☆Capitulo 10: Renacer (TW)

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Enfermos Mentales. Capitulo 10: Renacer.

(Advertencia de contenido sensible)
 

17 marzo. 
Año: Desconocido. 
 
El fornido hombre de ojos claros tomó a la pequeña de 8 años del brazo y la arrojó salvajemente a la esquina de la pequeña habitación de cemento sin pintar. La niña quedó tirada, acostada incómodamente sobre su brazo izquierdo, justo frente a la puerta. La luz amarilla que entraba por esta era bloqueada por el fornido cuerpo de aquel hombre que había destrozado su vida. Formó una pequeña mueca avisando un fuerte llanto. 
 
—No te atrevas a llorar, maldita —ordenó el hombre, provocando que la pequeña tenga que retener con todas las fuerzas las lágrimas que amenazaban con salir, provocando una mueca aún más fea en su pequeño rostro—. ¡Y quita esa cara! En cualquier momento puede venir alguien necesitado de tus servicios y tú con cara de culo arrugado. 
 
La luz que entraba por la puerta chocaba con aquel hombre, por lo que solo podía ver de el su fornida silueta. La castaña vio como la silueta se daba la vuelta y tomaba el pomo de la puerta, cerrándola mientras se iba. La pequeña rápidamente y con la poca fuerza que tenía, tomó un pequeño carrito de juguete que le quedaba al lado y lo hizo correr hasta la puerta. El carrito quedó entre la puerta y el pórtico, dejando esta entreabierta. El hombre estaba tan borracho que no se había ni dado cuenta. Una muy pequeña sonrisa de lado se pudo observar en el rostro de la pequeña gracias al pequeño rayo de luz de la sala. 
 
••••••••••••••••••••• 
 
3:10 de la madrugada, la pequeña castaña, sentada en la esquina de su habitación vistiendo solo un camisón blanco, presionaba el botón de su grabadora mientras hablaba lo suficientemente bajo para que aquél hombre no la escuchara, y lo suficientemente alto para ser oída en micrófono.  
 
“Y sigo aquí, tirada en lo más oscuro de esta cueva. El monstruo está arriba, está ebrio. Un oso me visitó esta noche, quería jugar conmigo pero yo no quería, no podía, ya no quería seguir jugando. El monstruo se enojó y no me ha traído nada de comer” 
 
La pequeña paró de hablar, apretó los ojos fuertemente tratando de evitar que las lágrimas escaparan de sus ojos. Colocó la muñeca en su boca evitando soltar un jadeo y que se escuchara en el casete. Volvió a colocar la grabadora frente a su boca. 
 
“Mamá, ¿Por qué te fuiste, por qué me dejaste con el monstruo… con papá?” Las lágrimas esta vez fueron inevitables. Se escurrieron por sus mejillas sin permiso, deslizándose por su rostro y cuello, perdiéndose en el escote vacío de su camisón. “Papá…monstruo… ¿Por qué me vendiste a esos osos hambrientos? Ellos quieren jugar todo el día, ¡Yo ya no quiero jugar!  
 

Soltó el botón de la grabadora a la vez que la aventaba con fuerza al otro lado de la habitación. No se destruyó, pues descendió al piso antes de chocar con la pared y calló en la “cama” de la pequeña, la cual constaba solo de un colchón mugriento con una sábana arriba.

Dobló sus piernas, cruzó sus brazos y escondió su rostro en el pequeño agujero entre estas. Lloraba desconsolada, su pecho subía y bajaba rápidamente repetidas veces mientras jadeaba. No entendía nada ¿Por qué desde los 6 debía estar jugando con osos mayores y peludos? ¿Era eso normal en niños de esa edad? No sabía, nunca había socializado con nadie, no lo tenía permitido. 
 
Sollozó por última vez, “¿Qué estaba haciendo?” se preguntó. Levantó la mirada observando el rayo de luz que entraba por el pequeño espacio de la puerta y el pórtico. El monstruo estaba ebrio, probablemente hibernando. Si escapaba, él no la vería pasar.

Y entonces lo supo, era el momento.
 
Se paró, caminó hasta la otra esquina de la habitación, tomó la grabadora sobre el colchón y su pequeña mochila beige a los pies de este. La metió en la mochila junto a 3 juguetes y 2 juegos de ropa interior, era todo lo que tenía. Se acercó a la puerta mirando por el pequeño espacio, el pasillo estaba vacío. Salió de su habitación sigilosamente, deslizando su cuerpo por un espacio un poco más grande. Cerró la puerta lentamente mientras giraba el pomo. Para bajar escaleras había que pasar el pasillo en forma de “L”. Al principio estaba su habitación, al final del pasillo se encontraba la puerta de la cueva del monstruo.  Echó un pequeño vistazo, la puerta estaba entre abierta y podía observarlo tirado en su cama con decenas de cerveza y dulces raros a su alrededor. La castaña de pelos largos hasta debajo de sus glúteos, tomó una bocanada de aire, segura de lo que quería hacer.
 
Se enderezó comenzando a caminar lentamente. El piso de madera viejo rechinaba con el roce de una flor, y ella era una flor muy pesada, pero a la vez la más débil. Al estar parada frente a su puerta, sintió un escalofrió que comenzó desde las plantas de sus pies y recorrió todo su cuerpo. Normalmente solía pasar corriendo por esa habitación. Claro, las pocas veces que salía, 2-3 veces al mes, cuando el monstruo salía a hacer las compras y ella podía explorar la casa. Pero solo eso, ya que él cerraba todo con llave y las ventanas tenían rejas.

Enfermos Mentales: Edificio del terror. [Libro 2]حيث تعيش القصص. اكتشف الآن