tenía que fingir que todo estaba bien, ya que por ningún motivo le podía decir a mi mamá y a mi abuela que estaba triste porque un niño, el cual me gustaba, se había olvidado de mí... me hubiesen tirado a la calle. Simplemente tenía que seguir mi vida normal, el mundo no se iba a detener por mí.

Caminé tranquilamente hacia la universidad ya que aún tenía tiempo suficiente para llegar. Paz ya había aceptado de mejor manera su término de relación con Daniel, Paula había llegado de su gran fin de semana con su novio, la relación de "amistad" entre Sophie y Federico iba viento en popa y Nicky no había hecho ningún comentario por la última conversación que habíamos tenido en su casa. El mundo debía seguir adelante.

-hola- dije saludando con un beso en la mejilla a Paula y Sophie, las cuales se encontraban conversando en el Acuario. Ellas respondieron a mi beso y me miraron con una sonrisa. Yo también sonreí.

-Sophie me estaba contando sobre su última conversación con Federico- comentó Paula de manera coqueta. Miré a la aludida con evidente curiosidad y el rubor a pareció en las mejillas de Sophie.

-pues, Federico quiere ir a la playa conmigo. Tiene vehículo y además, quiere sacarme fotos allá porque se compró una cámara fotográfica profesional-. La voz de Sophie sonaba a emoción contenida. La idea me pareció genial.

-¿y qué esperas? Yo encuentro que es algo hermoso- comenté con entusiasmo. Paula me miró en señal de aprobación. En cambio, algo cambió en la cara de Sophie.

-¿no les ha pasado que a veces su instinto les dice que no deben hacer algo?- preguntó mi amiga con confusión.

-no- dijimos Paula y yo al mismo tiempo y mirándonos.

-bueno, a mí sí. Hay algo que me dice que no debo ir a ese viaje con Federico.

-entonces no vayas- dije sinceramente, cambiando la respuesta que había dado al principio.

-es mejor hacerle caso a tu inconsciente- comentó Paula, zanjando el asunto. Sophie sonrió y me miró con curiosidad. Sabía lo que venía después, ya que ellas estaban al tanto de todo lo que había pasado.

-¿has sabido algo?- preguntó Sophie con cautela. Negué la con la cabeza y miré mis manos.

-quizás simplemente no era para ti- dijo Paula, con una frialdad que me pareció incómoda.

-pensé que me quería como lo quería yo- dije en un murmullo. A mi mente llegaron los recuerdos de cuando nos quedamos bajo la lluvia a propósito en el parque, de la primera vez que nos juntamos y de cuando me regaló la pulsera. Miré mi muñeca derecha donde aún conservaba el regalo que Matías me había hecho. No había tenido el valor suficiente para sacármela.

-voy a ser el abogado del diablo aquí- dijo Paula acomodándose en la silla en la que estaba sentada -¿Qué ha hecho él por ti? Y no nombres la pulsera que te dio-. La pregunta me pareció absurda.

-pues, logró hacer que yo dejara de pensar en Gustavo, lo cual creí que nunca pasaría- dije con inocencia.

-y después lo encuentras bailando con él en un club. Muy bonito-. La voz de Paula era fría como el hielo. Miré a Sophie en señal de buscar algo de ayuda o apoyo, pero ella estaba mirando sus uñas, como si yo no existiera, luego levantó la vista mirando a su alrededor.

-Paula tiene razón- comentó con un hilo de voz.

-además- dijo Paula -no ha hecho nada en público para demostrar que te quiere. Tú has subido fotos con él, pero él no ha reaccionado, no ha movido ni un dedo como para demostrarle a toda esa gente que le escribe en su muro de Facebook que está sintiendo cosas por alguien más-. Sentí caer todo el peso de la verdad en mis hombros.

-Chris- continuó mi amiga -lamentablemente, tú con Matías no son nada más que amigos. Nunca llegaron a ser algo más. Mi consejo es simple. Deja de adelantarte y deja de buscarle sentido a las cosas, porque estas llegan solas y de la manera que quieren. Si estás constantemente tratando de predecir o adivinar el futuro, no llegarás a ningún lado-. El consejo de Paula fue uno de los mejores que había escuchado en mi vida.

-tú solo debes vivir- dijo Sophie y me dedicó una gran sonrisa. Ellas tenían razón. Nunca llegué a ser nada más que un amigo de Matías, él podía hacer lo que quisiera.

Paz apareció en el Acuario con la vista muy alborotada, como si acabara de pasar un huracán por su lado, se acercó a nosotros, nos saludó y se sentó estrepitosamente en la silla.

-¿estás bien?- pregunté algo preocupado. Parecía muy confundida. Me miró con un aire soñador.

-creo que sí.

-ese "sí" no me convence- dijo Sophie haciendo comillas en el aire -cuéntanos que te pasó.

-pues, vi a un niño muy lindo, demasiado lindo... y se acercó para preguntarme donde quedaba una sala, ya ni recuerdo cual. El punto es que me dio las gracias, se fue y luego volvió a mirarme para guiñarme un ojo-. A Paula, Sophie y a mí nos costó mucho cerrar la boca.

-¿te guiñó un ojo?- preguntó Paula confusa.

-¡sí!- respondió Paz dando un pequeño salto en su asiento, soltando un chillido.

-¿y es tan lindo como dices?- pregunté curioso.

-sí, sus ojos son oscuros y tiene el cabello rubio, realmente es lindo.

-pues si es tan lindo, deberán contarme quién es- dijo Nicky apareciendo a nuestro lado -pero ahora debemos ir a clases.

Sonreímos y caminamos hacia nuestra primera clase del día.

Toda la mañana pensé en lo que me había dicho Paula. Tenía toda la razón. Yo había apresurado mucho las cosas, pero era imposible no hacerlo si alguien me trataba como lo había hecho Matías. Cuando las clases terminaron, me despedí de mi grupo y comencé a caminar de vuelta hacia mi casa.

Raramente, Joseph, ese estúpido niño odioso sabe-todo-sobre-todos también había desaparecido. Después de lo que había pasado el viernes, pensé seriamente en eliminarlo de Facebook, pero mi lado conspirador me dijo que era mejor tenerlo cerca. Siempre es mejor tener a los enemigos cerca. El punto era que ni siquiera él me hablaba, como para decirme algo molesto, pero que quizás me serviría como para saber algo de Matías. Era como si todos habían conspirado en contra mía. El único con el que hablaba era con Nicolás, el amigo de Nicky, el cual me había agregado a Facebook y nos habíamos hecho buenos amigos.

En mi casa no había nadie, por lo que rápidamente subí a mi habitación y me puse algo de ropa cómoda. Me tiré en mi cama para mirar las estrellas que tenía en mi techo y una frase se me cruzó por la mente: "no apures tanto las cosas".

De un salto, fui a mi escritorio y encendí mi laptop para recrearme un poco. Entré a Facebook donde tenía algunas notificaciones, pero solo una me llamó la atención. Mi corazón se detuvo. Alguien me había etiquetado en una foto. Era una imagen donde había dos manos, las cuales tenían pulseras. Una era un hilo dorado con un colgante plateado con forma de árbol, y la otra era una pulsera de cuero café con detalles en negro. La fotografía decía: "Equivocarse es humano, pero aún hay tiempo de arrepentirse". Era la foto que Matías había sacado el día en que nos mojamos bajo la lluvia.

Matías estaba vivo y me había etiquetado en una foto.

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Gracias Paula, por todos esos consejos que me hacen mantener los pies sobre la tierra.

-Pablo.

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