| "No sabe a donde pertenece, ella quiere ir a casa pero no hay nadie ahí. Está rota por dentro sin un lugar a donde ir para secar sus lágrimas" |
Historia ambientada a partir de Capitán América y el Soldado del Invierno
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" Mis demonios están rogándome que abra la boca. Los necesito para que hagan salir mecánicamente las palabras. Me pelean, vigorosos y furiosos, los veo saltar. Me encienden, lamiendo las llamas que ellos ocasionan." ▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂
Eleanor gruñó mientras habría la puerta de su departamento, sentía que la cabeza estaba a punto de estallarle y las pocas horas de descanso la estaban matando.
Dejó las llaves sobre la barra de la cocina y caminó hasta los cajones en completa oscuridad, tomó su botella de whisky favorita y la vació por completo en un vaso.
— Maldita sea — murmuró colocando una pastilla sobre su lengua para después tomar un largo trago de su bebida
Se quedó con la cabeza gacha unos minutos pensando en lo poco que habían avanzado, el cetro de Loki seguía sin aparecer y sus ganas de seguir pegada a un montón de monitores estaba esfumándose. Se sentía tan estresada que ni siquiera un montón de alcohol podía calmarla
¿Y Bucky? Bueno, había estado tan ocupada como para pensar en él. En gran parte, había aceptado ayudar a sus amigos con tal de olvidar el pésimo trabajo que había hecho con el soldado, sentía el fracasó burlarse de ella cada noche y eso no era común en su vida. Le estaba fastidiando recordar el hecho de que no había podido tener las cosas bajo su control.
En cierto modo, le había tomado rencor por no dejarse manipular. Eleanor siempre se salía con la suya, engañaba a las personas y terminaban haciendo lo que ella quería. Pero esta vez no, esta vez el soldado fue quien ganó y lo odiaba por eso.
Eleanor soltó un profundo suspiro y caminó con lentitud hasta la sala mientras pensaba en Barnes
"Ojalá no vuelva a verlo porque si lo hago, juro que voy a..."
Se detuvo a mitad del camino, conteniendo la respiración y con la mirada fija en la esquina de la ventana donde Bucky se encontraba de pie.
La oscuridad de la noche le impedía ver la otra mitad del rostro del soldado, pero podía ver claramente su brazo de metal. Seguro era él
