26: Despues de la tormenta

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La señora Pomfrey insistió en que Harry se quedara en la enfermería el fin de semana. y aunque le dije que tirara los restos de la Nimbus, él no quiso, sabía que era una tontería y que la Nimbus no podía repararse, pero Harry no podía evitarlo. En respuesta le dije que podíamos enterrar los restos y yo haría un excelente trabajo en la funeraria pero al parecer no le hizo mucha gracia.
Todos lo visitaban, yo no me daba cuenta; estaba muy ocupada durmiendo en la silla de al lado, en un momento de la tarde Harry me despertaba y me decía como todos fueron a verlo; Hagrid le envió unas flores llenas de tijeretas y que parecían coles amarillas, y Ginny Weasley, sonrojada, apareció con una tarjeta de saludo que ella misma había hecho y que cantaba con voz estridente salvo cuando se cerraba y se metía debajo del frutero, yo la abría y la cerraba rápidamente una y otra vez hasta que Harey irritado me la quitó de las manos.
El equipo de Gryffindor volvió a visitarlo el domingo por la mañana, esta vez con Wood, que aseguró a Harry con voz de ultratumba que no lo culpaba en absoluto, le di un codazo en las costillas para que hablara con más amabilidad. Ron y Hermione no se iban hasta que llegaba la noche al igual que yo, y aunque lo consolábamos y lo tratábamos de aliviar Harry parecía  igual de preocupado. Y aunque por más que quisiera, trataba de no leerle la mente, no quería hacerlo sentir peor e invadir su privacidad.

Una vez Harry regresó de vuelta el lunes, Malfoy no cabía en sí de gozo por la derrota de Gryffindor. Por fin se había quitado las vendas y lo había celebrado parodiando la caída de Harry. La mayor parte de la siguiente clase de Pociones la pasó Malfoy imitando por toda la mazmorra a los dementores. Llegó un momento en que Ron no pudo soportarlo más y le arrojó un corazón de cocodrilo grande y viscoso. Le dio en la cara y consiguió que Snape le quitara cincuenta puntos a Gryffindor, aunque valieron la pena al ver la cara de Malfoy.

—Si Snape vuelve a dar la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, me pondré enfermo —explicó Ron, mientras nos dirigíamos al aula de Lupin, tras el almuerzo—. Mira a ver quién está, Hermione.
Yo me detuve para no ser vista, lista para correr lejos si Snape estaba de nuevo.
Hermione se asomó al aula.
—¡Estupendo!
Suspire de alivio al ver que mi tío Lupin había vuelto al aula. Ciertamente, tenía aspecto de convaleciente. Las togas de siempre le quedaban grandes y tenía ojeras, siempre me dolía verlo después de la luna llena, sin embargo, sonrió a los alumnos mientras se sentaban, y todos irrumpieron inmediatamente en quejas sobre el comportamiento de Snape durante la enfermedad de mi tío, si teníamos que pasar otra clase con Snape iba a vomitar.
—No es justo. Sólo estaba haciendo una sustitución ¿Por qué tenía que mandarnos trabajo?
—No sabemos nada sobre los hombres lobo...
—¡... dos pergaminos!
—¿Le dijisteis al profesor Snape que todavía no habíamos llegado ahí? — preguntó él, frunciendo un poco el entrecejo.
Volvió a producirse un barullo.
—Si, pero dijo que íbamos muy atrasados...
—... no nos escuchó...
—¡... dos pergaminos!
Él sonrió ante la indignación que se dibujaba en todas las caras.
—No se preocupen. Hablaré con el profesor Snape. No tendrán que hacer el trabajo.
—¡Oh, no! —exclamó Hermione, decepcionada—. ¡Yo ya lo he terminado!
Suspire de alivio, porque honestamente no pude hacer el trabajo y no fue porque simplemente odie hacer tarea si no el hecho de que no podía escribir como matar a un hombre lobo sin poder pensar en mi tío Remus y su cara al ver mi nombre en un trabajo así.
Tuvimos una clase muy agradable. Por fin trajo una caja de cristal que contenía un hinkypunk, una criatura pequeña de una sola pata que parecía hecha de humo, enclenque y aparentemente inofensiva, aunque mi abuelo Newt me dijo que jamás me acercaran a uno.
—Atrae a los viajeros a las ciénagas —explicó mientras los alumnos tomaban apuntes—. ¿Ven el farol que le cuelga de la mano? Le sale al paso, el viajero sigue la luz y entonces...
El hinkypunk produjo un chirrido horrible contra el cristal.
Al sonar el timbre, todos comenzamos a recoger nuestras cosas, fui hasta Harry quien se había sentado al lado de Ron y me senté en su pupitre mientras él guardaba sus libros
—Podemos ir a nuestro lugar misterioso—le propuse, tratando de levantarle el ánimo—. Limpiar el lugar, ponerlo más hogareño, ¡Oh, podemos poner un póster de un gatito que diga * "aguanta ahí"!

Laila Scamander y El Prisionero De AzkabanWhere stories live. Discover now