Sinopsis

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Betty tenía una familia.
Jughead era un lobo solitario.
Betty amaba el arte.
Jughead prefería las letras.
Betty sonreía todo el día.
Jughead con suerte hacía una mueca.
Betty huyó de su pasado.
Jughead lo estaba intentando.
Betty adoraba su chaqueta.
Jughead anhelaba su raro gorro.
Betty necesitaba oscuridad para brillar.
Jughead necesitaba luz para iluminar...
¿Podrá el amor salvarlos?

•••

Era una noche de verano, los fuegos artificiales explotaban por los cielos de Riverdale, un pueblo en la lejanía. Uno pequeño e irrelevante.

Bueno, si es que hablamos cuando la luz del Sol inunda sus calles, porque cuando la noche cae y los niños se van a dormir, los monstruos salen... 

Sin embargo, nada de eso importaba cuando las luces eran reflejadas en los ojos de la familia Cooper. Una explosión de verdes y azules, rojos y rosas, naranjas y violetas.

Cuando los fuegos artificiales dejaron de propagarse, Elizabeth, se puso de pie con un salto. Estaba cansada de todo el día, jugando de un lado a otro sin parar.

La niña corrió hasta la alta mujer que seguía con la vista al cielo, se enroscó de sus piernas y tiró su peso hacia al suelo, logrando hacer perder el equilibrio a su madre. Con una sonrisa, Alice la levantó del suelo.

-Ya estás grande para todo esos juegos, mi Betty.

Elizabeth rió.

-Me hace lo mismo- admitió Polly, su hermana de unos tres años mayor.  Sus rizos rubios caían por su frente de forma desordenada. Logrando hacerle un aire parecido a su clon.

-Polly, antes de ir  cenar, debemos hablar contigo  sobre ya sabes qué...- Harold, su padre, hizo una mueca al recordar el lío que su hija mayor había provocado en la escuela aquella mañana.- Elizabeth, amor ¿Podrías poner la mesa para cenar?

Dicho y hecho, la niña Cooper obedeció.
Le dedicó una sonrisa a sus padres y entró a su casa dando largos saltos.
A ella le importaba de lo que hablaban, pero no dejaban que escuche para que no la copiara.

Era típico, los menores siempre querían ser como sus hermanos mayores.

O la mayoría de las veces, supongo.

Ya finalizaba con los cubiertos. Era la parte que más odiaba.
Derecha el cuchillo, izquierda el tenedor.

-¡Sí, así era!- recordó de forma errónea.
Colocó cada uno al revés, mientras pensaba en todos aquellos recuerdos que había tenido en el día.
Había sido extraño, había un niño que la observó todas las clases. Su cabello era rojo. Y era lindo.
La niña estaba tan sumergida en ello, que cuando unos disparos sonaron y la estremecieron, su cuerpo quedó inmóvil.
No sabía qué hacer.
Estaba asustada.

Sonó un disparo.
Dos disparos.
Tres disparos.

Su respiración se agitó y las lágrimas comenzaron a caer.
Tenía miedo.

-¡Mamá!- llamó, desgarrando su voz sin querer salir de su casa.
Estaba aterrada de lo que podría encontrarse.
Sin embargo, caminó a la puerta. Abrió la perilla, y salió a la oscura noche.

Y gritó.
Betty lloraba al ver los tres cadáveres que yacían en el piso, cuya sangre se deslizaba por el suelo y los ojos abiertos de cada uno miraban al cielo.

Las manos de su mamá se entrelazaban con las de su niña, quien ya no daba resultado de vida.

-¿Mamá? Despierta- susurró moviendo a las personas que más amaba.- ¡Mamá, vamos! Levántate, dijiste que te quedarías conmigo... 

Intentó. Manchando de sangre sus manos en tal intento.

-¡Polly! ¡Levántate, por favor! Prometo jugar contigo, te lo prometo- volvió a intentar. Pero nada.
Las lágrimas de la pequeña caían con más velocidad. ¿Por qué ellos no despertaban?

Las luces de la ambulancia y la policía se comenzaban a escuchar, logrando que se proyectara en el suelo de la calle. 

Antes, las luces multicolores eran admiradas por toda aquella familia. 

Pero unos minutos después, solo el color rojo y azul, eran vistos por la única sobreviviente del atroz asesinato de la familia Cooper... 

My Wonderwall •Bughead•Where stories live. Discover now