11: Hogar, Dulce Y Peligroso hogar

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No hablamos apenas durante el resto del viaje. Finalmente se detuvo el tren en la estación de Hogsmeade, y se formó mucho barullo para salir del tren: las lechuzas ululaban, los gatos maullaban y el sapo de Neville croaba debajo de su sombrero. Mis bowtruckles estaban temblando, acurrucados en mis bolsillos y temblando, les hice cariño a cada uno.
—Esta bien, mamá esta aqui, mamá está aquí.
En el pequeño andén hacía un frío que pelaba; la lluvia era una ducha de hielo.
—¡Por aquí los de primer curso! —gritaba una voz familiar. Me di la vuelta y vi la silueta gigante de Hagrid en el otro extremo del andén, indicando por señas a los nuevos estudiantes (que estaban algo asustados) que se adelantaran para iniciar el tradicional recorrido por el lago.
—¿Estáis bien? —gritó Hagrid, por encima de la multitud.
Lo saludamos con la mano, pero no pudimos hablarle porque la multitud nos empujaba a lo largo del andén. Los cuatro seguimos al resto de los alumnos y salimos a un camino embarrado y desigual, donde aguardaban al resto de los alumnos al menos cien diligencias, todas tiradas por los thestrals, que eran sin duda bellísimos, me acerque y le hice cariño a uno sonriendo, y cuando deje de verlo todavía con mi mano en él, todos me miraban como si fuera una completa lunatica.
La diligencia olía un poco a moho y a paja... Ron y Hermione miraban a Harry todo el tiempo de reojo, como si tuvieran miedo de que perdiera de nuevo el conocimiento.
Mientras el coche avanzaba lentamente hacia unas suntuosas verjas de hierro flanqueadas por columnas de piedra coronadas por estatuillas de cerdos alados, me di la vuelta para ver a dos dementores encapuchados y descomunales, que montaban guardia a cada lado, el corazón volvió a martillearme rápidamente, por lo que cerré los ojos y apoye mi cabeza en el pequeño respaldo. El carruaje cogió velocidad por el largo y empinado camino que llevaba al castillo; Hermione se asomaba por la ventanilla para ver acercarse las pequeñas torres. Finalmente, el carruaje se detuvo y sin embargo al bajar oí una voz que arrastraba alegremente las sílabas:
—¿Te has desmayado, Potter? ¿Es verdad lo que dice Longbottom? ¿Realmente te desmayaste?
Malfoy le dio con el codo a Hermione al pasar por su lado, y salió al paso de Harry, que subía al castillo por la escalinata de piedra. Sus ojos claros y su cara alegre brillaban de malicia.
—Cállate Draco.— siseé.
—¡Lárgate, Malfoy! —dijo Ron con las mandíbulas apretadas.
—¿Tú también te desmayaste, Weasley? —preguntó Malfoy, levantando la voz—. ¿También te asustó a ti el viejo dementor; Weasley?
—¿Hay algún problema? —preguntó una voz amable. Mi tío Remus acababa de bajarse de la diligencia que iba detrás de la de nosotros.
Malfoy dirigió una mirada insolente a mi Tío Remus, gruñi por lo bajo y Hermione me puso una mano en el hombro, Malfoy vio los remiendos de su ropa y su maleta desvencijada. Con cierto sarcasmo en la voz, dijo:
—Oh, no, eh... profesor...
Entonces dirigió a Crabbe y Goyle una sonrisita, y subieron los tres hacia el castillo.
—Grr...—comencé literalmente a gruñir.
—Laila te esta temblando el ojo
Me tape el ojo y segui gruñiendo, Hermione pinchaba a Ron en la espalda para que se diera prisa, y los cuatro nos unimos a la multitud apiñada en la parte superior; a través de las gigantescas puertas de roble, y en el interior del vestíbulo, que estaba iluminado con antorchas y acogía una magnífica escalera de mármol que conducía a los pisos superiores.
A la derecha, abierta, estaba la puerta que daba al Gran Comedor. Pero apenas vimos el techo encantado, que aquella noche estaba negro y nublado, cuando llamó una voz:
—¡Potter, Granger, quiero hablar con vosotros!
