13: Adivinación

5.9K 647 85
                                    

—Bienvenidos a la clase de Adivinación —dijo la profesora Trelawney, que se había sentado en un sillón de orejas, delante del fuego—. Soy la profesora Trelawney. Seguramente es la primera vez que me veis. Noto que descender muy a menudo al bullicio del colegio principal nubla mi ojo interior.
Nadie dijo nada ante esa extraordinaria declaración. Con movimientos delicados, la profesora Trelawney se puso bien el chal y continuó hablando:
—Así que habéis decidido estudiar Adivinación, la más difícil de todas las artes mágicas— yo solo l había escogido por que Fred me dijo que solo tomábamos té—. Debo advertiros desde el principio de que si no poseéis la Vista, no podré enseñaros prácticamente nada. Los libros tampoco os ayudarán mucho en este terreno... —Al oír estas palabras, Harry y Ron miraron con una sonrisa burlona a Hermione, que parecía asustada al oír que los libros no iban a ser de mucha utilidad en aquella asignatura—. Hay numerosos magos y brujas que, aun teniendo una gran habilidad en lo que se refiere a transformaciones, olores y desapariciones súbitas, son incapaces de penetrar en los velados misterios del futuro —continuó la profesora Trelawney, recorriendo las caras nerviosas con sus ojos enormes y brillantes—. Es un don reservado a unos pocos. Dime, muchacho —dijo de repente a Neville, que casi se cayó del cojín—, ¿se encuentra bien tu abuela?
—Creo que sí —dijo Neville tembloroso.
—Yo en tu lugar no estaría tan seguro, querido —dijo la profesora Trelawney. El fuego de la chimenea se reflejaba en sus largos pendientes de color esmeralda. Neville tragó saliva. La profesora Trelawney prosiguió plácidamente—. Durante este curso estudiaremos los métodos básicos de adivinación. Dedicaremos el primer trimestre a la lectura de las hojas de té. El segundo nos ocuparemos en quiromancia. A propósito, querida mía —le soltó de pronto a Parvati Patil—, ten cuidado con cierto pelirrojo.
Parvati miró con un sobresalto a Ron, que estaba inmediatamente detrás de ella, y alejó de él su sillón.
—Durante el último trimestre —continuó la profesora Trelawney—, pasaremos a la bola de cristal si la interpretación de las llamas nos deja tiempo. Por desgracia, un desagradable brote de gripe interrumpirá las clases en febrero. Yo misma perderé la voz. Y en torno a Semana Santa, uno de vosotros nos abandonará para siempre. —Un silencio muy tenso siguió a este comentario, pero la profesora Trelawney no pareció notarlo—. Querida — añadió dirigiéndose a Lavender Brown, que era quien estaba más cerca de ella y que se hundió contra el respaldo del sillón—, ¿me podrías pasar la tetera grande de plata?
Lavender dio un suspiro de alivio, se levantó, cogió una enorme tetera de la estantería y la puso sobre la mesa, ante la profesora Trelawney.
—Gracias, querida. A propósito, eso que temes sucederá el viernes 16 de octubre. —Lavender tembló—. Ahora quiero que os pongáis por parejas. Coged una taza de la estantería, venid a mí y os la llenaré. Luego sentaos y bebed hasta que sólo queden los posos. Removed entonces los posos agitando la taza tres veces con la mano izquierda y poned luego la taza boca abajo en el plato. Esperad a que haya caído la última gota de té y pasad la taza a vuestro compañero, para que la lea. Interpretaréis los dibujos dejados por los posos utilizando las páginas 5 y 6 de Disipar las nieblas del futuro. Yo pasaré a ayudaros y a daros instrucciones. ¡Ah!, querido... —asió a Neville por el brazo cuando el muchacho iba a levantarse— cuando rompas la primera taza, ¿serás tan amable de coger una de las azules? Las de color rosa me gustan mucho.
Como es natural, en cuanto Neville hubo alcanzado la balda de las tazas, se oyó el tintineo de la porcelana rota. La profesora Trelawney se dirigió a él rápidamente con una escoba y un recogedor; y le dijo:
—Una de las azules, querido, si eres tan amable. Gracias...
Hermione y yo llenamos las tazas de té, y volvimos a la mesa y nos tomamos rápidamente la ardiente infusión.
Removimos los posos como había indicado la profesora Trelawney, y después secamos las tazas y las intercambiamos, aunque bueno Hermione no se veía muy contenta.
—De acuerdo—dije lentamente y abriendo el libro por las páginas 5 y 6—. ¿Qué ves en la mía?
—El resto del té—respondió Hermione secamente.
—¡Ensanchad la mente, queridos, y que vuestros ojos vean más allá de lo terrenal! —exclamó la profesora Trelawney sumida en la penumbra.
—Bueno...—dije tomando su té y ojeando un poco más el libro—. Eh...tienes una especie de dinosaurio con una maleta...no...es una flor que puede significar separación; pero...uh... hay algo que podría ser el sol. Entones vas a separarte de algo y serás muy feliz.
