Capítulo 3

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—¿Esta es la casa? Es pequeña —dijo Hurs—

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—¿Esta es la casa? Es pequeña —dijo Hurs—. Me parece que es muy pequeña.

—¿Qué esperabas? ¿Una mansión? —inquirió Maddox mirando a su amigo—. Nunca dije que fuera un castillo ni que cubriera la deuda completa.

  Su amigo se encogió de hombros y los siguió hasta la entrada de la casa de los Kannavage.

  Iba a tocar la puerta pero se dieron cuenta de que estaba abierto, así que entraron para encontrar a una mujer mayor junto a una chica que sollozaba y una más que parecía dispuesta a matar a los hombres que estaban ahí.

—Buenas noches —dijo mirando a las personas dentro de la casa—. ¿Hemos llegado tarde a la fiesta?

—¿Quienes son ustedes? —inquirió la voz de la chica frente a Maddox.

  Él la observó de forma detenida. La chica era sin duda una mujer bellísima, al menos a él se lo parecía pero no entendía un cuerno lo que pasaba en el lugar.

—No importa quién es —dijo uno de los hombres—. Yo he venido a cobrar la deuda que Albert tiene conmigo.

—Bueno en ese caso debo aclarar que vengo a lo mismo —dijo Maddox con una sonrisa—. Siento echar a perder tus sueños.

—La chica es mía —dijo y ambos hombres se tensaron—. Él la dio como pago.

—Una pena —acotó recomponiéndose de inmediato—. A mí me firmó un documento legal por la propiedad y todo lo que hay dentro, eso incluye por supuesto a la chica.

—¡Eso no es verdad! —gritó el hombre—. Me debe una fortuna.

—Siento que debas perder tanto dinero —aseguró con fingida pena—. Pero justo vengo de hacer la denuncia formal para reclamarlo por lo tanto te irás con las manos vacías.

  Extendió una copia de la demanda para embargar bienes en la que por supuesto no se hablaba de incluir a las chicas dado que era un delito pero el tipo a todas luces le pareció un ignorante y tal como Parker decía todo estaba en la seguridad con la que se decían las cosas.

   El hombre solo detuvo la vista en el sello del juzgado y se dio la vuelta para mirar a la mayor de las mujeres.

—Dese por viuda —amenazó—. Esto no va a quedarse así.

   Dio una última mirada a la chica que parecía asustada pero dispuesta a dar pelea.

   Maddox quiso reírse pero se contuvo hasta que el hombre se fue.

  Ella lo miró y retrocedió por instinto por lo que solo sonrió.

—No voy a ir con usted a ningún lado —dijo la joven corriendo por el lugar hasta tomar un cuchillo.

   Miró a su amigo que sonrió pero contrario a lo que creyó estaba con la vista puesta sobre las otras dos mujeres.

—Me importa un carajo lo que hagas de tu vida —respondió—. Solo evité que te llevaran a prostituir. Si quieres ahora mismo le pido que vuelva.

Complacer al diablo. (serie El club de los desterrados 1)Место, где живут истории. Откройте их для себя