Harry y Hermione dieron media vuelta, sorprendidos. La profesora McGonagall, que daba clase de Transformaciones y era la jefa de la casa de Gryffindor; los llamaba por encima de las cabezas de la multitud. Tenía una expresión severa y un moño en la nuca; sus penetrantes ojos se enmarcaban en unas gafas cuadradas. Harry se abrió camino hasta ella con cierta dificultad y un poco de miedo, yo también y eso que ni siquiera me llamó.
—No he hecho nada malo, lo juro— dije—. Y hola Minnie, gusto en volver a verla.
—No tenéis que poner esa cara de asustados, sólo quiero hablar con vosotros en mi despacho —les dijo—. Vayan con los demas Weasley y Scamander.
Yo y Ron, nos quedamos parados donde estábamos, viendo como Hermione y Harry seguían a la profesora McGonagall.
—Y ese; fue el último día que vimos a Potter y a Granger—dije con voz profunda, luego le revolví el pelo amistosamente—. Venga, estoy muerta de hambre...
—Está vez Harry no te pago los dulces.
—Shhh...y además la Selección está por comenzar.
Pude ver a mi tío Remus, junto con los demás profesores, tenía como siempre una expresión amable y destacaba entre los otros profesores que tenían mejores togas y ropas, pero su expresión era mejor que la de Snape y cualquier otro. Cuando yo y Ron nos sentamos les dejamos espacio a Harry y a Hermione, el profesor Flitwick tenía el sombrero en una mano y comenzó a leer los nombres de los chicos de primer año. Sin embargo todos murmuraban cosas entre sí, Draco estaba sonriente por lo que supuse que todos hablaban de Harry y como se desmayó.
—¿No lo oíste?—escuche una chica de Ravenclaw que preguntó muy alto—. Harry Potter se desmayó, él, el chico que peleo por la piedra filosofal...
—Laila te está temblando el ojo de nuevo—susurró Ron—. ¿Que está pasando? ¿Malfoy está pensando demasiado alto?
—¡Shhh! No puedes hacer chistes de Legeremancia a cada instante—le calle. Si Harry y Hermione sabían, obviamente Ron también; por lo que a fin del año pasado se lo dije y como a Harry le juré no leerle la mente sin embargo tuvimos una pequeña discusión que incluía "¿NO PODÍAS SIMPLEMENTE LEERLE LA MENTE A MALFOY?"
Ni siquiera quería acercarme a Malfoy; además de que era un grandísimo pedazo de idiota; yo le gustaba, yo, Laila Elizabeth Scamander le gustaba a Draco Malfoy, el niño más odioso de Hogwarts, mi estómago rugía y no era por las arcadas que me hacían ese recuerdo ¿además que cosa Malfoy veía en mi? Soy literalmente la mejor amiga de la persona a quien más odia. El profesor Flitwick, que era un brujo bajito y con el pelo blanco, salió con el viejo sombrero y un taburete de tres patas, mientras le dábamos la bienvenida a el nuevo Gryffindor que estaba tan pálido como Nick casi decapitado.
La profesora McGonagall se dirigió con paso firme a su asiento en la mesa de los profesores, por lo que me di la vuelta y vi a Harry y Hermione que se encaminaron en sentido contrario, hacia la mesa de Gryffindor, tan silenciosamente como les fue posible. La gente se volvía para mirarlos cuando pasaban por la parte trasera del Comedor y algunos señalaban a Harry.
Él se sentó al lado de Ron, y Hermione al mío.
—¿De qué iba la cosa? —le preguntó Ron a Harry.
Comenzó a explicarse en un susurro, pero entonces el director se puso en
pie para hablar y Harry se calló.
El profesor Dumbledore, aunque viejo, siempre daba la impresión de tener mucha energía. Su pelo plateado y su barba tenían más de medio metro de longitud; llevaba gafas de media luna; y tenía una nariz extremadamente curva; no me podía imaginar a Dumbledore sin otra forma que fuese esa; sin embargo mi abuelo Newt me dijo que en la juventud todos eran diferentes.
—¡Bienvenidos! —dijo Dumbledore, con la luz de la vela reflejándose en su barba—. ¡Bienvenidos a un nuevo curso en Hogwarts! Tengo algunas cosas que deciros a todos, y como una es muy seria, la explicaré antes de que nuestro excelente banquete os deje aturdidos. —sentí de nuevo mi estómago gruñir y Dumbledore se aclaró la garganta y continuó—: Como todos sabéis después del registro que ha tenido lugar en el expreso de Hogwarts, tenemos actualmente en nuestro colegio a algunos dementores de Azkaban, que están aquí por asuntos relacionados con el Ministerio de Magia. —Se hizo una pausa—. Están apostados en las entradas a los terrenos del colegio —continuó Dumbledore—, y tengo que dejar muy claro que mientras estén aquí nadie saldrá del colegio sin permiso. A los dementores no se les puede engañar con trucos o disfraces, ni siquiera con capas invisibles — añadió como quien no quiere la cosa, y baje la mirada, muy concentrada ahora en la trenza de Ginny Weasley—. No está en la naturaleza de un dementor comprender ruegos o excusas. Por lo tanto, os advierto a todos y cada uno de vosotros que no debéis darles ningún motivo para que os hagan daño. Confío en los prefectos y en los últimos ganadores de los Premios Anuales para que se aseguren de que ningún alumno intenta burlarse de los dementores.
Percy, que se sentaba a unos asientos de distancia, volvió a sacar pecho y miró a su alrededor orgullosamente, sin embargo no tenía su placa . Dumbledore hizo otra pausa. Recorrió la sala con una mirada muy seria y nadie movió un dedo ni dijo nada.
—Por hablar de algo más alegre —continuó—, este año estoy encantado de dar la bienvenida a nuestro colegio a dos nuevos profesores. En primer lugar, el profesor Lupin, que amablemente ha accedido a enseñar Defensa Contra las Artes Oscuras.
Hubo algún aplauso aislado y carente de entusiasmo. Sólo los que habían estado con él en el tren aplaudieron con ganas, aplaudí con tanto entusiasmo que casi me levante . Él parecía un adán en medio de los demás profesores, que iban vestidos con sus mejores togas.
—¡Mira a Snape! —susurró Ron.
El profesor Snape, el especialista en Pociones (y en no lavarse el cabello) miraba al profesor Lupin desde el otro lado de la mesa de los profesores. Era sabido que Snape anhelaba aquel puesto, pero incluso yo, que aborrecía a Snape, me asombraba la expresión que tenía en aquel momento, crispando su rostro delgado y cetrino. Era más que enfado: era odio. Conocía muy bien aquella expresión: era la que Snape adoptaba cada vez que veía a Harry e incluso a mi.
—En cuanto al otro último nombramiento —prosiguió Dumbledore cuando se apagó el tibio aplauso para mi tío—, siento deciros que el profesor Kettleburn, nuestro profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas, se retiró al final del pasado curso para poder aprovechar en la intimidad los miembros que le quedan. Sin embargo, estoy encantado de anunciar que su lugar lo ocupará nada menos que Rubeus Hagrid, que ha accedido a compaginar estas clases con sus obligaciones de guardabosques.
Mire, a mis amigos atónita. Luego me uni al aplauso, que fue especialmente caluroso en la mesa de Gryffindor. Hagrid, estaba rojo como un tomate y se miraba las enormes manos, con la amplia sonrisa oculta por la barba negra, lo que me hizo sonreír aun más.
—¡Tendríamos que haberlo adivinado! —dijo Ron, dando un puñetazo en la mesa—. ¿Qué otro habría sido capaz de mandarnos que compráramos un libro que muerde?
—Tienes que admitir...que eso fue lo más divertido que he encontrado en algo educativo—dije.
Cuando dejamos de aplaudir y el profesor Dumbledore volvió a hablar, pude ver que Hagrid se secaba los ojos con el mantel.
—Bien, creo que ya he dicho todo lo importante —dijo Dumbledore—. ¡Que comience el banquete!
Las fuentes doradas y las copas que teníamos delante se llenaron de pronto de comida y bebida. Mi estómago gruñó de nuevo y casi babeé antes de servirme todo lo que podía y que no fuera carne; y Hermione gentilmente me recordó que existían los cubiertos ya que había comenzado a sacar con la mano de todo; parecía un animal.
Fue un banquete delicioso. El Gran Comedor se llenó de conversaciones, de risas y del tintineo de los cuchillos y tenedores. Sin embargo, tenía ganas de que terminara para hablar con Hagrid como mis amigos, sabía cuánto significaba para él ser profesor. Hagrid no era un mago totalmente cualificado; había sido expulsado de Hogwarts en tercer curso por un delito que no había cometido. Fuimos los Cuatro quienes, durante el curso anterior; habíamos limpiado el nombre de Hagrid.
