XXVI

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La pieza de Matías tenía el mismo olor cítrico que su perfume. Era la primera habitación que veía con paredes negras, las cuales estaban rayadas con una especie de tiza blanca, donde Matías tenía dibujados árboles, golondrinas, flechas y tenía escrito algunos mensajes.

-esta es mi habitación- dijo con orgullo. Solo pude sonreír mientras dejaba mi chaqueta en su cama. Mi amigo me guio hacia un rincón de su pieza, donde tenía un lugar negro en la pared sin ningún decorado. Descubrí que también tenía una cámara fotográfica en un pedestal, la cual estaba mirando hacia ese lugar de la habitación. Y comprendí todo.

-este es el lugar donde te tomas fotos- dije como si descubriera el misterio más grande del mundo. Matías me miró con inocencia.

-corrección- dijo con tono de sabiduría- es el lugar donde tú y yo nos tomaremos fotos. Me tomó del brazo y me acercó hacia él. Nos colocamos delante de la cámara, a la cual Matías presionó unos botones.

-debe ser genial tener un estudio fotográfico en tu pieza- dije mirando las paredes. Descubrí que en uno de los rincones superiores de la pared de su habitación tenía un dibujo muy bien logrado del colgante que le regalé junto al hilo dorado. Los dos aun conservábamos nuestras pulseras.

-de hecho, es bastante práctico- dijo volviendo a mi lado –ahora sonríe. Miré hacia la cámara, donde se podía ver una pequeña luz roja que parpadeaba. De pronto, comenzó a parpadear más de prisa y una luz blanca me cegó por unos segundos.

-¿Qué tal?- pregunté cuando Matías se acercó a la cámara para ver el resultado.

-somos perfectos- dijo con una carcajada, a la cual me uní. Me mostró la foto en la misma cámara y, de hecho, salíamos muy bien.

-me gusta tu pieza- dije sin pensar.

-gracias- dijo con modestia -¿quieres comer algo?-. Asentí y salimos del lugar para bajar al primer piso, llegando a la cocina. Matías se movía con seguridad, demostrando que estaba más que acostumbrado a ese lugar de la casa, ya que abría y cerraba cajones sacando distintas cosas. Había una pequeña mesa con sillas y muchos muebles donde se podían ver vasos, copas, platos y bandejas. Me senté en una de las sillas de la mesa.

-¿qué estás cocinando?- pregunté alegre.

-tú solo espera, puedes recorrer la casa si quieres- me dijo sin mirarme, concentrado en una olla la cual estaba llenando con agua. Lo miré con detenimiento y luego me puse de pie. Salí de la cocina para dirigirme al comedor, el cual tenía una alfombra que daba la impresión de ser muy blanda, por lo que me aguanté las ganas de tirarme a dormir en ella. Tenía dos sillones individuales y uno grande, el cual perfectamente podría servir como una cama y una mesa grande de madera oscura. Todo el ambiente en la casa estaba inundado con el aroma cítrico de Matías. Y dejé mi mente fantasear.

Podría imaginar que era nuestra casa, que habíamos logrado salir adelante, a pesar de ser un amor clandestino y que teníamos un brillante futuro como pareja, cerrando la boca de Joseph. Me senté en el sillón grande mirando fijamente una de las paredes y mis ojos se cerraron sin querer.

-despierte, querido rey- dijo Matías suavemente en mi oído causando cosquillas en mi cuello. Abrí lentamente los ojos y lo miré con cautela. Él se supo de pie y me tendió uno de sus manos para ayudarme, llevándome a la mesa principal. En ella había dos velas de color rojo prendidas, una botella de gaseosa gigante, dos vasos y dos platos.

-¿y esto?- pregunté sorprendido.

-quería sorprenderte- contestó mi amigo. Me senté en una de las sillas y él se sentó en la silla frente a mí. Miré mi plato y descubrí que Matías había cocinado macarrones con queso.

Guarda mi secretoWhere stories live. Discover now