27: El mapa del merodeador

4.8K 589 118
                                    

Ayer cómo fue mi cumpleaños iba a publicar pero estaba tan cansada que no pude xd

Lastimosamente para mi, y afortunadamente para los demás, estaba programada otra salida a Hogsmeade para el último fin de semana del trimestre.
—¡Podemos hacer allí todas las compras de Navidad! —dijo Hermione—. ¡A mis padres les encantaría el hilo dental mentolado de Honeydukes!
—Yupi—dije sin ánimos, escribiendo mientras que con mi mano derecha acariciaba a Cody III.
Lista para un día de aburrimiento le dije a Harry que fuéramos a pasar el día en el lugar secreto, y le pidió prestado a Wood su ejemplar de El mundo de la escoba, y decidió pasar el día informándose sobre los diferentes modelos. El pobre necesitaba una escoba rápida siendo buscador.
La mañana del sábado de la excursión, nos despedimos de Ron y de Hermione, envueltos en capas y bufandas, y yo estaba en vuelta en las sabanas de mi cama que había sacado y estaba envuelta como una oruga, tenía que dar saltitos para caminar y Harry tenía una mano en mí para que no me cayera, y fue más difícil cuando estábamos en  la escalera de mármol. Había empezado a nevar y el castillo estaba muy tranquilo y silencioso.
—¡Pss, chicos!
Me di la vuelta a mitad del corredor del tercer piso y vi a Fred y a George que nos miraban desde detrás de la estatua de una bruja tuerta y jorobada.
—¿Qué hacen? —preguntó Harry con curiosidad—. ¿Cómo es que no están  camino a Hogsmeade?
—Hemos venido a darles un poco de alegría antes de irnos —dijo Fred guiñándole el ojo misteriosamente—. Entren aquí...
Señaló con la cabeza un aula vacía que estaba a la izquierda de la estatua de la bruja. Mire a Harry con una ceja alzada antes de entrar detrás de Fred y George.
George cerró la puerta sigilosamente y se volvió, mirandonos con una amplia sonrisa.
—Un regalo navideño por adelantado —dijo.
Fred sacó algo de debajo de la capa y lo puso en una mesa, haciendo con el brazo un ademán rimbombante. Era un pergamino grande, cuadrado, muy desgastado. No tenía nada escrito. Iba a tocarlo pero Harry me tomo de la muñeca, ahora que lo pensaba mejor podía ser una de sus bromas y podría perder la sensibilidad del brazo, Harry lo vio con detenimiento.
—¿Qué es?
—Esto, es el secreto de nuestro éxito —dijo George, acariciando el pergamino.
—Darlo nos duele —dijo Fred—. Pero anoche llegamos a la conclusión de que ustedes lo necesitan más que nosotros.
—De todas formas, nos lo sabemos de memoria. A nosotros ya no nos hace falta.
—¿Y para qué necesito un pergamino viejo? —preguntó Harry.
—¡Un pergamino viejo! —exclamó Fred, cerrando los ojos y haciendo una mueca de dolor; como si Harry lo hubiera ofendido gravemente—. Explícalo, George.
—Bueno, Harry.. cuando estábamos en primero.. y éramos jóvenes, despreocupados e inocentes... —Reí, Fred y George no iban junto con la palabra inocente—. Bueno, más inocentes de lo que somos ahora... tuvimos un pequeño problema con Filch.
—¿En serio?—pregunte con sarcasmo.
—Tiramos una bomba fétida en el pasillo y se molestó.
—Así que nos llevó a su despacho y empezó a amenazarnos con el habitual...
—... castigo...
—... de descuartizamiento...
—... y fue inevitable que viéramos en uno de sus archivadores un cajón en que ponía «Confiscado y altamente peligroso».
—No me digan...—dijo Harry sonriendo.
—Bueno, ¿qué habrías hecho tú? —preguntó Fred—. George se encargó de distraerlo lanzando otra bomba fétida, yo abrí a toda prisa el cajón y tomé... esto.
—No fue tan malo como parece —dijo George—. Creemos que Filch no sabía utilizarlo. Probablemente sospechaba lo que era, porque si no, no lo habría confiscado.
—¿Y saben utilizarlo?
—Si —dijo Fred, sonriendo con complicidad—. Esta pequeña maravilla nos ha enseñado más que todos los profesores del colegio.
—Se están burlando de nosotros—negué con la cabeza.
—Ah, ¿sí? —dijo George.
Sacó la varita, tocó con ella el pergamino y pronunció:
—Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas.
E inmediatamente, a partir del punto en que había tocado la varita de George, empezaron a aparecer unas finas líneas de tinta, como filamentos de telaraña. Se unieron unas con otras, se cruzaron y se abrieron en abanico en cada una de las esquinas del pergamino. Luego empezaron a aparecer palabras en la parte superior. Palabras en caracteres grandes, verdes y floreados que proclamaban:

Laila Scamander y El Prisionero De AzkabanМесто, где живут истории. Откройте их для себя