—Esto es ridiculo—Hermione murmuró, un poco enojada.
—Vamos, Vamos lee la mia, lee la mia—insistí, ene especial cuando Trelawney fue hasta nosotras.
—Déjame ver eso, mi niña—Trelawney dijo en un tono algo decepcionada, todos se quedaron callados, en especial Ron y Harry que estaban más interesados de lo normal.
—Es un cuadrado abierto que significa una lucha interior y también lo que parece un racimo de uvas que es dos personas.— explicó Hermione irritada.
Sin embargo Trelawney se le cayó la taza y casi profirió un grito mientras escuchaba la porcelana hacerse pedazos contra el suelo.
—Esa marca es oscura...si...muy oscura...solo una bruja podía representar esto...—trague viendo a Harry, recordando que él era el único que sabía de una gran bruja llamada Morgana que tenía relación conmigo—. Una lucha entre dos iguales está por comenzar....
Ron dio una carcajada y la profesora Trelawney dio media vuelta al oírlo.
—Déjame ver eso, querido —le dijo a Ron, en tono recriminatorio, y le quitó  taza de Harry, aunque algunos no dejaban de mirarme otros comenzaron a tomarle interés a Harry por lo que di un suspiró de alivio.
La profesora Trelawney miraba fijamente la taza de té, girándola en sentido contrario a las agujas del reloj.
—El halcón... querido, tienes un enemigo mortal.
—Eso lo sabe todo el mundo —dijo Hermione en un susurro alto. La profesora Trelawney la miró fijamente—. Todo el mundo sabe lo de Harry y Quien Usted Sabe.
La mire con una mezcla de asombro y admiración. Nunca la había visto hablar así a un profesor. La profesora Trelawney prefirió no contestar. Volvió a bajar sus grandes ojos hacia la taza de Harry y continuó girándola.
—La porra... un ataque. Vaya, vaya... no es una taza muy alegre...
—Creí que era un sombrero hongo —reconoció Ron con vergüenza.
—La calavera... peligro en tu camino...
Toda la clase escuchaba con atención, sin moverse. La profesora Trelawney dio una última vuelta a la taza, se quedó boquiabierta y gritó.
Oyeron romperse otra taza; Neville había vuelto a hacer añicos la suya. La profesora Trelawney se dejó caer en un sillón vacío, con la mano en el corazón y los ojos cerrados.
—Mi querido chico... mi pobre niño... no... es mejor no decir... no... no me preguntes...
—¿Qué es, profesora? —dijo inmediatamente Dean Thomas. Todos se habían puesto de pie y rodearon la mesa de Ron, acercándose mucho al sillón de la profesora Trelawney para poder ver la taza de Harry, fui hasta ella y la tomé en mis manos.
—Querido mío —abrió completamente sus grandes ojos—, tienes el Grim.
—¿El qué? —preguntó Harry.
Estaba claro que había otros que tampoco comprendían; Dean Thomas lo miró encogiéndose de hombros, y Lavender Brown estaba anonadada, pero yo fruncí el ceño ¿en serio el Grim? ¿El Grim? ¿Que seguía? ¿El dinosaurio con la maleta?
—¡El Grim, querido, el Grim! —exclamó la profesora Trelawney, que parecía extrañada de que Harry no hubiera comprendido—. ¡El perro gigante y espectral que ronda por los cementerios! Mi querido chico, se trata de un augurio, el peor de los augurios... el augurio de la muerte.
Ahora también Lavender Brown se llevó las manos a la boca. Todos miraron a Harry; todos excepto Hermione, que se había levantado y se había acercado al respaldo del sillón de la profesora Trelawney.
—No creo que se parezca a un Grim —dijo Hermione rotundamente.
La profesora Trelawney examinó a Hermione con creciente desagrado.
—Perdona que te lo diga, querida, pero percibo muy poca aura a tu alrededor. Muy poca receptividad a las resonancias del futuro.
Seamus Finnigan movía la cabeza de un lado a otro.
—Parece un Grim si miras así —decía con los ojos casi cerrados—, pero así parece un burro —añadió inclinándose a la izquierda. Luego le di la vuelta a la izquierda a la taza.
—Pero si la miro de este lado parece mi raro lunar de en tobillo.
—¿Tienes un raro lunar en el tobillo?—preguntó Dean extrañado.
—¡Cuando hayáis terminado de decidir si voy a morir o no...! —dijo Harry.
—Shh, Cállate. Estoy hablando de mi raro lunar.—dije tratando de aligerar el ambiente pero nadie quería mirarlo.
—Creo que hemos concluido por hoy —dijo la profesora Trelawney con su voz más leve—. Sí... por favor; recoged vuestras cosas...
Silenciosamente, entregamos las tazas de té a la profesora Trelawney, recogimos los libros y cerré mi mochila. Cuando me iba a acercar a Parvati para preguntarle si tenía algo de valor  que hipotéticamente podría ser robado por un Escarbato parecía aterrada y ni siquiera me miro por un segundo. Incluso Ron evitó los ojos de Harry.
