Capítulo 11

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Candy contuvo a duras penas un grito de alegría; incluso Susy la "hosca" emitió un sonido de satisfacción, sin dejar de grabar hasta el último detalle de la escena. Al ver que a su hermano no le ocurría nada malo, el otro osito decidió acercarse también.

-¡Candy! .-susurró Neil, apremiante, tratando de no alarmar al animal que seguía bebiendo con glotonería.

-Coge el otro biberón y dáselo tú. –

-¿Yo?... pero...-empezó a protestar, también en susurros.

-¡Venga!.- la animo el moreno.

Mascullando imaginativas imprecaciones contra los hombres autoritarios que se creían con derecho a dar órdenes a la primera mujer que pasaba por ahí, Candy cogió el otro biberón sin demasiado entusiasmo. Teniendo cuidado de no perder el equilibrio, pasó una pierna y luego la otra por encima de la pequeña empalizada y comenzó a acercarse, avanzando de tres en tres centímetros.

-El pobre oso seguro que te agradecerá que le des de comer este año.-

Aquel comentario sarcástico no contribuyó a mejorar el humor de la rubia; sin embargo, sirvió para que se diera un poco más de prisa. Se detuvo a menos de dos metros del grupo formado por hombre y plantígrados, se sentó sobre la nieve con las piernas cruzadas, colocó el biberón como había visto hacerlo a Neil y trató de permanecer inmóvil. Dos segundos después, sintió que se le estaba durmiendo la pierna, así que la estiró un poco; entonces notó que se le acalambraba el brazo con el que sujetaba el biberón, por lo que tuvo que cambiarlo de mano; estaba dudando si rascarse o no la nariz, que le había empezado a picar de un modo endemoniado, cuando, una vez más, tuvo que oír a aquel energúmeno decirle en voz baja:

-¡¿Puedes parar quieta de una maldita vez?!-

-¡Hago lo que puedo! .-replicó, furiosa, en el mismo tono.- ¡No tengo la culpa de no ser un faquir, caray!...te recuerdo que cuando decidí venir a este viaje, nadie me advirtió que acabaría alimentando fieras salvajes.-

-¡Shhh! .-la chistó sin contemplaciones y ella se calló en el acto; pero no porque él se lo ordenara, sino porque por el rabillo del ojo vio que un osezno hambriento se acercaba en su dirección.

Cada vez más nerviosa, se vio obligada a ponerse seria con sus propias piernas para exigirles que no salieran corriendo sin esperarla; de pronto, aquel osito que no levantaba dos palmos del suelo se le antojó un auténtico coloso, y los pequeños colmillos que asomaban por el hocico entreabierto le parecieron dignos de un tiranosaurio Rex.

-¡Neil...! .-lloriqueó, temblorosa.

-Tranquila Candy, lo estás haciendo muy bien.-

Sus palabras no la tranquilizaron lo más mínimo y, aprensiva, observó el modo en que el oso olisqueaba el biberón. De repente, el animal se abalanzó sobre la tetina y en un acto reflejo, Candy apretó los párpados con fuerza, rezando porque no le faltara una mano cuando volviera a abrirlos. Un segundo después, extrañada de no sentir el dolor de un miembro amputado, abrió de nuevo los ojos y atónita, descubrió al osezno bebiendo la leche con avidez. Maravillada, lo observó durante un buen rato y, por primera vez en su vida, logró permanecer casi completamente quieta.

-¡Bien hecho, blancuzca!.- Alzó la vista hacia Neil, cuyo cachorro ya casi había vaciado la botella por completo, sin poder reprimir una enorme sonrisa de satisfacción.

-¡Ya verás cuando se lo cuente a Annie, no se lo va a creer!.-

-Procura que se lo beba todo.-ordenó, antes de volverse hacia la otra mujer.-¿Vienes, Susy?.-

Al ver que Susana bajaba la cámara de inmediato, Candy gritó sin pensar:

-¡Te recuerdo que aún tengo que curarte!.- Por fortuna el cachorro, que al parecer estaba demasiado hambriento para asustarse de nada, siguió bebiendo sin inmutarse.

ODIO A PRIMERA VISTAWhere stories live. Discover now