Capítulo 16

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A pesar de que la tienda contaba con varias rejillas de ventilación, el ambiente se caldeó enseguida. Al poco rato, Neil había dejado de temblar y ella se había visto obligada a quitarse el anorak. Cuando la nieve que había puesto a derretir en una cacerola hirvió, Neil rellenó una cantimplora, la envolvió en una camiseta y se la tendió a Susan que, obedeciendo sus órdenes, se había metido también en el saco de dormir y frotaba los brazos y el pecho de Terry con las manos, en un intento de hacerlo entrar en calor.

-¡Está helado y no para de temblar!... A veces murmura frases sin sentido..-

Susan parecía haber perdido toda la seguridad en sí misma que la caracterizaba; su voz sonaba tan temerosa que Candy comprendió que estaba realmente enamorada de Terry y no pudo evitar sentir verdadera lástima por ella.

-Es normal, ha permanecido demasiado tiempo en el agua. ―El tono calmado de Neil inspiraba seguridad―. -Tenemos que conseguir que suba su temperatura como sea. Por lo pronto, colócale esto junto al cuello, luego repetiremos la operación en las axilas y en las ingles. Voy a preparar una sopa de sobre y trataremos de que tome un poco; sería mejor alguna bebida caliente y azucarada, pero no tenemos ni gota de azúcar.

En ese momento, una fuerte ráfaga de viento sacudió las paredes de la tienda de campaña. Al instante, se hizo el silencio en el interior y el miedo asomó en los ojos de ambas mujeres.

-Tranquilas, la tienda está bien asegurada. La roca detrás y la moto delante nos servirán de protección contra el viento y la nieve, racionándolas con cuidado tenemos provisiones para unos cuatro días. Lo mejor es tratar de relajarse y rezar para que la tormenta no dure demasiado.-

Mientras hablaba Neil sacó el brazo por la apertura, rellenó la cacerola de nieve y de nuevo, la puso a derretir encima del calentador. Cuando el agua empezó a hervir, le arrojó un sobre de sopa instantánea sobre el regazo y una ramita que había arrancado de un arbusto cercano-

-Vamos blancuzca, demuéstranos tus dotes de cocinera.-

Contenta de tener algo que hacer que le permitiera olvidarse por unos segundos de la ventisca que golpeaba contra el refugio entre gemidos terroríficos, Candy vertió los polvos sobre el agua burbujeante y empezó a removerla con el palo de madera.

Cuando estuvo lista y tras enfriarla un poco, Neil trató de hacer que Terry tomara unas cuantas cucharadas de sopa con la ayuda de Susan; una tarea que no resultó nada sencilla. Incapaz de quedarse mirando sin hacer nada, Candy se puso de nuevo el anorak y abrió la cremallera de la tienda. A pesar de que solo se asomó para coger un poco más de nieve para renovar el agua de la cantimplora que ya estaba tibia,

las fuertes rachas de aire helado golpearon su rostro de forma dolorosa.

Tan solo había una taza de aluminio que fueron pasando de uno a otro hasta que se acabó el caldo. Neil y Candy se turnaban para derretir nieve con la que rellenaban la cantimplora cada cierto tiempo, hasta que Susan anunció que notaba la piel de Terry algo más caliente. Al oírlo, ambos suspiraron, aliviados. Ya eran más de las doce de la noche; afuera la tormenta seguía rugiendo con furia y Candy, que seguía vigilando el agua de la cacerola, notó que se le empezaban a cerrar los párpados.

-Métete en el saco, yo seguiré con eso.-

Demasiado agotada para protestar, se metió en el saco que quedaba libre y se acomodó en el mullido interior con un jadeo de satisfacción. Estaba a punto de quedarse dormida, cuando una inesperada invasión de su intimidad la sobresaltó.

-¿Qué haces?. ―murmuró, medio grogui.

-Querida araña patas largas, no querrás que me congele ahí fuera ¿verdad? Acabo de colocar una última cantimplora llena de agua caliente en el saco de Terry y voy a dormir un poco.-

ODIO A PRIMERA VISTAWhere stories live. Discover now