Prólogo.

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Un año atrás

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Un año atrás.

Londres, Inglaterra.

—Es el último juego —dijo uno de ellos viendo a sus tres compañeros a través de los cristales.

—Páralo ya —respondió el otro con semblante aburrido—. No puede más y al paso que va terminará por perder hasta los calcetines

—Sácalo de aquí —argumentó el tercero—. No tiene más que perder, ya ni siquiera le queda la dignidad.

   Los cuatro comenzaron a reír al escuchar al hombre en cuestión y levantaron sus copas en una muestra de compañerismo.

   Ellos eran una familia. Los eternos desterrados como solían llamarlos eran una familia que se apoyaba y se quería pese a todas las dificultades.

   Maddox, Maximilian, Hurs y Parker no eran mas que cuatro personas con un pasado tormentoso que se esforzaban por olvidar.

  No eran el tipo de gente que ocultaba su pasado, eran cínicos y desalmados. Mostraban con el resto lo mismo que habían recibido ellos aunque en el fondo todos deseaban nunca haber vivido la vida que les había tocado.

   Eran felices a su manera, no pedían ni daban más de lo que podían y con el resto solo eran cuatro personas más; solo eran una familia cuando en la oscuridad de su privacidad se acercaban entre ellos.

   Mucho sabían uno del otro, a decir verdad todo; se comprendían y se valoraban pero también sabían cuándo hacerse a un lado y no meterse en asuntos que no eran suyos.

   Su relación a pesar de todo era armoniosa y respetuosa.

—Yo iré a mi despacho —dijo Parker—. No debo estar aquí cuando decida venir a montar su escándalo. Ya saben que odio los melodramas.

  Sus amigos escucharon atentos y negaron entre risas mientras veían como Parker atravesaba la puerta para irse.

   Unos minutos después el sonido brusco de la misma los hacía suspirar sabiendo que detrás de ella estaba un vicioso más.

   Albert Kannavage cruzaba la puerta mirando a tres de los dueños del Helville que parecían conscientes de su visita, incluso parecían aburridos de verlo.

—Buenas noches —dijo recomponiendo su mullida chaqueta—. Necesito hablar con ustedes.

—¿Desde cuándo tus necesidades deben importarnos? —dijo uno de ellos.

   El hombre lo observó de forma detenida. Se dijo que ese debía ser Maddox, el hombre que se encargaba de la seguridad del lugar, el diablo como todos lo llamaban.

  Mucho se decía de él, entre las cosas que más resonaban era que tenía carácter infalible y que no había nada que no controlara, al menos nada dentro del Helville, se decía que nada sucedía dentro si él no estaba al tanto.

Complacer al diablo. (serie El club de los desterrados 1)On viuen les histories. Descobreix ara