CAPÍTULO 4 - EL PACTO

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Habían pasado semanas desde su encuentro en el almacén. Ninguno de los dos había mencionado nada y su peculiar relación no parecía haberse visto afectada.

Al día siguiente de lo ocurrido Levi estaba convencido de que Erwin le llamaría a su despacho para soltarle un discurso sobre la necesidad de concentrarse en la misión y no dejar que sus bajas pasiones interfirieran en su deber. No es que necesitara que nadie se lo recordara, pues si había sobrevivido en la Ciudad Subterránea durante toda su vida y ahora en Territorio Titán era precisamente porque sabía mantener la cabeza fría, pero apostaba a que el Comandante se veía en la obligación de dar su opinión para que a su soldado le quedara bien claro que lo del otro día fue un error.

Sin embargo, ese día Erwin ni siquiera salió de sus aposentos. Y cuando días más tarde se cruzaron en el campo de maniobras y tan solo le saludó con una leve inclinación de la cabeza, comprendió que esa charla jamás tendría lugar.

Mejor así, pensó entonces el Cabo. Los dos eran adultos y tenían otras cosas de las que preocuparse antes que por las consecuencias de un acto que, en su opinión, no tenía nada de extraordinario. No dejaban de ser hombres que afrontaban la muerte cada día, por lo que era normal que cada uno tratara de lidiar con ese constante peligro en sus vidas de la mejor manera posible: algunos lo hacían desarrollando peculiares vicios, como le ocurría a Hange con sus experimentos, y el darse placer mutuo había sido su opción.

Nada de lo que arrepentirse y, por la reacción de Erwin cuando todo terminó, probablemente sería algo que no volvería a repetirse.

Pero Levi tuvo que cambiar una vez más de parecer sobre su Comandante. Una circunstancia que, pese a ser intrigante, también estaba empezando a cabrearle. ¿Qué clase de Comandante era un misterio andante para los hombres que debían obedecerle sin dudar?

Todo ocurrió un par de semanas después de su primer encuentro furtivo.

Erwin tenía pensado realizar una nueva expedición pero esta tuvo que ser pospuesta a última hora, tras observar que en la zona que querían explorar se habían concentrado más titanes de lo normal. Queriendo saber más de esa circunstancia ordenó a un grupo de cinco soldados que hicieran un reconocimiento de la zona para averiguar qué otras rutas podrían seguir sin poner en riesgo al pelotón. Dos días después regresó un único superviviente para informar que los titanes estaban avanzando en dirección este, pero que si tomaban dirección oeste no habría ningún riesgo.

Las novedades fueron bien recibidas por el Cuerpo de Exploración, ya que en el último instante habían evitado la que sin duda habría sido una misión repleta de bajas.

En el caso de Erwin, cuando terminó de informar sobre lo ocurrido y ofreció los cambios pertinentes a los Jefes de escuadrón, se retiró a sus aposentos y no se le volvió a ver en todo el día, por lo que todo el mundo dio por hecho que estaba concentrado en organizar esa nueva expedición.

Sin embargo, cuando a la mañana siguiente Levi se cruzó con él en el comedor y vio que tenía las manos vendadas, supo que había hecho algo más que diseñar esa nueva ruta.

Descubrir que el Comandante había vuelto a castigar su cuerpo para lidiar con la muerte de sus hombres sorprendió y cabreó a Levi a partes iguales. En el fondo le alegraba ver que su superior era más humano de lo que había imaginado y que, aunque no lo pareciera por fuera, por dentro sufría como todos.

Pero dudaba mucho que destrozarse las manos fuera la mejor solución, y menos viniendo de un hombre que supuestamente era el más inteligente de todos.

Estuvo todo el día pensando en qué podría hacer. No dejaba de ser un simple Cabo y además uno que ya había demostrado en numerosas ocasiones que iba por libre. No se veía ahora con el derecho de darle consejos a su Comandante.

El PactoWhere stories live. Discover now