—Hasta que nos veamos de nuevo —dijo débilmente la profes ora Trelawney—, que la buena suerte os acompañe. Ah, querido... —señaló a Neville—, llegarás tarde a la próxima clase, así que tendrás que trabajar un poco más para recuperar el tiempo perdido. Los Cuatro bajamos en silencio la escalera de mano del aula y luego la escalera de caracol, y luego nos dirigimos a la clase de Transformaciones de la profesora McGonagall. Tardamos tanto en encontrar el aula que, aunque habíamos salido de la clase de Adivinación antes de la hora, llegamos con el tiempo justo.
Harry eligió un asiento que estaba al final del aula, yo hice un sonido con la lengua antes de pesadamente sentarme a su lado: el resto de la clase no dejaba de dirigirnos miradas furtivas, como si Harry estuviera a punto de caerse muerto, y yo apuntó de sacar mi varita y matarlos a todos, buenos si nos hubiéramos sentado separadamente hubieran tenido que hacer tiempos para vernos. Apenas oía lo que la profesora McGonagall decía sobre los animagos (brujos que pueden transformarse a voluntad en animales), y no prestaba la menor atención cuando ella se transformó ante los ojos de todos en una gata atigrada con marcas de gafas alrededor de los ojos.
—¿Qué os pasa hoy? —preguntó la profesora McGonagall, recuperando la normalidad con un pequeño estallido y mirándolos—. No es que tenga importancia, pero es la primera vez que mi transformación no consigue arrancar un aplauso de la clase.
—¡Woo!—grite sin ánimo, mientras apoyaba mi cabeza en una mano, todos se volvieron hacia nosotros, pero nadie dijo nada. Hermione levantó la mano.
—Por favor; profesora. Acabamos de salir de nuestra primera clase de Adivinación y... hemos estado leyendo las hojas de té y..
—¡Ah, claro! —exclamó la profesora McGonagall, frunciendo el entrecejo de repente—. No tiene que decir nada más, señorita Granger. Decidme, ¿quién de vosotros morirá este año?
Todos la miraron fijamente.
—Yo —respondió por fin Harry
—Ya veo —dijo la profesora McGonagall, clavando en Harry sus ojos brillantes y redondos como canicas—. Pues tendrías que saber, Potter, que Sybill Trelawney, desde que llegó a este colegio, predice la muerte de un alumno cada año. Ninguno ha muerto todavía. Ver augurios de muerte es su forma favorita de dar la bienvenida a una nueva promoción de alumnos. Si no fuera porque nunca hablo mal de mis colegas... —La profesora McGonagall se detuvo en mitad de la frase y su nariz se había puesto blanca. Prosiguió con más calma—: La adivinación es una de las ramas más imprecisas de la magia. No os ocultaré que la adivinación me hace perder la paciencia. Los verdaderos videntes son muy escasos, y la profesora Trelawney... —Volvió a detenerse y añadió en tono práctico—: Me parece que tienes una salud estupenda, Potter; así que me disculparás que no te perdone hoy los deberes de mañana. Te aseguro que si te mueres no necesitarás entregarlos.
Sonreí un poco; sin embargo yo me sentía igual de mal que había salido, del aula tenuemente iluminada por una luz roja y del perfume agobiante, era más difícil aterrorizarse por unas cuantas hojas de té.
—¿Pero que hay de Laila?—preguntó Lavander.
—Cállate Lavander—respondí rápidamente.
McGonnagal frunció el ceño ante de mi compartimiento.
—¿Que tiene que ver Scamander con esto?
Todos se quedaron callados y yo hablé;
—Al parecer soy malvada, muy, muy malvada.
Esta vez la profesora se quedó callada por unos segundos, lo que me altero, sin embargo habló de nuevo;
—Bueno Scamander tú no mataría ni a una mosca, y si estás muy ocupada siendo malvada podrás pasar esta materia si no prestas atención.
Cuando terminó la clase de Transformaciones, nos unimos a la multitud que se dirigía bulliciosamente al Gran Comedor; para el almuerzo.
—Animo, Ron —dijo Hermione, empujando hacia él una bandeja de estofado—. Ya has oído a la profesora McGonagall.
Ron se sirvió estofado con una cuchara y cogió su tenedor; pero no empezó a comer.
—Por Merlín Ron, la taza era de Harry no tuya.—exclame
—Harry —dijo en voz baja y grave—, tú no has visto en ningún sitio un perro negro y grande, ¿verdad?
—Sí, lo he visto —dijo Harry—. Lo vi la noche que abandoné la casa de los Dursley. En realidad estaba con Laila.
—No recuerdo mucho eso.
Ron dejó caer el tenedor; que hizo mucho ruido.
—Probablemente, un perro callejero —dijo Hermione muy tranquila.

TEORÍAS
TEORÍAS
HAGAN SUS TEORÍAS

Laila Scamander y El Prisionero De AzkabanWhere stories live. Discover now