Finalmente, cuando los últimos bocados de tarta de calabaza desaparecieron de las bandejas doradas y di un quejido; Dumbledore anunció que era hora de que todos se fueran a dormir y vimos llegado el momento.
—¡Enhorabuena, Hagrid! —gritó Hermione muy alegre, cuando llegamos a la mesa de los profesores.
—Todo ha sido gracias a vosotros cuatro—dijo Hagrid mientras nos miraba, secando su cara brillante en la servilleta—. No puedo creerlo... Un gran tipo, Dumbledore... Vino derecho a mi cabaña después de que el profesor Kettleburn dijera que ya no podía más. Es lo que siempre había querido.—Embargado de emoción, ocultó la cara en la servilleta y la profesora McGonagall nos hizo irnos
—¡No puedo esperar la clase!—grite mientras la profesora me daba pequeños empujones para que me fuera.
Los Cuatro nos reunimos con los demás estudiantes de la casa Gryffindor que subían en tropel la escalera de mármol y, ya muy cansados, seguimos por más corredores y subimos más escaleras, en un momento me agarre a Harry dramáticamente;
—No puedo seguir, después de este banquete, tendré que seguir rodando, o...me puedes cargar.
—¿De que lado prefieres rodar?—preguntó Harry con una sonrisa.
Llegamos a la entrada secreta de la torre de Gryffindor. Nos interrogó un retrato grande de señora gorda, vestida de rosa:
—¿Contraseña?
—¡Dejadme pasar; dejadme pasar! —gritaba Percy des de detrás de la multitud—. ¡La última contraseña es «Fortuna Maior»!
—¡Oh, no! —dijo con tristeza Neville Longbottom. Siempre tenía problemas para recordar las contraseñas.
Después de cruzar el retrato y recorrer la sala común, chicos y chicas nos separamos, cuando llegamos al dormitorio, salude a Lavander y Parvati, mientras yo y Hermione estábamos hablando sobre sus vacaciones; Fay estaba en su cama ya dormida, mientras las otras chicas ya tenían todas sus cosas acomodadas.

🌙

Todas mis amigas ya estaban durmiendo; y yo recién dejé a Castiel y a James en su planta con una pequeña sonrisa, y aún no me acostaba en la cama cuando abrí mi maleta para tomar mi diario y mi pijama; sin embargo cuando la abrí estaba hecha un desorden enorme; la ropa estaba completamente desordenada y mi escarbato estaba sonriéndome como culpable y con la placa de Percy solo que esta decía "Premio Asnal", cortesía supongo que de Fred y George.
—¿Cody III que diablos estas haciendo aquí? Él solo me miro y luego camino rápidamente hacia mi, poniéndose en mis brazos; queriendo que lo tomara; hice una mueca, le prometí a mi abuelo que no me metería en problemas y mi escarbato se fugó en mi maleta. Fui hasta un rincón de la habitación y le comencé a hacer cosquillas para ver que más había robado; él comenzó a reírse y no pude evitar sonreír; era extremadamente adorable; comenzaron a caer galeones; la placa de Percy; uno que otro collar; pero lo que me sorprendió fue que cayó un marco dorado con una foto; deje de hacerle cosquillas y me arrodille era mi madre solo que parecía mucho mayor que en otra fotos pero seguía con el uniforme del colegio; debía ser en un su último año; estaba sonriente y a sus lados estaban dos chicos, cada uno besándole una mejilla; no se podían ver muy bien a los chicos, solo se veía que uno traía lentes y el otro me era sumamente familiar.
—¿De donde sacaste esto eh?—dije, viendo que decía algo abajo:
"¡Feliz cumpleaños n°17 Lizzy!
De: Los hombres a quienes más amas.
Fruncí el ceño al leer esto, creo que desconocía más de mi madre de lo que yo creía.

Les gustó el trailer de Winter In My Heart? Pues agárrense de su asiento que viene el trailer de Laila Scamander Y el prisionero de Azkaban este fin de semana.

Laila Scamander y El Prisionero De AzkabanTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang