Capítulo 21

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Cuatro meses más tarde

En la inmensa sala principal del cine Capitol, cuya decoración apenas había cambiado desde que se inauguró en 1933, no cabía un alma más. Tras el desfile de celebridades por la alfombra roja, con parada obligada en el photocall, el aforo de más de mil personas estaba repleto.

La llegada de Terry Grandchester, elegante y seductor, con un smoquin negro de Armani, había desencadenado un griterío ensordecedor detrás de las vallas metálicas de seguridad, donde se agolpaban las fans. Colgada de su brazo, la presencia de Susan Marlow, deslumbrante con un traje de pedrería muy escotado, había desatado comentarios cargados de celos de algunas de las más fervientes admiradoras del famoso y guapo presentador. Los flashes de las cámaras de los fotógrafos relampaguearon, enloquecidos, cuando, durante el posado a la entrada del cine, él se inclinó sobre ella y la besó en la boca apasionadamente.

A una discreta distancia de todo aquel jaleo, Candy, Neil, Annie y Raff que habían acudido juntos al preestreno del documental, intercambiaban comentarios sin perder detalle de la animación reinante. Unas semanas atrás, había habido un pase privado para los miembros de la Academia de las Artes y de Ciencias Cinematográficas y la cinta había tenido una acogida fabulosa; de hecho, era un secreto a voces que era la más firme aspirante a ser nominada en la categoría de mejor documental en la próxima ceremonia de los Óscar.

-Ustedes también deberían pasar por el photocall ―afirmó Raff.- al fin y al cabo, también son protagonistas de la historia, ¿no es así?.-

-Ay cállate Raff, me moriría de vergüenza. -Candy rechazó la idea de plano.

-¿Por qué, güerita? .-Neil rodeó su cintura con un brazo posesivo―. Eres mucho más guapa que cualquiera de las actrices que están posando.-

En verdad, Candy estaba despampanante con un vestido largo, verde brillante, que resaltaba la blancura de su piel y el rubio dorado sus cabellos. Como de costumbre, no era consciente de la admiración que despertaba, pero a Neil no se le habían escapado las miradas de admiración, nada discretas, que le habían lanzado un par de famosos.

-¿Ves lo que te comenté, Annie? .-Candy le dirigió una mirada elocuente a su amiga.-Desde que nos casamos está desconocido. Es cómo si un espíritu amable lo hubiera poseído. Da miedito auténtico, creo que voy a tener que llamar al padre Karras para que le haga un exorcismo.-

-Así que miedito, ¿eh? Bien, tú lo has querido, blancuzca putrefacta; a partir de ahora inventaré nuevos y creativos motes para ti.- anunció con un brillo diabólico en los ojos.

Annie soltó una carcajada y Raff, que según su costumbre mantenía el brazo sobre los hombros de su embarazadísima mujer, como si temiera que alguien se la fuera a arrebatar, se relajó durante unos segundos y se rió también.

Primero, había insistido en que quizá sería mejor que se olvidaran del preestreno y se quedaran en casa. Ella, por supuesto, no había querido ni oír hablar del tema. Tenía muchas ganas de ver el documental, le dijo, y su médico le había comentado que aún estaba bastante verde, así que no estaba dispuesta a pasarse una semana encerrada en casa, tumbada en la cama sin otra cosa que hacer que leer o ver la televisión; que era, exactamente, lo que Raff hubiera deseado.

Después del anuncio, fue a la cocina para picar algo porque, aunque habría un cóctel después del preestreno, ya estaba muerta de hambre. Raff la siguió y, sin hacer caso de sus protestas, la obligó a sentarse y a poner los pies en alto mientras él le preparaba un tentempié. Luego, en cuanto llegó la hora de arreglarse la cogió del codo y la acompañó hasta el dormitorio; más tarde, al salir del cuarto de baño, tras preguntarle más de cinco veces a través de la puerta si todo iba bien, se lo encontró esperándola junto a esa misma puerta mordisqueándose con desesperación la uña del pulgar, insistiendo nuevamente en que sería mejor no andar del tingo al tango y quedarse en casa bien relajaditos.

ODIO A PRIMERA VISTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora