Capítulo 8

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-¿Están listos?- preguntó Neil a los presentes.

-¡Sí!.-contestaron Susan y Terry al unísono; sin embargo, Candy seguía acuclillada en el suelo, luchando con las correas y las hebillas de sus flamantes raquetas de nieve.

Neil había anunciado que aquel día lo iban a dedicar a practicar con las raquetas y los bastones, a aprender a reaccionar en ciertas situaciones de emergencia y a adquirir unas cuantas nociones de primeros auxilios. Así que, en cuanto terminaron de desayunar, se encaminaron hacia una pequeña hondonada donde apenas penetraban los rayos del sol, en la que la capa de nieve, de casi un metro de espesor, no se había derretido aún.

Candy resopló, desesperada, estaba claro quién iba a ser la torpe del pelotón. .Muy bien, ustedes dos empiecen a practicar. No es complicado. Simplemente, hay que acostumbrarse a caminar levantando el pie un poco más de lo habitual.

Susan y Terry obedecieron de inmediato y entre risas, trataron de caminar levantando las piernas con movimientos exagerados. Neil se agachó junto a ella y sus dedos enguantados no tardaron más de unos segundos en ajustar las ataduras y sujetar las correas.

-Había olvidado lo desastre que eres.- Los ojos verdes estaban tan cerca de los suyos que no tuvo ninguna dificultad en detectar en ellos un destello de odio , al verlo, la comisura de su labio derecho se alzó unos milímetros. Sabía bien hasta qué punto su rubia favorita detestaba que le recordaran lo desmañada que era. Durante toda su infancia, la araña patas largas había sido incapaz de coordinar piernas y brazos. Era propensa a tropezar con cualquier cosa y sus malas notas en trabajos manuales y gimnasia siempre le restaban unas décimas a sus excelentes calificaciones en el resto de las materias. Además, debía padecer el extraño síndrome de los dedos de trapo, pues los objetos tenían una inquietante tendencia a resbalar entre ellos. Había necesitado muchas clases de baile para que sus largas extremidades alcanzaran una mínima sincronización cuando las ponía en movimiento.

-¡Estúpido Mataperros!.- La escuchó escupir entre dientes.

Él se puso en pie como si no la hubiera oído y observó a los otros dos, que enseguida le habían cogido el tranquillo a aquellas incómodas extensiones en los pies y ahora jugaban a perseguirse, muy divertidos.

-Ahora caminen hacia ese abeto y recuerden: subida, fijación suelta; bajada, posición fija.

Terry acompañado de Susan -quien a pesar de llevar la cámara al hombro se movía con soltura mientras grababa sin cesar- fueron y regresaron del árbol media docena de veces.

Candy, entretanto, avanzaba penosamente hacia el mencionado abeto. Los pantalones y la chaqueta de su anorak, casi blancos por la nieve que se había adherido a ellos, daban mudo testimonio de la cantidad de veces que había caído al suelo. Eso sí, era tan cabezota que Neil dio por hecho que llegaría a la meta o moriría en el intento. Con decisión, la rubia levantó una pierna en un ángulo tan extraño que, cuando la dejó caer, estuvo a punto de perder de nuevo el equilibrio.

Neil, quien a pesar de mantener a los otros dos controlados en todo momento no le quitaba ojo, contuvo una carcajada y se sintió dominado por una oleada de ternura tan arrolladora, que se vio obligado a reprimir el impulso de correr hacia ella, alzarla entre sus brazos y besar aquel precioso rostro, congestionado por el aire frío y el esfuerzo, un millar de veces.

-¿De verdad crees que debe venir con nosotros? Quizá fuera más prudente dejarla en el campamento...hasta mi sobrina de seis meses se mueve con más gracia,- Susan, que había aprovechado para descansar un rato, grababa con los labios contraídos en una mueca sarcástica los esfuerzos que hacía su rival para recorrer los pocos metros que la separaban del abeto y no se molestó en bajar la voz.

ODIO A PRIMERA VISTAUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum