41: Buckbeak

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Bajamos a cenar con los demás para no levantar sospechas pero no regresamos luego a la torre de Gryffindor

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Bajamos a cenar con los demás para no levantar sospechas pero no regresamos luego a la torre de Gryffindor. Harry llevaba escondida la capa en la parte delantera de la túnica. Esperamos en una habitación contigua al vestíbulo hasta asegurarnos de que éste estuviese completamente vacío. Oí a los dos últimos que pasaban aprisa y cerraban dando un portazo. Hermione asomó la cabeza por la puerta.
—De acuerdo—susurró—. No hay nadie. Podemos taparnos con la capa.
Caminando muy juntos, de puntillas y bajo la capa, para que nadie nos viera, bajamos la escalera y salimos. El sol se hundía ya en el bosque prohibido, dorando las ramas más altas de los árboles.
Apretujados llegamos a la cabaña y llamé a la puerta. Hagrid tardó en contestar; cuando por fin lo hizo, miró a su alrededor; pálido y tembloroso, en busca de la persona que había llamado.
—Somos nosotros —susurró Harry—. Llevamos la capa invisible. Si nos dejas pasar; nos la quitaremos.
—No deberían haber venido —dijo Hagrid, también susurrando.
Pero se hizo a un lado, y entramos. Hagrid cerró la puerta rápidamente y Harry se desprendió de la capa. Hagrid no lloró ni se arrojó a nuestros cuellos. No parecía saber dónde se encontraba ni qué hacer. Resultaba más trágico verlo así que llorando.
—¿Quieren un té? —invitó.
Sus manos enormes temblaban al tomar la tetera.
—¿Dónde está Buckbeak , Hagrid? —preguntó Ron, vacilante.
—Lo... lo tengo en el exterior —dijo Hagrid, derramando la leche por la mesa al llenar la jarra—. Está atado en el huerto, junto a las calabazas. Pensé que debía ver los árboles y oler el aire fresco antes de...
A Hagrid le temblaba tanto la mano que la jarra se le cayó y se hizo añicos, me di la vuelta para ver por la ventana a Buckbeak.
—Yo lo haré, Hagrid —dijo Hermione inmediatamente, apresurándose a limpiar el suelo.
—Hay otra en el aparador —dijo Hagrid sentándose y limpiándose la frente con la manga. Me di la vuelta para ver a mis amigos con los labios apretados, era horrible ver a Hagrid en tal estado.
—¿No hay nada que hacer; Hagrid? —preguntó Harry sentándose a su lado—. Dumbledore...
—Lo ha intentado —respondió Hagrid—. No puede hacer nada contra una sentencia de la Comisión. Les ha dicho que Buckbeak es inofensivo, pero tienen miedo. Ya saben cómo es Lucius Malfoy... Me imagino que los ha amenazado... Y el verdugo, Macnair, es un viejo amigo suyo. Pero será rápido y limpio, y yo estaré a su lado.
Hagrid tragó saliva. Sus ojos recorrían la cabaña buscando algún retazo de esperanza, puse mi mano en la ventana viendo con tristeza a Buckbeak.
—Dumbledore estará presente. Me ha escrito esta mañana. Dice que quiere estar conmigo. Un gran hombre, Dumbledore...
Hermione, que había estado rebuscando en el aparador de Hagrid, dejó escapar un leve sollozo, que reprimió rápidamente.
Yo no quería llorar sin embargo la muerte de una criatura tan agradable e inocente como Buckbeak me hacia querer llorar a tal punto que me comenzaba a temblar la barbilla, me mordí el labio pero seguía temblando.
—Nosotros también estaremos contigo, Hagrid —le dije, pero Hagrid
negó con la despeinada cabeza.
—Tienen que volver al castillo. Les he dicho que no quería que lo vieran. Y tampoco deberían estar aquí. Si Fudge y Dumbledore te pillan fueran sin permiso, Harry, te verás en un aprieto.

Laila Scamander y El Prisionero De AzkabanWhere stories live. Discover now