CAPÍTULO 19 - RECUERDOS

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Levi tuvo que aguantar la respiración cuando le metieron en los calabozos.

Hacía años que había abandonado la Ciudad Subterránea, donde la humedad se le clavaba en los huesos, pero ese olor era uno al que jamás podría acostumbrarse. Tal vez sí pudo hacerlo entonces, cuando la suciedad, el frío y la oscuridad formaban parte de su día a día; pero fue salir a la superficie, atravesar los muros y saber que jamás regresaría, para que esas mismas sensaciones que formaron parte de su vida desde que tenía memoria se transformaran en una especie de cáncer que le impedía respirar.

Al cerrar su celda se preguntó cuánto tardarían en sacarle de allí. Confiaba plenamente en sus compañeros, especialmente en su nuevo cuerpo de operaciones especiales, y sabía que no iban a permitir que fuera juzgado por algo que ocurrió en otra vida. De pronto la manía de Eren por actuar antes de pensar le pareció lo mejor del mundo, pues estaba seguro de que no tardaría en transformarse en titán para destrozar los calabozos y sacarle de allí.

Sin embargo, las horas pasaron y nadie fue a por él. Y a la mañana siguiente, tras una noche en vela que se le hizo eterna, nadie le visitó para explicarle la situación. O al menos para darle ánimos ante el inminente juicio.

Ni siquiera su Comandante.

Seguía sentado en la cama, pegado a la esquina de su celda y encogido sobre sí mismo para atrapar un poco de calor. Estaba temblando, aunque no tenía claro si era por el frío o por el miedo. El Capitán Levi temblando. Quién lo habría pensado.

Escuchó entonces pasos y alzó la cabeza, deseando ver esa cabellera rubia siempre perfectamente peinada. En su lugar se encontró con un soldado de la Policía Militar que le traía una bandeja con comida.

El desayuno no se veía para nada apetitoso, aunque Levi intuía que si le dieran los manjares más deliciosos tampoco sería capaz de comer. No en aquel lugar que era como volver al pasado. Peor aún, pues en el pasado su suerte nunca dependió de los otros.

Eso fue precisamente lo que había evitado que intentara escapar por sus propios medios cuando le quedó claro que nadie iba a sacarle de allí. Sabía que podía hacerlo. Salir de aquella celda sería un juego de niños en comparación con el sótano donde vivió durante años, cuando le vigilaban las 24 horas del día para asegurarse de que no escapaba y cumplía con su trabajo, robando para los cerdos que controlaban las zonas más pobres de la Ciudad Subterránea.

Pero Erwin le había pedido que confiara en él.

Y eso era lo que iba a hacer. Aunque le costara la vida.

Se arrebujó un poco más sobre su cuerpo, buscando un poco de calor al tiempo que trataba de formar una especie de escudo que le aislara de aquel lugar. Necesitaba abstraerse de aquel escenario para calmarse y dormir un poco. No sabía cuándo sería el juicio, pero necesitaba estar descansado para entonces. Por si acaso la cosa se torcía y había que actuar.

Soltó un chasquido, reprochándose su comportamiento. Se suponía que era el Capitán Levi, el arma más poderosa de la humanidad; aquel capaz de matar titanes sin despeinarse. ¿Por qué estaba temblando entonces? Al lado de lo que había tenido que soportar aquello no era para tanto: no le habían dado ninguna paliza y, aunque el lugar y la comida dejaran mucho que desear, al menos le estaban alimentando y ofreciendo un techo. ¿De qué se quejaba entonces?

La culpa era de Erwin Smith, como siempre. Aquel Comandante que le usó para conseguir sus objetivos también se había convertido en un cáncer, metiéndose poco a poco en su vida y en su cabeza, hasta el punto de que ya no era capaz de actuar como en el pasado. Seis años atrás no habría permitido que le atraparan, daba igual cuántos cadáveres hubiera dejado en el camino.

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