☆Capítulo 29: El regreso de aquella torpe chica. (TW)

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Enfermos Mentales. Capítulo 29:
El regreso de aquella torpe chica.

(Advertencia de contenido sensible: tortura)

La vacía mirada de Elizabeth observaba fijamente el ataúd donde el cuerpo de su madre descansaría eternamente. Postrado sobre una mesa cubierta con un mantel azul. La caja de madera que anunciaba a todo el que la veía que el cruel destino había reclamado otra vida era observada por todos los invitados en la gran iglesia de Fallen Church. Eli escuchaba a su alrededor gritos, sollozos y lamentos de familiares que nunca había visto más de tres veces en el año, y amigas que había escuchado cientos de veces hablando mal a espaldas de ella. "Su marido murió hace meses y ya está comprometida, ¡Qué descaro!" "Envió a su hijo lejos y a su hija a un manicomio para cogerse a su esposo sin molestias. Es una perra" Pero ahora, en su funeral, solo se escuchaban frases como "Era una increíble persona" y "La extrañaré mucho" acompañadas de lágrimas de hipocresía.

Sentada sola con su hermano Jack en el primer asiento, parecía una estatua. Apenas pestañaba mientras observaba fijamente el ataúd sobre la mesa. Obviamente se sentía mal. Se sentía como si le hubieran quitado el único talón de Aquiles que le quedaba. Pero intentaba llorar y... nada salía. Era como si ya ni eso tuviera sentido. Solo quería ir a casa y cerrar los ojos, esperando que el último año haya sido solo una horrible pesadilla. El problema era que ya no tenía casa y su vida sí era una pesadilla, pero una real.

Cansada de oír falsos lamentos, se puso en pie mientras el sacerdote daba la misa en honor a su madre, atrayendo la mirada de todos en cada uno de los asientos por los que pasaba. Jack ni se inmutó, miraba el ataúd tan fijamente como su hermana, con lágrimas escapándose sus ojos. Pero sus amigos en el asiento de atrás se miraron entre ellos antes de levantarse también y trotar rápidamente detrás de Eli. Todos en trajes y vestidos negros que el internado les había prestado de su propia ropa. Los dos guardias que los vigilaban salieron con ellos, colocándose a ambos lados de la entrada.

—Elizabeth... —llamó Alex colocando la mano sobre su hombro al verla parada frente a la iglesia, con los brazos cruzados por el frío de diciembre.

—Necesito un cigarrillo —pensó en voz alta de la nada.

—No eres el tipo de chica que fuma —dijo Sheyla acercándose detrás de ella.

—Pero quiero un cigarrillo —insistió.

—Voy a comprarlo. Ya vuelvo —se ofreció Erick comenzado a caminar.

—No, no vas a comprar nada —ordenó Alex, obligando a Erick a detenerse un poco irritado.

—Alex, por favor...

—No, Eli.

—Alex, perdí a mi padre por cáncer. A mi hermano por un accidente automovilístico y ahora perdí a mi madre por lo mismo, solo que creo que este no fue un simple accidente. Ahora estoy oficialmente huérfana y siendo acosada en un loco internado lleno de enfermos. Así que un cigarrillo en este momento no puede dañarme más de lo que ya lo estoy —explicó entre risas secas, volteando para mirar a Alex a los ojos por primera vez en días.

Alex, al hacer contacto visual, vio en sus ojos pedazos de su corazón quebrado. Pedían a gritos ayuda desde su interior detrás de un rostro sin expresiones visibles, a excepción de sus ojos, tan sinceros como siempre. Quería ayudarla, pero no sabía como. Lo había perdido todo. Lo único que necesitaba en ese momento era algo a lo que aferrarse.

Y fue cuando Alex tuvo una idea.

—Si ahora quieres tomar el camino fácil e irte por la opción de dañarte a ti misma para ahogar tus penas, bien. Pero que sepas que puedes aceptar esto, levantar la cabeza, batallar con el dolor y seguir adelante. Aún hay mucho por lo que vivir y lo sabes.

Enfermos Mentales: Edificio del terror. [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora